Los términos Sugar daddy y Sugar baby no son nada dulces, más bien amargos eufemismos
Una vez más ha buscado una relación que se basa únicamente en el interés, con mujeres que buscan hombres mayores, exitosos y con dinero, una relación basada en una transacción: ella ofrece acompañamiento y sexo y él, contraprestaciones económicas.
Él piensa que el dinero y el poder le dan la capacidad de retrasar la vejez, la cual considera que es solo una etapa de decadencia y resignación más o menos digna ante la irreparable pérdida de aquella “única edad de oro” que nunca volverá.
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Así se esfuerza por ignorar que dentro de poco tiempo enfrentará cada vez mayores dificultades pues cada seductora novedad terminará por chocar con la fugacidad y variabilidad de lo sensible, sobre todo a su edad.
Y aferrado a esa idea ha buscado en un sitio por internet una cita y un arreglo con alguien de quien no quiere pensar que es un ser humano, con una historia tras de sí. Como quien compra una mercancía o hace un simple un contrato de negocios.
A solas con su pensamiento, se sacude los escrúpulos acerca de lo que sabe que es una inmoralidad diciéndose a sí mismo: “Me siento aun joven y la verdad es que, aunque me critiquen mis amigos, puedo vivir este tiempo dorado, mientras ellos tienen por delante solo su vejez”.
Ella es una mujer joven, puede ser de cualquier estrato sociocultural e incluso vivir aun como hija de familia, con algunos rasgos de afectación de personalidad como:
- Abandono en la niñez o en la adolescencia.
- Vida familiar disociada.
- Comunicación deficiente en la familia.
- Abuso sexual, físico o emocional.
- O haber sufrido la ruptura del matrimonio de sus padres, entre otras cuestiones
Se trata de una joven con una personalidad capaz de relacionarse con un hombre mayor y pudiente al que hábilmente finge afecto y admiración, segura de que, mientras alimente su ego y le cautive con íntimas complacencias, satisfará sus deseos materiales más allá de lo pactado, llegando incluso a persuadirlo de la renta de un lujoso departamento y una atractiva mensualidad.
Así las cosas, ambos se encuentran en un terreno en el que tratan de imponer sus propias reglas en una sistemática manipulación, apropiación y codicia del otro.
Con todo, el inevitable patrón de conducta es que ambos solo saben comenzar o, incluso disponerse en encantadora actitud con formas sutiles y hasta exquisitas, mientras dura el proceso de conquista y obtención de los mayores beneficios y satisfacciones mutuas, para luego ir declinando en su interés, hasta cortar la relación una vez terminado el acuerdo o saciada su vanidad y pragmatismo material y hedonista.
Luego buscarán en la siguiente relación los mismos términos y los mismos motivos: el varón, la novedad insaciable; y la mujer, una corta carrera por la vida fácil. Lo que tal vez no perciban en sus vidas es un daño moral cada vez más grande y profundo.
Quienes falsean su inteligencia y voluntad al identificarse y adherirse a bienes equivocados subordinan su dignidad de personas a lo inferior de la naturaleza humana, como lo son: el dinero, el placer y el poder, perdiendo el sentido de lo humano.
Así se logra la destrucción, la anulación o la absorción de lo más valioso del ser humano.
Por Orfa Astorga de Lira.
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