El amor de su vida, compañera y mano derecha del Nobel de Literatura colombiano. Su muerte este 15 de agosto llenó de congoja a todos
Se definía como “la mujer de Gabo”. Su marido fue un Nobel de Literatura que vivía entre libros y musas. Una de las mentes más imaginativas del continente.
Podía escribir 6 horas al día durante 18 meses. Pero a ella le parecía divertidísimo vivir con él. Decía que su marido era muy “aterrizado” pero durante las gestación de “100 años de Soledad”, todos saben que ella hizo el milagro de sostener la casa y la familia a punta de convencer a los comerciantes y al casero de fiarles lo necesario hasta que la novela generara recursos para poder pagar.
Empeñó de todo, hasta los electrodomésticos y su propio secador de pelo. Pero mantuvo el barco a flote hasta que llegaron al puerto seguro en 1967 con la exitosa publicación de la novela que marcó un hito en la literatura latinoamericana.
“Las locuras que me ha aguantado”
El escritor la admiraba, la consideraba su gran apoyo y la gente la sabía la mayor influencia sobre el laureado escritor. El apellido Barcha viene de su ascendencia egipcia. De carácter liviano y voluntad firme, dicen que fue clave en el trabajo de la pluma más importante de Colombia. Según reportaje de la revista Semana, el “Gabo” le contó a su amigo Plinio Apuleyo Mendoza:
“Cuando el dinero se acabó, ella no me dijo nada. Mercedes logró, no sé cómo, que el carnicero le fiara la carne; el panadero, el pan, y que el dueño del apartamento nos esperara nueve meses para pagarle el alquiler. Tú ya sabes la cantidad de locuras que ella me ha aguantado”.
Para él, Mercedes fue el amor de su vida, su compañera y su mano derecha. Era absolutamente incondicional.
La bregó desde los trece años
Se conocían desde niños, estuvieron casados por 56 años y tuvieron dos hijos. Uno de sus nietos también se entregó a la literatura. Mercedes era hija de un boticario y se conocieron en un baile de estudiantes. De inmediato, decidió que sería su esposa. Desde los trece años de edad –y ella apenas tenía nueve- la estaba bregando.
Ella relató: Un día, de buenas a primeras, él me dijo: “‘Tienes que casarte conmigo’. Yo creí que la cosa era un poco más romántica y me sorprendió un poco este tratamiento imperativo, pero, en fin, un poco asustada, acepté”. Y se casaron, en Barranquilla, en marzo de 1958 en la iglesia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Le preguntaron en 1982: “Cuando se casó con García Márquez ¿pensó que iba a ser un hombre famoso? Y ella, con ese talante tan jocoso, respondió en el acto: ‘Hombre, ¡claro! Por eso me casé’”.
“No soy nada de eso”
Su marido no era machista, pero para ella el feminismo era odioso. Quiso ser arquitecta pero terminó, encantada de la vida, pasando a máquina los libros del escritor. A ella le gustaba leer a Kafka. La amistad de su esposo con el líder cubano Fidel Castro fue bastante conocida en el mundo literario y político, pero ella aclaraba: “Ahora, ser socialista es ser comunista y ser una cantidad de cosas que yo no soy”. Lo que sí fue es inteligente, de carácter recio y hermética a pesar de su sentido del humor.
Fue el refugio y solaz de un hombre metido en le fantasía y en las angustias de un escritor que vivía las angustias del latinoamericano traducidas en realismo mágico.
“La pobreza es una leyenda”
A la pobreza les tocó rozarla, pero ella tenía una idea muy personal sobre su significado: “Eso de la gran pobreza es más bien leyenda, o por lo menos es parte de la mitología que se ha creado. Pobreza tal vez hubo cuando Gabo escribía “Cien años de Soledad” (1967), que se alargó un poco más del tiempo previsto y se nos acabó la plata. Pero, en fin, tampoco fue muy dramático. Cuando uno es joven no se da cuenta de los problemas y cuando es viejo ya no tiene problemas”.
Los de ella, si los tenía o no, ya acabaron con sus días, el sábado 15 de agosto. Tenía 87 años. Fue el refugio y solaz de un hombre metido en la fantasía y en las angustias de un escritor que vivía las tribulaciones del latinoamericano traducidas en realismo mágico.
En abril del 2014 él fallece en México donde residían desde los años 60. Hubo duelo nacional en Colombia. Ella, tenaz y generosa, se empina sobre el dolor y sobrevive los últimos seis años. Padecía problemas respiratorios debido a que fumó buena parte de su vida.
Sus hijos y nietos estaban a su lado. Y seguro vieron, también ahora, con la muerte de Mercedes, volar al viento cientos de mariposas amarillas.
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