Los antiguos sabios cristianos, sin ninguna dificultad, ponen bajo la supervisión y guía de los ángeles todo el mundo inorgánico y animado, las estrellas, los astros, la tierra, los elementos, las plantas, los animales, los países, los pueblos, el ser humano. Mira por quéYa entre los judíos se había llegado a la opinión de que no hay nada en este mundo, ni siquiera una brizna de hierba en la que no se coloca un ángel.
Así, incluso los países -para el judaísmo- están sujetos a la custodia de un ángel y esta idea se conservó incluso en la antigüedad cristiana.
Los Padres de la Iglesia, sin ninguna dificultad, ponen bajo la supervisión y guía de los ángeles todo el mundo inorgánico y animado, las estrellas, los astros, la tierra, los elementos, las plantas, los animales, los países, los pueblos, el ser humano.
La tesis de los Padres
Por ejemplo, Orígenes, san Ambrosio, san Agustín admiten que cada objeto, los elementos, los astros y hasta los insectos sean encomendados al cuidado de un ángel particular. Al respecto, escribe san Agustín:
“Creemos con certeza que en este mundo cada criatura visible se confía a un poder invisible según el testimonio repetido varias veces en la misma escritura” (De diversis quaestionibus octoginta tribus liber, Pl, 40,11-40, q. 83 e seg.)
En este sentido, la teología católica está de acuerdo con la mejor filosofía y, de hecho, santo Tomás de Aquino concuerda:
“Todos los seres corporales están gobernados y mantenidos en orden por seres espirituales, todas las criaturas visibles por criaturas invisibles” (Summa Theol., p. I, q. XLV, a. 3.).
Dios y los ángeles
Dios actúa como primer motor universal; los ángeles actúan como motores secundarios y particulares; su acción está subordinada a la acción divina, la aplica de alguna manera y la especifica.
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Explicamos esto con un ejemplo familiar. Yo lanzo una pelota: es en virtud de Dios que actúa mi brazo, es de esta misma virtud que la pelota sigue el impulso dado: sin embargo, es evidente que mi brazo es el motor de la pelota.
Es así -si se permite comparar las grandes cosas a las pequeñas- como los ángeles ponen en movimiento, gracias a la virtud divina, las esferas celestiales y todas las fuerzas vivas de la naturaleza.
Ellos son los motores secundarios subordinados al primer motor que es Dios.
La actividad exterior
Su naturaleza espiritual en constante movimiento los hace tan específicos para esta función, y los objetos corporales necesitan tanto ser solicitados y puestos en movimiento por una actividad externa, que Santo Tomás explica claramente este axioma:
“Es necesario que la criatura corporal sea movida por la espiritual”, «Oportet quod creatura corporalis a spirituali moveatur» (Sum. Prim. Pars q. CX, a. 1, ad prim).
El movimiento y el calor
Los ángeles no son solamente los motores de los seres corporales; están también encargados de dirigir y coordinar sus respectivos movimientos, de manera tal que no haya ninguna confusión y que todo permanezca en el equilibrio que es la paz de la naturaleza inanimada. Damos algunos ejemplos.
Los físicos han descubierto la ley que explica que cada movimiento puede transformarse en calórico y, recíprocamente, que cada calórico puede transformarse en movimiento.
¿Cuál es la fuerza inteligente?
Por lo tanto, el estado del globo se basaría en la distribución correcta de movimiento y calórico en todas sus partes. Pero, ¿cuál es la fuerza inteligente que presidirá esta división, si no algún espíritu angelical?
Dirija su atención a la innumerable cantidad de semillas que se disputan el suelo de la tierra. ¿No es necesario que su distribución y su germinación estén sujetas a algunas leyes, para que las especies útiles no desaparezcan frente a la multiplicación ilimitada de los parásitos?
Ahora bien, ¿cuál es, repetimos, la fuerza inteligente que vela por la ejecución de estas leyes preservadoras, si no la energía de los seres espirituales designados por Dios para administrar este mundo?
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La lucha por la existencia
Podríamos multiplicar estos ejemplos: sería útil. Es suficiente un momento de reflexión para comprender que el universo no puede ser entregado a las fuerzas ciegas que surgen de la materia y que estas fuerzas, para la armonía del todo, deben contenerse y dirigirse por fuerzas inteligentes.
Si le parece bien, ponga como ley la lucha por la existencia; pero admita la intervención en esta lucha de un poder moderador que emana de Dios y que se ejercita a través del ministerio de los santos ángeles.
Gracias a esta, la lucha queda circunscrita a límites sabios, recorta algunas superfluidades, y no alcanza el exterminio de la especie.
De Aristóteles a Orígenes
Estas verdades tienen el testimonio de toda la Antigüedad. Los filósofos Aristóteles y Platón construyeron diversos sistemas sobre la intervención de los espíritus como moderadores de las cosas terrenales.
Instruidos por la Biblia, los Padres de la Iglesia, sin perderse en vanos sistemas, fueron todavía más afirmativos y precisos.
Orígenes, en un curioso pasaje relativo a la burra de Balaam, dice que el mundo necesita ser administrado por los ángeles y que ellos tienen la intendencia sobre los mismos animales, proveyendo su multiplicación como la vegetación de las plantas y los árboles.
San Agustín dice, por su parte, que cada especie distinta de uno de los reinos de la naturaleza está gobernada por un poder angelical.
San Agustín no lanzó esta afirmación por casualidad. El Apocalipsis menciona “otro Angel – el que tiene poder sobre el fuego” (14,18), y “al Angel de las aguas” (16,5).
Esto nos hace comprender que hay un ángel encargado de regular la distribución de las aguas tanto en las nubes, como en las venas de las montañas, de los ríos y los mares.
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