Nadie sabe cómo llegaron a un pequeño pueblito de Venezuela, pero allí están, espectrales y poderosas
Desafiando el paso de los siglos, su historia la rodea un misterio jamás descifrado. ¿Qué hacen unas cadenas tan gruesas, imposibles de mover y sin rastro de señales que indiquen cómo fue que se engancharon sus eslabones uno al otro?
Son conocidas como las cadenas del Socorro o cadenas de El Baúl, un recóndito pueblito en el estado Cojedes donde están abandonadas. Fue un Pueblo de Misión, fundado el 1 de mayo de 1744 por el padre capuchino fray Pedro José Villanueva. Lo bautizaron como San Miguel Arcángel de la Boca del río Tinaco, por su ubicación en la desembocadura del río del mismo nombre.
La localidad tuvo una importante presencia indígena en los primeros tiempos. Sufrió un par de olas de fiebre amarilla y sus tierras son ricas en ganadería y agricultura. Un detalle curioso es el origen de su nombre, El Baúl, atribuido a distintas teorías, siendo la más aceptada la de su geografía, ya que está rodeado de grandes cerros y ríos. El pueblo está atravesado por ríos navegables, el Río Cojedes y el Río Tinaco.
Las cadenas están a lo largo de una vereda, alineadas como si alguien las hubiera colocado en línea recta y del lado derecho de la carretera. No se sabe por qué están ahí, ni quién ni cómo las arrastró hacia el lugar, pero la imaginería popular ha tejido diversas hipótesis.
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