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Este niño, curado por la intercesión del padre McGivney, es “como un beso de Jesús”

John Burger - publicado el 08/07/20 - actualizado el 29/05/23

Estaba condenado a morir antes de nacer pero ahora es "probablemente el más feliz" de los 13 hijos de Daniel y Michelle Schachle

Michael Schachle tiene 8 años y Síndrome de Down. Vive en Dickson, Tennessee (Estados Unidos) y, según su padre, Daniel Schachle es “probablemente el niño más feliz de nuestra casa”. Daniel, junto a su esposa, Michelle tienen 13 hijos.

“Siempre está alegre“, dice Daniel. “Es un niño revoltoso de cinco años que corre todo el rato, juega, se interesa por las cosas. Tiene un fantástico sentido del humor. Siempre está como bromeando con la gente, haciendo chistes y cosas así”.

Y Michael es también una señal de que el padre Michael J. McGivney, fundador de los Caballeros de Colón, se encuentra entre los santos.

El 27 de mayo, el Vaticano anunció que una minuciosa investigación sobre la curación de Michael Schachle de un síndrome fetal cuando todavía era no nato es atribuible a la intercesión del padre McGivney. La curación no tuvo explicación médica o científica.

En otras palabras, fue un milagro, que abre el camino a la beatificación del padre McGivney, quien falleció en 1890.


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Esta historia increíble empezó el último día de 2014, cuando Michelle Schachle, embarazada, acudió a una ecografía. La imagen mostró unos signos preocupantes. La médica de Michelle afirmó que era probable que el niño tuviera trisomía 18 o trisomía 21, comúnmente denominada síndrome de Down.

Michael Schachle

Prueba tras prueba, finalmente, el 25 de febrero de 2015, la médica dijo a la pareja que su bebé tenía, de hecho, hidropesía fetal, una condición en la que el bebé se ve oprimido por una acumulación incontrolable de líquido.

“La doctora nos dio un 0 % de esperanza de supervivencia”, recuerda Daniel. “Nos dijo que llevaba ejerciendo 30 años la medicina y nunca había visto a un niño sobrevivir a esto”.

La doctora explicó a Michelle que podría dejar proseguir el embarazo hasta que el bebé falleciera por su propia cuenta y luego los médicos inducirían el parto. Existía además un riesgo para la vida de la madre: el síndrome del espejo pasa a la madre mucha cantidad del fluido que desarrolla el bebé lo que sería muy peligroso para ella. Por eso la doctora dijo que “podría interrumpir el embarazo ahora mismo”, cuenta Daniel.

Aunque la diagnosis aterrorizaba a Michelle, cuyo primer bebé años atrás había nacido muerto, los Schachle sabían que el aborto nunca iba a ser una opción. Daniel dijo que sintió furia cuando debatieron esto, ya que su instinto paternal para proteger a su hijo había aflorado.

Michael Schachle

La pareja, desolada, se fue a casa con muchas preguntas. Hablaron con su párroco para empezar a planificar el funeral. Sin embargo, Daniel decidió rezar, pedir una cura. Siendo Caballero de Colón, su oración se dirigió instintivamente al padreMichael J. McGivney, fundador de la sociedad fraternal católica.

Toda su carrera como agente de seguros de los Caballeros se había basado en la visión del padre McGivney en la fundación de los Caballeros. Para Daniel, era una “vocación de continuar el cuidado de viudas y huérfanos que el padre McGivney imaginó”.

Los Schachle, que educan a sus hijos a través del homeschooling, desarrollaron una red en las que participan otras familias con el mismo modelo educativo. Nombraron a su escuela en el hogar Father McGivney Academy. “A menudo le hemos pedido que rece por nosotros y durante años hemos rezado por su canonización”.

Sin embargo, la oración de este padre asumía ahora las características de la Agonía de Jesús en el Huerto de los olivos, y Daniel articuló unas palabras similares:

“Señor, si quieres, no nos hagas beber este trago amargo, pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya”.

Pidió específicamente al padre McGivney que intercediera por la curación de su hijo y prometió ponerle a su hijo el nombre del fundador de los Caballeros si se concedía su petición.

