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El coronavirus rompe teorías

COVID

theskaman306 | Shutterstock

Dr. Enrique Jaureguizar Cervera - publicado el 23/05/20

En esta pandemia se ha demostrado una vez más que la medicina no es una ciencia exacta

La medicina es una ciencia, pero también es un arte. La medicina se basa en la ciencia, el conocimiento científico obtenido de la observación y la experimentación, en la medicina basada en la evidencia. Pero no es una ciencia exacta, de ahí que muchos la consideremos un arte. Porque en medicina A+B no siempre es igual a C.

Cada enfermedad es un mundo, cada paciente es un mundo y debemos entender que aunque nos basemos todos en la ciencia debemos adaptarnos e innovar.  “La medicina es la más humana de las ciencias y la más científica de la humanidades” dice el médico y profesor experto en bioética Edmund Pellegrino.

En situaciones como la que estamos viviendo ahora con el coronavirus y ,como se ha hecho en otras ocasiones en la historia, el médico y el investigador han tenido que sacar todo su ingenio e imaginación, su arte y buscar otras soluciones al problema basándose, por supuesto en la ciencia y en su experiencia.

En teoría, el virus no se transmite por el aire, sino en microgotitas de más de 5 micras que, en teoría, solo alcanzan 1 metro de distancia y permanecen en el aire unos pocos segundos. Sin embargo son muchos los que creen que el virus se transmite a más distancia y que permanece más tiempo en el aire.

Por eso, las recomendaciones han ido cambiando a medida que pasan los días. Al principio indicaron una distancia de seguridad de 1 metro, después pidieron 1 metro y medio y, ahora se recomienda guardar una distancia de 2 metros.

En teoría, las personas pocos sintomáticas o asintomáticas no transmiten o la transmiten poco, pero en la práctica hemos visto que los asintomáticos también contagian y mucho más de lo que se pensaba al principio.

Tampoco las mascarillas parecerían necesarias, en teoría, dado que se solicitaba una distancia de seguridad entre pacientes asintomáticos suficiente para evitar el contagio. Pero ya van más de 55.000 sanitarios infectados por lo que la práctica clínica ha demostrado la necesidad crucial de medidas de protección eficaces para los profesionales que trabajan en centros de salud, residencias y hospitales, así como para otros colectivos que se exponen día a día al riesgo de contraer la enfermedad. 

Hemos comprobado cómo el uso de la mascarilla hace que disminuyan los contagios. Por ello, insisto, por favor, por respeto, por prudencia, por tu salud, la de los tuyos y la de toda la sociedad, ponte la mascarilla. 


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Ya hemos visto que en los países que han tenido éxito en el control de la epidemia, no solo hacen test masivos desde el inicio sino que todos llevan mascarillas.

En teoría, los médicos no tienen por qué llevar EPIS (equipos de protección individual), pero la cruda realidad nos aporta un terrible dato: decenas de sanitarios han muerto durante esta pandemia. Por eso, a día de hoy los sanitarios que ven pacientes con covid-19 se atavían con buzo, bata impermeable, delantal, mascarilla FFP2, mascarilla quirúrgica encima, gafas o pantalla de protección ocular, guantes de vinilo, encima guantes de látex, calzas, gorro de quirófano… y con toda esta armadura y el calor que produce deben de atender a sus pacientes de la misma manera.

Miles de sanitarios están de baja por no ser precavidos o por no poder aplicar bien las medidas de protección ya que muchos no disponían del material necesario.


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En teoría, a los pacientes con la covid-19 no se les debe suministrar corticoides porque, en teoría, empeoran la inmunidad y agravan la infección vírica, pero en la práctica hemos visto cómo salvan vidas cuando se les ha administrado en el momento justo.

En teoría, al paciente recién infectado que tiene pocos síntomas se les trata con paracetamol y agua, poco más, pero en la práctica se ha visto también que son vitales administrarles anticoagulantes y antivirales como el antiparasitario hidroxicloroquina.

En teoría, para tratar un virus no funcionan los antibióticos, ni los antiparasitarios, pero en la práctica se ha visto que por un mecanismo u otro, sí han sido eficaces.

En teoría, el Kaletra, un antiretroviral (un antiviral ARN) es el que mejor debería funcionar, y en la práctica se ha visto que es peor el remedio que la enfermedad.

En teoría, los IECA (unos fármacos para la tensión) se debían retirar, dado que se observó que los virus conseguían usar sus receptores para entrar, en la práctica se han visto que son incluso protectores.

En teoría, el virus no se transmite por el semen, ni por la orina, ni por las heces, pero se han visto cientos de familiares infectados de pacientes que, en teoría, ya no podrían transmitir el virus por vía respiratoria.

En teoría las mascotas no se podían infectar del virus y no pueden transmitirlo, pero ya se han visto varias mascotas que también han sido infectadas.

En teoría, el calor frenaría al virus, en la práctica ya se ve como avanza el virus en países tropicales. En teoría no hacía falta cerrar los aeropuertos, ni las fronteras, ni hacer controles sanitarios, ni cerrar las ciudades con mayor tasas de muertes, pero la realidad se impuso y la gente se alejó de las ciudades llevando la infección a cada rincón de cada país. Solo quedaba como opción el confinamiento y el desastre económico y social que ello conlleva.

Y así, pese a el exigente confinamiento, por no tomar mayores medidas preventivas desde el inicio de la crisis, todavía hoy podemos decir que no hemos vencido al virus, solo lo hemos parado y, por así decirlo, hemos vuelto al principio, en el que hay pocos casos activos que, si la población no respeta las recomendaciones, corremos el riesgo de volver a la dramática situación de hace unos meses.

La tasa de contagios será exactamente la misma si volvemos todos a la calle, dado que menos del 10% están ahora protegidos y necesitamos cerca del 70% para tener inmunidad de grupo.

Ahora conocemos mucho más del virus, sabemos algo más del peligro al que nos estamos enfrentando, estamos algo mejor preparados y tal vez algo más equipados. Se supone que ya sabemos que deberíamos hacer en caso de rebrote epidémico:

  • protegernos con mascarillas y las demás medidas higiénico-sanitarias: distancia social y lavado de manos
  • realizar tests a todos los casos, sintomáticos y asintomáticos
  • tratamiento,
  • aislamiento
  • y seguimiento precoz de contactos (cuarentena de los contactos estrechos con seguimiento por inteligencia artificial y nuevas tecnologías)

No sería necesario por tanto seguir aislando a todo el mundo. Si lo hacemos bien, las dos oleadas que están por venir no serán muy agresivas y podremos, con la ciencia como base, contener esta infección como hemos podido contener tantas otras.

La ciencia se actualiza a diario y gracias a todos los estudios científicos que se han hecho durante la pandemia en pocos meses tendremos nuevas bases de evidencia en la que sustentar nuestra práctica y nuestro arte.

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