Fallece Laon Fleisher , un músico cuya prometedora carrera sufrió un duro revés, pero supo salir fortalecido
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
En junio de 1928 nacía en San Francisco Leon Fleisher, hijo de judíos del este europeo emigrados a América. A los cuatro años comenzó sus estudios de piano, primeramente imitando “de oído” lo que su hermano mayor practicaba en casa.
A los ocho ya había debutado frente al público y a los nueve era alumno del célebre Artur Schnabel, quien decidió hacer una de las pocas excepciones en su decisión de no dar clases a niños.
A los dieciséis, en su carácter de prodigio, ya había tocado en el Carnegie Hall con la New York Philharmonic Orchestra bajo la dirección de Pierre Monteux, quien lo catalogó como “el hallazgo pianístico del siglo”.
Un exitoso porvenir como pianista se abría ante sus ojos, lo cual se confirmó a lo largo de la década del 50 (en 1952 se convirtió en el primer norteamericano en ganar el Concurso Reina Elisabeth de Bruselas) y a comienzos de la década siguiente.
La vida, sin embargo, le presentó un obstáculo que puso en jaque su profesión. En 1964, mientras se preparaba para una gran gira (“era la gira más importante de mi vida”, recordó años después), Fleisher comenzó a padecer síntomas de debilitamiento en su mano derecha.
Más tarde se le diagnosticaría una distonía focal, una enfermedad neurológica que le causaba la contracción de los dedos.
El mismo Fleisher reconocería con el tiempo que la probable causa de este malestar residía en el exceso de práctica y autoexigencia, con el fin de alcanzar la absoluta perfección.
No hace falta recalcar lo que semejante adversidad significa para alguien cuya vida consiste en ser un pianista de excelencia, aunque sí nos permite reflexionar sobre cómo la sobreexigencia en la búsqueda de esa misma excelsitud y el afán por un rendimiento que pudiera acarrear el olvido de los propios límites, conducen a resultados exactamente contrarios de los que nos habíamos propuesto.
Tal adversidad lo subsumió en un profundo estado depresivo, llevando a pensar incluso en la posibilidad del suicidio.
Sin embargo, en el amor a la música encontró la fuerza para enfrentar las dificultades y superarse personalmente, tal como narra en su autobiografía My Nine Lives: A Memoir of Many Careers in Music (2010), escrita en colaboración con la crítica musical Anne Midgette.
“De repente me di cuenta de que mi conexión con la música era mayor a la de un mero pianista a dos manos” declaraba hace veinte años a National Public Radio.
En el libro reconoce que la incapacidad de su mano derecha le dio una vida musical mucho más variada de la que podría haber tenido si hubiera continuado una carrera de pianista virtuoso convencional.
Tras dos años de ausencia luego del padecimiento, Fleisher canalizó su creatividad en nuevas direcciones. Se especializó en el repertorio pianístico para mano izquierda con obras de compositores como Ravel, Prokófiev y Britten, así como con obras especialmente compuestas para él.
https://www.youtube.com/watch?v=Jgj6jScPWK8&feature=youtu.be
Fleisher interpretando el “Concierto de piano para mano izquierda” de Ravel, acompañado por la Orquesta Sinfónica de Radiotelevisión Española bajo la batuta de Sergiu Comissiona (Teatro Monumental de Madrid, 1995).
También emprendió una exitosa carrera como director con las orquestas de Baltimore y Annapolis, y se dedicó fuertemente a la docencia.
Su labor como maestro en el Peabody Institute de Baltimore, y en el Curtis Institute de Filadelfia ha sido una enorme inspiración para sus alumnos, entre quienes se ganó el mote de “el Obi-Wan Kenobi del piano”, en referencia al sabio yedi.
En los ochenta, estimulado por ciertas mejorías en sus síntomas, intentó volver a tocar con ambas manos, pero más allá de algunas presentaciones debió dar marcha atrás, pues todavía no estaba en reales condiciones para un buen desempeño.
Sin embargo, gracias a un especial tratamiento que combinó la inyección de botox y masajes, volvió a brillar como pianista “a dos manos” en los años noventa, retomando las grabaciones de este tipo de repertorios.
En el 2003 volvió al Carnegie Hall para dar su primer recital a dos manos en más de tres décadas, dando muestras de los frutos de la paciencia y la resiliencia.
Su álbum Two Hands del 2004 alcanzó el top 5 en el Billboard Chart y fue considerado por los críticos una de las mejores grabaciones del año.
Con ese mismo título, en 2006, un breve documental sobre su historia personal fue nominado a los premios y se encuentra disponible en algunas plataformas de video.
Al celebrar sus noventa años, se presentó en Toronto con la Toronto Symphony en el festival Gilmore. Se retiró de los escenarios en 2019, pero su labor docente continuó hasta las últimas semanas de su vida, que alcanzó el póstumo compás el pasado 2 de agosto.
Fleisher nos ha dejado no solamente una valiosa cantidad de notables performances y grabaciones, sino además un memorable ejemplo de cómo en la adversidad sigue vigente la capacidad de encontrar el para qué que renueve nuestras fuerzas, nuestro entusiasmo, nuestro continuo aprendizaje y nuestro desarrollo, a la vez que eso nos posibilita ser una fuente viviente que irradia lo encarnadamente aprendido a los demás.
Grabación de Fleisher interpretando el “Estudio para la mano izquierda en La Bemol Mayor”, op. 36 de Feliz Blumenfeld