“Después de rezar, me levanté y dije a mi esposa lo que había hecho”, explica. “Ella estaba un poco frustrada al principio porque tenía muchas ganas de nombrar al bebé [Benedict] en honor a su abuelo. Pero a la mañana siguiente decidió subirse al carro de la petición y empezó a pedir a sus amigos que rezaran al padre McGivney, como hice yo, a través de grupos de cadenas de emails y cosas así”.

Daniel dice que el día que decidió pedir por la intercesión del padre McGivney “estábamos dándole vueltas a la cabeza intentando procesar todo lo que estaba pasando. Nos preguntábamos cuánto tiempo conservaríamos al bebé hasta que falleciera.”

“Michelle ya estaba haciendo planes y estábamos hablando con nuestro párroco sobre el funeral y algunos amigos habían elaborado unos faldones fúnebres para vestir al bebé. Un día entré en el dormitorio y mi esposa estaba tumbada en el suelo llorando. Estaba inconsolable”, explica Daniel.

Por su parte, Michelle recuerda arrodillarse y decir a Dios: “‘Si te llevas a mi bebé, te seguiré queriendo, pero me llevará tiempo perdonarte. Haré lo que quieras que haga. Está todo en tus manos’. No recuerdo si fue ese día o el siguiente, que dije ‘Por supuesto Dios puede curarlo, pero ¿y si no lo hace, Daniel?’. Y él me respondió: ‘No, va a ser curado'”.

Los acontecimientos de las próximas semanas confirmaron sus instintos.

Michael Schachle

Los Schachle ya tenían planeado ir a Fátima en marzo con un grupo de compañeros agentes de seguros de los Caballeros de Colón y sus esposas. Los agentes iban a ir acompañados del caballero supremo Carl A. Anderson y el capellán supremo de los Caballeros, el arzobispo de Baltimore William E. Lori. El viaje también incluía Madrid y había una opción —que añadieron los Schachle— de hacer una parada adicional en Roma.

Antes de partir hacia Fátima, la pareja fue a otra ecografía para asegurarse que Michelle podría viajar. Lo era, aunque el bebé mostraba mucho líquido en los pulmones y la cabeza. Continuaron rezando por la intercesión del padre McGivney por el pequeño, reuniendo a toda la familia cada noche para rezar el rosario y la oración para la canonización del padre Michael J. McGivney.

En Roma, la pareja se reunió con un amigo, un sacerdote de Estados Unidos que estudiaba en una de las universidades de Roma. Tras saber de la situación de la pareja, el sacerdote se ofreció para celebrar misa en una de las capillas laterales de la basílica de San Pedro.

Al grupo le fue asignado al azar el altar de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Casualmente, es un altar que había sido restaurado unos 20 años antes con financiación de los Caballeros de Colón.

De hecho, Michelle ya conocía su aspecto porque le gustó una fotografía que había recibido en una tarjeta navideña del caballero supremo Anderson unos años antes y que conservaba en su rincón de oración.


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Esta fue solo la primera de varias coincidencias. En Fátima, cuando el grupo de agentes y sus esposas se reunió para una misa, la lectura del Evangelio del día resultó ser el pasaje en el que un funcionario real ruega a Jesús una cura para su hijo enfermo.

Jesús le dijo: “Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen”.

El funcionario le respondió: “Señor, baja antes que mi hijo se muera”.

Vuelve a tu casa, tu hijo vive“, le dijo Jesús. El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino.

“Probablemente ese fue uno de los momentos que más esperanza nos dieron, cuando escuchamos el Evangelio ese día”, afirma Daniel.

Llegaron a Madrid a tiempo para el 19 de marzo, que no era solo lafiesta de San José, sino también el aniversario de boda de los padres de Daniel. Era festivo en la ciudad. También se celebraba el día del padre. Michelle y Daniel pasaron gran parte de su tiempo visitando iglesias por toda la ciudad, admirando su arte y arquitectura.

Por extraño que parezca, cada vez que llegaban a una iglesia era el momento de la Consagración. El padre McGivney, cuyo segundo nombre era Joseph (José), era ante todo un sacerdote, y en el centro de la vida del sacerdote está la celebración de la Eucaristía, que imita el acto de Jesús en la Última Cena.

