Me gusta pensar que el reino de Dios nace como la semilla pequeña y se desarrolla en lo oculto. Dice la Biblia:
Me gusta la pobreza de los comienzos. La semilla incipiente que muere y da un brote tan pequeño que a penas puede verse.
Parece imposible que de una semilla pueda surgir un árbol. Parece todo tan débil... Me resulta incomprensible que de lo pequeño pueda nacer lo más grande. ¿Es siempre así?
Los pequeños comienzos de las grandes obras
El reino de Dios actúa como la levadura en la masa en manos de una mujer:
Es así siempre en los comienzos. Puede ser así en los momentos en los que parece todo perdido en mi vida. Escribió el padre José Kentenich:
Son momentos en los que el desastre parece inminente, el final de todo lo que había soñado. En ese momento se hace más visible la presencia de Dios.
Parece imposible que las cosas salgan bien de acuerdo con categorías humanas. Pero no es así. La semilla pequeña tiene que morir. La levadura tiene que hacer fermentar la masa y desaparecer.
El Reino de Dios crece por la noche sin que nadie lo vea. Las obras de Dios, que aparentemente no son nada y parecen irrelevantes ante el poder del mundo con todo su ruido.
El poder de los poderosos parece insalvable para mi debilidad. Sólo me queda confiar en que una fuerza superior a la mía irrumpirá en medio de mi vida y hará un milagro.
Cuando no queda nada
Así me siento yo en medio de la pandemia cuando veo que mis seguridades han caído. ¿Qué me queda? Sólo confiar.
O cuando veo que me cuestionan verdades de mi vida que parecían inamovibles. Y cuestionan a los que creo santos.
Entonces levanto la mirada al cielo y confío. Vuelvo a confiar mirando a María mi Aliada y espero de Ella la misericordia. ¿Cómo voy a dudar de su poder en mi vida? Decía el Padre Kentenich:
Me dejo llevar en las alas del águila porque solo no puedo elevarme en las alturas. En las alas del águila sólo aspiro a tocar el sol.
Voy directo hacia el cielo. Me dejo llevar y dejo de temer. No pongo mi confianza en mis propias fuerzas.
Para nosotros imposible, pero no para Dios
La semilla más pequeña dará como fruto un árbol inmenso. El poder del árbol nace de una semilla insignificante. Para los hombres todo parece imposible. Pero para Dios nada lo es.
En momentos en los que caen mis esperanzas humanas, mis planes mezquinos soñados en mi corazón.
En esos momentos en los que me siento abandonado, miro al cielo y miro a Dios.
Mi esperanza está puesta en ese sol que ilumina la oscuridad de mi camino. Nada temo.
Mira aquí algunas frases para crecer en la fe y la esperanza: