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Polución, un gran problema para la “casa común”

POLLUTION

Shutterstock | VanderWolf Images

Macky Arenas - publicado el 26/04/20

Razón tiene el papa Francisco en el marco de las celebraciones del 50º Día Mundial de la Tierra: la "casa común" no es un depósito de recursos para ser explotados

A veces es en el momento más álgido, cuando se atraviesa una crisis inédita en tiempos recientes, el instante en que hay que mover el foco. Si bien el coronavirus tomó por sorpresa al mundo entero y ha puesto de relieve las deficiencias de los sistemas de salud, aún los que se consideraban más avanzados, no es menos cierto que la humanidad está soportando, desde hace largo tiempo, flagelos mortíferos y desgarradores sobre los cuales sí tenemos noticia pues las alertas tempranas no han faltado y tampoco la sugerencia de correctivos y planteo de soluciones. Pero no hemos escuchado.

Tal vez hacía falta esta angustia para comprender su importancia. ¿Cuántos no se preguntaron acerca de la pertinencia del llamado a cuidar la “casa común” del Papa Francisco a través de su encíclica Laudato si?

Por una utopía modesta

Paul Valadier es un jesuita francés especialista en Nietzsche,  doctor en Filosofía y Teología, además de director de Archives de Philosophie y profesor de Filosofía Moral y Política en las Facultades de la Compañía de Jesús en París. En la revista ETUDES de París, reflexiona sobre la crisis sanitaria que conocemos actualmente y cómo nos ha revelado, “brutalmente, nuestra profunda vulnerabilidad como un destino común que ha afectado nuestra voluntad de control”. Pero sentencia: “Después del período de reclusión y de la emergencia de cuidados para salvar vidas, viene el tiempo de la reflexión y del compromiso”. Para cumplirlo necesitamos, asegura parafraseando a Albert Camus, “una utopía modesta”.

Valadier, quien es autor de numerosos libros, entre ellos La Iglesia en proceso: catolicismo y sociedad moderna y figura como miembro de la European Society for Catholic Theology, completa su propuesta:

“Será necesario, entonces, llegado el momento, y ojalá que no tarde en llegar, que responsables verdaderos, en ese sentido profetas,  despierten o cultiven  esas energías de vida y de audacia para reconstruir lazos más o menos debilitados, rescatar una vida económica  gravemente comprometida, inyectar solidez a nuestros sistemas políticos y continuar alentando a vivir una solidaridad más allá de nuestras fronteras nacionales. Porque, y es otra buena noticia, nos redescubriremos realmente habitantes de esta « casa común », de la cual habla el papa Francisco, para lo malo sin duda (pandemias) pero también para lo mejor (descubrimientos científicos de medicamentos salvadores)”. 

El trasfondo moral del problema

André Comte- Sponville, considerado el filósofo francés contemporáneo más relevante a escala europea, en una entrevista con «Le Soir » (Bruselas), llamó la atención acerca del barullo mediático que acompaña al coronavirus haciendo incapié en el trasfondo moral del problema: “La desnutrición de nuestros días mata 9 millones de personas al año, entre ellos 3 millones de niños. Por qué hablamos de 10.000 muertos en Italia, de 3000 muertos en Francia, 500 muertos en Bélgica y tan poco de esos 9 millones?”.   Y lo razona: “En parte, porque el Covid-19 es una enfermedad nueva, y uno teme a lo que no conoce. En parte, también, aunque moralmente no tiene pertinencia, el que sea una enfermedad que mata más en países que no son los nuestros (…) Han muerto 600.000 personas por año en Francia, 150.000 por cáncer. Por qué los decesos debidos al Covid-19 son más importantes que los otros 600.000?”.

Preguntado acerca de si  estaría queriendo decir que el coronavirus no es tan grave, respondió: “Una enfermedad que puede matar millones de personas es, evidentemente, muy grave. Pero por ello hay que hablar solo de eso? Observe nuestros noticiarios televisivos. La guerra en Siria? Ya no hay noticias! Los inmigrantes? Desaparecidos de los espacios! El recalentamiento climático? Olvidado!”.