“Físicamente, me sentí mejor” después de la misa en Fátima, recuerda Michelle. “Echando la vista atrás, ahora me doy cuenta de que probablemente también me sentí mejor en la misa en Roma. Nunca supe si aquello fue solo por evadirme de todo y descansar o si fue el punto en que Michael fue salvado“.

Los Schachle tuvieron otra ecografía al volver a casa a Estados Unidos a finales de marzo. La médica que les había dado las malas noticias en un principio no estaba disponible ese día, así que vino otra doctora a revisar las últimas imágenes.

Michael Schachle

“Es el bebé más bonito que haya visto nunca. Míralo”, le dijo a Michelle.

Michelle miró la pantalla y vio una ligera turbiedad. “Eso es líquido, ¿verdad?”, preguntó a la médica.

“Un poco”, respondió.

“En la ecografía anterior, su cavidad torácica parecía un globo debido a todo el líquido acumulado”, dijo Daniel. “Como si sus pulmones estuvieran todo arrugados y pudieras ver sus órganos flotando en un inmenso mar de fluido. Podías ver su cara, tenía el aspecto de un hombre de 100 o 150 kilos, de lo hinchada que tenía la cabeza”.

“Pero todo eso había desaparecido cuando volvimos”, asegura Daniel.

Según parece, la nueva doctora no estaba al tanto del diagnóstico de hidropesía fetal, ya que hablaba de planes de ver a otro médico que cuidaría del bebé en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales después del parto.

“Le dije ‘Doctora, pensaba que no había esperanza'”, dice Michelle. “Y ella como que se paró a mirar su nombre. Y recuerdo claramente que dijo ‘Según parece acabáis de volver de Fátima’, porque es como si cayera en la cuenta de quiénes éramos. Luego recuerdo que dijo: ‘Con Dios, siempre hay esperanza‘”.

Preguntó por el nombre del bebé y Michelle empezó a llorar. “Le dije, ‘Doctora, ha habido mucha controversia con el nombre, pero parece que se va a llamar Michael McGivney’. Y esa fue la primera vez que lo llamé Michael y nunca volví a llamarlo Benedict”.

Michael McGivney Schachle nació el 15 de mayo de 2015. Un tiempo después, Daniel salía de su oficina camino de una reunión y vio de refilón la reproducción de un acta del primer consejo de los Caballeros de Colón. Al pie aparecían la fecha, 15 de mayo de 1882, y la firma de “M. J. McGivney”.

Michael Schachle

Para la familia Schachle, ser los padres de un “bebé milagro” no es la única recompensa por su fidelidad. Daniel dijo que nunca pidieron para que desapareciera el diagnóstico de trisomía 21. “Lo considerábamos un gran don a nuestra familia y a nuestros hijos, el poder crecer junto a alguien con síndrome de Down“, declara.

Y el efecto de toda esta experiencia sobre la familia ha sido transformador. “Pude ver que los hijos que siguen en casa han ahondado mucho en su fe por lo sucedido”, explica. “Después del parto, los tres mayores se fueron a la universidad. Algunos de ellos tenían vacilaciones con la fe. [Pero ahora] todas las chicas se plantean la vida religiosa”.

Michael Schachle

Antes de Michael, muchos de los niños Schachle se caracterizaban por una “visión mundana con Dios en un lado”, explica Daniel. “Ahora es lo contrario. Cristo es lo más importante en el mundo”.

Michael Schachle

“Es difícil comprender” lo sucedido, comenta Michelle. “Sabes que Dios obra milagros. Lo hace todos los días. Pero tardaré toda la vida en comprenderlo y asimilarlo. Y como perdí a una hija, cada cumpleaños, cada graduación, cada fiesta, durante años he añorado verla y abrazarla. Así que para mí, personalmente, miro a Michael cada día y es un regalo que recibo de nuevo. Cada cumpleaños, cada sonrisa”.

Michelle, cuyo nombre es la forma femenina de Michael, Miguel, dice que tener este niño milagro es como “un beso de Jesús, un enorme regalo cada día”.

Michael Schachle

MICHAEL MCGIVNEY

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