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5 maneras en que Jesús trató con personas difíciles

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Theresa Noble - publicado el 12/07/20

Jesús hacía preguntas, no actuaba a la defensiva y sabía cuándo ignorar algo

¿Cómo deberíamos lidiar con las personas difíciles? Algunas personas en nuestra vida quizás sean difíciles simplemente porque nos desafían. O quizás porque son diferentes. O quizás sean difíciles porque vivimos con ellas (y la proximidad amplifica las manías). O quizás resulten difíciles porque nosotros somos difíciles y hay algo en nosotros que les molesta de alguna manera.

O quizás sean difíciles sin más.

Sea como sea, podemos aprender a aceptar lo inconveniente, lo incongruente y lo molesto (tanto de personas como de hechos) en nuestra vida no solo como fastidios necesarios, sino como dones.

Heather King escribe:

Cuando estamos abiertos y receptivos a todo lo que el mundo tiene que ofrecer y todo lo que el mundo tiene que enseñarnos, entonces todo se ilumina desde dentro. Entonces vemos que todo está, o puede estar, conectado con nuestra búsqueda de belleza y orden. Todo “pertenece”: muñecas viejas, diarios decrépitos, botones descartados. Personas difíciles.

Ver a las personas difíciles bajo esta luz positiva parece todo un reto, pero podemos empezar por aprender a tratar con otras personas de una forma similar a como hacía Cristo. La Escritura nos enseña algunas de las formas en que Jesús trataba con las personas difíciles:

1.- Jesús hace preguntas

En el Capítulo 12 de Lucas, piden a Jesús que resuelva una disputa familiar y Él responde, básicamente, “¿Quién te crees que soy, Supernanny?” (cierto, es una traducción muy libre, pero te haces una idea). Es interesante señalar que Jesús hace muchas preguntas en la Escritura. Las preguntas de Jesús eran a veces retóricas o desafiantes y, otras veces, estaba enviando un mensaje. Al emplear preguntas, Jesús enfatiza su apertura a la otra persona.

Es curioso, pero las personas tendemos a no hacer muchas preguntas. Asumimos, pontificamos, aleccionamos, observamos, interrumpimos y juzgamos. Pero rara vez nos esforzamos en hacer preguntas a otras personas. Al emplear preguntas con frecuencia, creo que Jesús está ejemplificando el comportamiento de un buen comunicador, uno que se preocupa lo suficiente por la otra persona como para implicarse y plantearle un reto. Incluso, y quizás especialmente, si la otra persona está siendo difícil.

2.-Jesús nunca se ve acorralado

En el Capítulo 6 de Lucas, Jesús está dando un paseo de sabbat con sus discípulos y los fariseos salen de repente y lo acusan de violar el sabbat por recoger grano. Jesús ni se inmuta. Nunca se asusta de las personas que intentan hundirlo o que piensan lo peor de él, porque lo que piensen los demás no está en el centro de su atención.

A veces las personas nos acorralan con sus presunciones y juicios y podemos empezar a dudar de si la forma en que nos ven es más objetiva que como nos vemos nosotros mismos. Es difícil cuando sentimos que otras personas nos malinterpretan o no se toman el tiempo suficiente para conocernos antes de juzgarnos. Sin embargo, como Jesús, no tenemos que sentirnos definidos por las proyecciones de otras personas. Nuestra identidad reside y se encuentra en Dios, no en lo que otras personas intenten imponernos.

3.- Jesús sabe cuándo ignorar

¿Recuerdas aquella vez que Jesús echó una bronca a sus antiguos vecinos y amigos de su ciudad natal de Nazaret? Se pusieron tan histéricos que decidieron tirarlo por un precipicio. Jesús, al ver que no cabía razonamiento con esas personas, caminó a través de la multitud, ignoró su rabia y “continuó su camino” (Lucas 4).

A veces, a las personas difíciles les dan berrinches, hablan con rudeza o nos tratan de forma abusiva (en Internet pasa constantemente). Esta es la señal para desconectarnos y alejarnos. Jesús sabía cómo mantener su presión sanguínea bajo control y los ojos en el objetivo. Por supuesto, si tenemos que lidiar de forma asertiva con alguien que hace esto en persona, una discusión cara a cara podría ayudar. Pero más tarde.

4.- Jesús no actúa a la defensiva

En el Capítulo 10 de Marcos, Santiago y Juan le dicen a Jesús algo como: “Queremos que hagas por nosotros lo que sea que te pidamos”. Vaya jeta. ¡Eso sí que es abusar de la confianza! Pero Jesús no es codependiente, así que los caprichos de los demás y la falta de respeto de los límites personales no le intimidan. Él sabe cuándo decir no y cuándo decir sí y no se fustiga cuando no contenta a otras personas.

A veces las personas pueden pedirnos más de lo que nosotros podemos darles. Quizás incluso intenten persuadirnos con chantaje emocional. Antes de que nos demos cuenta, nos encontramos doblando el espinazo intentando contentar a una persona agresivao con necesidades infantiloides (¡y que rara vez se da por satisfecha!). Pero Jesús no intenta agradar a la gente. Jesús no necesita protegerse de las personas; la voluntad de Dios ya es bastante seguridad. De aquí viene su actitud tranquila y no defensiva.

5.- Jesús es flexible

En Mateo 15, una mujer cananea pide a Jesús que cure a su hija y Él dice que no. Pero luego se conmueve por la respuesta de fe de la mujer y sana a la chica. Jesús se acerca a los demás con una mente abierta. Incluso cuando tiene ideas preconcebidas, permite que el Espíritu lo conmueva.

Cuando una persona difícil se nos acerca, quizás pensemos: Vaya tela, vuelta a empezar o Este cuento ya me lo conozco, pero Jesús mantenía una mente abierta cuando se le acercaban otros. Porque nunca se sabe. El Espíritu quizás te conmueva o la persona que normalmente es difícil tal vez actúe de forma distinta e inesperada. Ser cercanos a los demás nos acerca al Espíritu Santo que obra en nosotros y en la otra persona.

Jesús, ayúdame a verte en todas las personas, incluso las que me suponen un desafío. Ilumíname con tu amor esplendoroso para que pueda verte incluso en las personas más difíciles. Todo ser humano está hecho a tu imagen. Ayúdame a reconocerte y a amarte en ellos.

Sor Theresa Aletheia Noble, FSP, es autora del libro The Prodigal You Love: Inviting Loved Ones Back to the Church [El pródigo que amas: invitar a los seres queridos de vuelta a la Iglesia].

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