La Cuaresma está llegando a su fin.
No olvides a Aleteia en tu ofrenda cuaresmal
para que brille la esperanza cristiana.
¡Apoya a Aleteia!
La situación de los habitantes de calle de Bogotá en medio de la pandemia la conoce, como pocos, Fray Ñero, un franciscano que se ha dedicado a evangelizar con los más pobres en las calles, el “gran altar donde está el Cristo vivo”.
Él no le huye a los que todos evaden por su aspecto, él no teme a los que son considerados delincuentes o a los que deambulan víctimas de la drogadicción. Por el contrario, los abraza, los consuela, los asiste al momento de la muerte y les lleva alimentos y palabras de consuelo para soportar el frío, la soledad y el rechazo de la sociedad y de sus propias familias.
Su mayor preocupación actualmente son las 15.000 personas que pasan la cuarentena del coronavirus en los fríos andenes de la capital colombiana:
“Hago un llamado a las autoridades, quiero saber cuál es el plan para atender a esos 15 mil seres humanos que viven en las calles mientras hay cuarentena obligatoria. Los centros del gobierno no tienen capacidad para todos ellos, muchos están enfermos y otros han muerto solos, es imposible pedirles que usen tapabocas o se laven las manos de 4 a 5 veces al día”.
Los leprosos de nuestro tiempo
Fray Gabriel Gutiérrez Ramírez, de 63 años, nació en un hogar de ocho hermanos, con muchas necesidades económicas. Hace 32 años se ordenó sacerdote y ha trabajado con la población en zonas afectadas por el narcotráfico, el conflicto armado y la pobreza.
Hoy vive con su comunidad en pleno centro de Bogotá, pero desde que descubrió su vocación se expandieron para él los límites de su convento y se dedica a trabajar en los barrios cercanos con las personas que se refugian en parques, caños o canales, atrios de iglesias y plazas, en condiciones de vulnerabilidad, explotación y pobreza.
Hasta allí llegan fray Ñero y los voluntarios de la Fundación Callejeros de la Misericordia, dedicada a apoyar pastoralmente diferentes fenómenos sociales de calle como vendedores informales, trabajadoras sexuales, migrantes, artistas callejeros, afrodescendientes, comunidad LGTBI y todos los seres humanos que se han visto obligados o que por decisión propia se han ido a vivir a las calles de ese sector de Bogotá.
El 30 de julio de este año se cumplen 4 años desde que el sacerdote descubriera este fenómeno social y el drama que encierra la vida en condición de calle.
“En 2016 bajé por primera vez a un caño y encontré a una multitud de rostros que reflejaban momentos crueles de la vida. Allí me empezaron a llamar Fray Ñero, que entre ellos significa compañero, lo que es un honor para mí como sacerdote y como franciscano”.
Sin embargo, en general ñero es un término despectivo para llamar a una persona que vive en la calle y hace daño, viste mal o huele mal.
El religioso empezó a llevarles alimentos y medicina y se fue ganando su confianza. Así empezó a estudiar y comprender este fenómeno y a dar respuesta desde el Evangelio y desde el pensamiento de San Francisco a la realidad que viven “los leprosos de nuestro tiempo”.
La fundación les organiza jornadas de salud; les celebra la Navidad; los ayuda a contactar a sus familiares; les lleva comida, ropa y la palabra de Dios; los apoya en rehabilitación; los asiste en las más variadas necesidades y los ayuda a prepararse para la inclusión social.