Sentía sobre ella “una mano de hierro”, dos días antes de morir. “Fue el asalto final del demonio”, repetía santa Teresa de Lisieux a sus hermanas
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El ángel custodio hizo todo tipo de favores a santa Teresita de Lisieux (1873 Alenzón, Francia – 1897 Lisieux, Francia) y ella contaba siempre con él para cualquier ayuda. Pero la mística carmelita tuvo también una relación de gran sufrimiento con los ángeles malos o diablos.
La extraña enfermedad
En su vida, como en la de todos los santos, el diablo, con el permiso de Dios, intentó obstaculizar su camino hacia la santidad. Ella misma consideró como obra del demonio la misteriosa enfermedad que la atacó a los nueve años.
Del mismo modo, consideró como una tentación diabólica la angustia que sintió en la vigilia de su profesión religiosa, a tal punto que pidió luz a la maestra de las novicias y a la madre superiora.
El dolor en el costado
Su hermana Celina, en la fe sor Genoveva, dio testimonio:
«Una mañana, al despertar, la encontré angustiadísima; parecía encontrarse en una lucha violenta y penosa. Me dijo: ‘Esta noche sucedió algo misterioso: Dios me pidió que sufriera por ustedes y acepté; inmediatamente mis sufrimientos se duplicaron. Tú sabes que me duele particularmente el costado derecho; bien: de repente ha empezado a dolerme también el izquierdo y con una intensidad casi insoportable. Entonces entendí la acción tangible del demonio, que no quiere que yo sufra por ustedes. Me estrechó como con una mano de hierro, impidiéndome tener el más mínimo alivio y llevándome a la desesperación. ¡Sufro por ustedes y el demonio no quiere!’».
«Vívidamente impresionada -continúa sor Genoveva- encendió un cirio bendecido y, poco a poco, el demonio se alejó para no volver. No puedo expresar lo que sentí al escuchar esas palabras; la enferma estaba pálida y como transfigurada por el sufrimiento y la angustia; tuve la sensación de que las dos estuviéramos envueltas por lo sobrenatural».
Dos días antes de morir
Otra religiosa cercana a ella, sor María del Sagrado Corazón, nos cuenta:
«Dos días antes de su muerte nos pidió agua bendita diciendo: ‘¡Cuánto sufro! No logro hacer el más mínimo movimiento; siento que me aplasta una mano de hierro. ¡Recen por mí! Creo que el demonio es quien aumenta mi dolor para llevarme a la desesperación. No sufro por mí, es por alguien más y él no quiere'”. Decía: “Oh, si se supiera cuánto es necesario rezar por quienes agonizan! Creo que el demonio pidió a Dios el permiso de tentarme con un sufrimiento extremo, para que mi paciencia y mi fe fracasen”».
Después de estos sufrimientos, tan atroces, santa Teresita murió el 30 de septiembre de 1897.
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