Un catálogo más sutil pero quizá más descorazonador de miradas perdidas, desesperanza generalizada, ilusiones rotas, hombros caídos…
Acerca del Holocausto se hace referencia en ocasiones al sentimiento de culp experimentado por muchos de los que lograron salir con vida de aquel horror. Una losa que pesa sobre sus hombros y les hace preguntarse “¿por qué yo?” en relación a su condición de supervivientes.
Los que quedaron (título en español de esta película) son los que se ven apelados por esta cuestión en la Hungría de 1948, muy poco después de finalizar la IIª Guerra Mundial.
La protagonista, Klara, compartirá con Aladar, el médico que la atiende la necesidad de respuesta a esta cuestión, afecto y, como veremos, auténtico amor (en un término que va mucho más allá del “amor romántico”, como descubrirá el espectador) en los años en que Hungría vivió una dura transición entre los rescoldos de la barbarie nazi y los prolegómenos al nuevo totalitarismo deshumanizador que se cernía sobre el país: la llegada del comunismo.
Saliendo de un conflicto y adentrándose (aún de manera incipiente) en una nueva dominación ideológica y personal, los personajes de la película casi parecen espectros en vida deambulando calles y edificios que reflejan su pesadumbre mientras Klara intenta buscar su lugar en este nuevo mundo, en la vida a la que se abre paso su adolescencia entre libros y preguntas, mientras su tía, la única familia que le queda, se ve incapaz de acogerla y busca quien pueda encargarse de que no quede desamparada.
Aladar, por su parte, ha conseguido sobrevivir a un campo de concentración y la marca que le atenaza no es únicamente la serie de números grabados en su brazo. Como muchos de quienes lograron escapar a ese Infierno en la tierra, deambula más que vive y por fortuna encontrará en el cuidado de Klara esa luz que le sacará de las tinieblas del sufrimiento, la pérdida y la persecución. Porque, como otros muchos países del Este de Europa, en Hungría se salió de la sartén del nazismo para caer en las brasas del comunismo y no tardaremos en ver cómo de nuevo (en la trama faltan tres años hasta la muerte de Stalin, con lo que de reinado del terror significa esto) comienzan las delaciones, la persecución, las desapariciones.
Alejados de la mirada en ocasiones morbosa sobre los bien conocidos horrores del nazismo (invasiones, batallas, campos de concentración, exterminio, ghettos…), Los que se quedaron nos muestra un catálogo más sutil pero quizá más descorazonador de miradas perdidas, desesperanza generalizada, ilusiones rotas, hombros caídos, caras abatidas, ojos huidizos que sólo hallarán consuelo en el afecto y la bondad.
Los gestos de progresiva complicidad y la esperanza naciente en una relación que busca recuperar el fondo de bondad y amor, amor puro, amor desinteresado, que la tragedia, la pérdida y la guerra no debieron sepultar en las ojeras de una joven a la que, como se dice en un momento de la película, se le podría asignar una edad “entre 5 y 70 años”, tan fuerte es el contraste entre su inocencia y fragilidad frente a la crudeza de la experiencia vivida en la guerra.
Probablemente otra mirada habría buscado el morbo en la relación tierna y paternofilial que nace entre Klara y Aladar, pero por fortuna la sensibilidad que ha rodeado a todo cuanto se narra en esta película consigue que el espectador se reconcilie con la bondad que nunca debe perderse en nosotros, por duras que hayan sido las condiciones vividas, de manera que el valor protector de un abrazo como el que se dan los protagonistas continúe simbolizando protección, ternura y bondad. En una palabra: amor.
FICHA TÉCNICA
Título original: Akik maradtak
País: Hungría
Año: 2019
Director: Barnabas Toth
Guión: Klara Muhi y Barnabas Toth sobre la novela de Zsuzsa F. Varknoy
Fotografía: Gabor Marosi
Música: Laszlo Pirisi
Intérpretes: Karoly Hadjuk, Abigel Szoke, Mari Nagy, Barnabas Horkay
CLASIFICACIÓN POR EDADES: No recomendada para menores de 14 años