En la Hospital de la Cruz Roja de San José y Santa Adela de Madrid, una hermosa estatua representa a una enfermera que sostiene a un enfermo con firme delicadeza. A sus pies, una palabras grabadas, recuerdan a la mujer que la inspira: “A la Duquesa de la Victoria, insigne bienhechora de los soldados heridos y enfermos por la campaña de Marruecos”. La estatua, que tiene una réplica en Cádiz, fue erigida en vida de la duquesa, pues tal era su notoriedad, ganada a costa de grandes esfuerzos y sufrimientos.
María del Carmen Angoloti y Mesa había nacido en Madrid el 7 de septiembre de 1875 en el seno de una familia acomodada pues era la tercera de los cuatro hijos de Carmen Mesa y Joaquín Angoloti, senador y presidente de la Cámara de Comercio de Madrid. La felicidad de una vida regalada se vio truncada por la prematura muerte de su madre cuando era solamente una niña. El calor del resto de la familia y su propio carácter positivo consiguieron que María del Carmen saliera adelante y se formara como una joven amante de la lectura, la música y el deporte.
Tenía tan solo diecisiete años cuando se casó con Pablo Montesinos y Espartero, duque de la Victoria y conde de Luchana, títulos que asumió su nueva esposa. El duque, oficial de caballería, ejercía como ayudante de cámara y escolta del rey Alfonso XII. La pareja, que nunca tuvo descendencia, pasó varios años viajando por Europa hasta que se instalaron en Berlín, donde Pablo Montesinos había sido nombrado agregado militar.
A su vuelta a España, su estrecha relación con la reina Victoria Eugenia de Battemberg sería el inicio de una nueva vida. Ambas compartían el mismo espíritu de vocación y ayuda a los enfermos y necesitados por lo que empezaron a colaborar juntas realizando obras de caridad desde la Cruz Roja. Mujer piadosa y con gran espíritu emprendedor, fue una de las impulsoras de la construcción de la Iglesia de la Concepción de Madrid, cuya primera piedra se colocó en 1902.
María del Carmen quiso ir más allá y en 1918 empezó a estudiar enfermería para profesionalizar lo que hasta el momento era simplemente una vocación. Poco tiempo después, se encontraba dirigiendo el hospital madrileño en el que en la actualidad se erige la estatua en su nombre y que ella misma ayudó también a construir.
Los trágicos acontecimientos sucedidos por aquel entonces en Marruecos llevaron a María del Carmen a dar un nuevo y peligroso paso en su joven carrera como enfermera. Era el verano de 1921 y la duquesa se encontraba en San Sebastián acompañando a la reina cuando recibieron la dramática noticia de la derrota de Annual, una de las más terribles de las que sufrieron las tropas españolas durante la guerra del Rif.Miles de muertos, heridos y enfermos yacían en el campo de batalla. Hombres a los que aquellas dos mujeres no iban a dar la espalda. “Vete allí y verás lo que puedes hacer”. Con esas palabras, la reina pidió a María del Carmen que se trasladara a Melilla, petición que cumplió acompañada de otras enfermeras.