Convencido de que si pensáramos más en la muerte, amaríamos más la vida, viviríamos más intensamente y seríamos menos propensos al pánico por esta pandemia, subrayó: “Es siempre ante el mal que resentimos la ausencia de bien (…) Por mucho tiempo hemos compartido valores comunes, morales y religiosos. Por lo tanto, hoy sentimos que las comunidades sanan a partir de virtudes como la generosidad, la compasión, la gratitud y la humildad”. Y se pregunta: “Hacía falta sucumbir a la angustia para redescubrir su importancia?”.

La polución: el asesino silencioso

A principios de mes, Pranav Reddy, un prestigioso médico y microbiólogo de Yale University, también especializado en Administración Pública en la Harvard Kennedy School, escribió un artículo donde denunciaba el drama de la contaminación, el cual, no por ser cotidiano y de larga data, deja de ser menos amenazante y letal para la humanidad.

Comienza con una anécdota que tuvo lugar en diciembre pasado, cuando la ciudad de Delhi alcanzó picos increíbles de contaminación, lo cual llevó a los médicos a declarar emergencia pública y se ordenó cerrar las escuelas. Ese mismo mes un hombre compareció ante la Corte Suprema de la India acusado de violación  y  asesinato. Se enfrentaba a la pena de muerte y el alegato a su favor apeló a que “la calidad de nuestro aire se parece a una cámara de gas. El agua está llena de veneno. Por qué sentenciarlo a muerte cuando la polución ya está recortando rápidamente su vida?”. Reddy comenta: “El argumento era absurdo e inútil. Pero reflejó una verdad soterrada: tanto en India como en el mundo entero, crece la preocupación por la manera como la salud se deteriora en las ciudades contaminadas”.

Desde Beijin hasta Baltimore –repasa- la crisis es similar. Y, según la Organización Mundial de la Salud, más del 80% de las personas que viven en áreas monitoreadas han tenido experiencias insanas con el aire que respiran debido a los niveles de polución.

Todo esto incide dramáticamente, según destaca, en las cifras de infartos, accidentes cerebrovasculares, diarreas y otras infecciones gastrointestinales; también en el desarrollo cerebral de los niños y, por supuesto, en las complicaciones respiratorias como asma, cáncer de pulmón, diabetes y deficiencias de peso en los recién nacidos.

El doctor Pranav Reddy recuerda un estudio publicado en Nature Communications en septiembre de 2019, el cual examinó las placentas de 28 parturientas y encontró lo que parecían trazas de carbón negro acumulado en las paredes de las placentas, lo que sugiere que las partículas de polución afectan directamente el desarrollo del feto. “Otro estudio más reciente –explica- llevado a cabo en Boston entre madres embarazadas, expuestas a altos niveles de aire contaminado durante la preñez, refleja como  consecuencia una pobre salud cardiovascular en el recién nacido”.

Cita el “impresionante impacto” de la polución en la salud, confirmado este año por un estudio publicado en el New England Journal of Medicine que examinó el aire contaminado en 652 ciudades alrededor del planeta, encontrando que las partículas contaminantes están relacionadas al crecimiento de la mortalidad por problemas cardiovasculares y respiratorios. Precisa, igualmente, que los cambios climáticos tienen un papel importante en estas enfermedades.

No pasó por alto mencionar a The Lancet Commission (que trabaja sobre Polusión y Salud)  la cual estima que el costo económico global actual por polución es de 4.6 trillones de dólares. Fue justamente esta comisión la que reveló, en su informe de 2017, que nueve millones de personas sufren muerte prematura al año por causa de la polución, un 16% de las muertes globales y más de número de muertes por guerras o hambre.

Reddy termina su escrito con esta frase: “Como comunidad global, colectivamente y de manera urgente debemos actuar para resolver el problema de la polución. Nuestra salud depende de nosotros”.


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