Hace unos días una señora que está en proceso de separación me comentaba lo duro que le está resultando volver a hacer vida de soltera.
“Mis amigas sólo quieren que salga y que me vuelva a enamorar, que un clavo saca a otro clavo, pero yo no puedo, no tengo ninguna gana…. ¡mi marido se ha ido con otra!”.
Los procesos de separación siempre son duros para ambas partes. Otra cosa es cómo llevemos ese proceso internamente.
No es lo mismo estar rumiando la decisión de romper un matrimonio durante un tiempo que encontrarse con la decisión ya tomada y sin margen de maniobra.
No es lo mismo tener hijos que no tenerlos, no es lo mismo que haya terceras personas que el que no las haya… No es lo mismo en ningún caso.
Cada matrimonio es un mundo y cada persona un universo. Por eso, pase lo que pase y pese a quien le pese, no es lo mismo para nadie.
Un verdadero duelo
“Me da cierto respeto exponerme a la gente -me comentaba-. No tengo ganas de dar explicaciones a nadie por lo que estoy pasando y trato de ocultarme”.
“Sin embargo, con niños, la vida continúa y aunque a mi marido parezca que esto no le está afectando, yo me siento incapaz de relacionarme como antes”.
Esta situación es algo bastante frecuente en los procesos de separación. Una situación muy dolorosa en la que el hecho de encontrase frente a frente con la realidad genera un dolor que sólo el que lo ha pasado sabe a qué me estoy refiriendo.
Es necesario un tiempo para poder pasar ese duelo, pero ¿cómo?
En ocasiones, cuando nos encontramos con un matrimonio que hace aguas, uno se enfrenta a esa realidad y decide pedir ayuda.
A veces esa ayuda resulta eficaz, pero otras veces llega tarde, porque la otra parte ya ha despegado en su proceso y ha tomado la decisión.
Por eso, cuando haya marejada o sólo marejadilla, pide ayuda.
Muchas veces los problemas o las dificultades, vienen provocadas por diferencias en lacomunicación que generan errores de interpretación generando conflictos, pero eso no necesariamente tiene que desembocar en una ruptura.
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Otras veces, ante esa realidad y después de una fase de negación y enfado o incluso rebeldía por lo que nos está ocurriendo, no cabe más remedio que aceptar lo que tenemos delante, por muy doloroso que nos resulte.
Es en ese momento cuando es necesario encontrar esas cosas positivas (los hijos en común, experiencias positivas que nos ha aportado esa relación, momentos que nos quedan del tiempo compartido con tu pareja, etc…), para poder dar un paso hacia delante y agarrar con fuerza la vida que tienes frente a ti.
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La mayoría de las veces, esa fuerza nos la dan nuestros hijos, que -si estamos atentos- son los grandes maestros de nuestras vidas.
Cuántas lecciones hemos aprendido de ellos a lo largo, por ejemplo, de esta pandemia sin ir más lejos… Su capacidad de adaptación al cambio, su ilusión, su resiliencia, su capacidad de disfrute de las cosas sencillas, su creatividad, su cariño, etc … Estas realidades son las cosas verdaderamente importantes.
Otra fase por la que uno atraviesa después de una ruptura es la necesidad de cariño y del cuidado personal, precisamente para vernos bien nosotros y que los demás nos vean bien, principalmente nuestros hijos.
Esta señora me comentaba que en este proceso había adelgazado 7 kilos, se veía demacrada, sin fuerzas y sólo lloraba….
Después de esa toma de conciencia para quererse y cuidarse ahora ha empezado a tomar el sol, come y duerme algo mejor,…
Aunque le cuesta hacer vida social. No quiere trato con nadie, le da como vergüenza que le pregunten por su matrimonio, por ese marido al que nunca ven y por su soledad y mala cara…
Este es el siguiente paso: poder retomar tus actividades con normalidad, cada uno a su tiempo, poco a poco, sin prisas.
Habrá días en que a uno le apetezca socializar y otros en los que uno prefiera estar en modo caracol… No pasa nada, forma parte del proceso.
Lo importante es no dejarse llevar por la apatía y la desgana, ya que si nos dejamos, suele generar un languidecimiento que nos lleva a la tristeza.
Y la tristeza aunque es un sentimiento muy legítimo, hace que sólo sintamos pena por nosotros mismos (muy normal por otro lado), pero que nos desenfoquemos de nuestro objetivo.
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Actitud positiva
Precisamente porque hemos hecho una lectura positiva/constructiva de lo sucedido, podemos mirarnos con más cariño para descubrir todas esas cualidades que cada uno lleva en su interior y que nos ayudan a crecer, a creer en nosotros y a evolucionar, a encontrar nuestro para qué, un sentido a lo que nos ha pasado y a lo que nos queda por vivir.
Y es en ese para qué cuando descubrimos que pese a nuestra cicatriz, pese a nuestro dolor, la vida continúa, que podemos caminar y avanzar con paso firme.
Porque hemos sido capaces de sobrellevar una situación dolorosa para nosotros y pese a eso, querernos y querer a los demás.
Necesitaremos nuestro tiempo para curar esa herida, pero en ese durante, somos capaces de ver más allá de nuestro propio dolor y darnos cuenta de todo lo que nos espera, de la gente que nos quiere y de nuestra valía como personas…