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Cuatro décadas sin Alfred Hitchcock

HITCHCOCK

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Ramón Monedero - publicado el 24/04/20

Un tipo bastante normal en lo cotidiano. Católico convencido estuvo casado con la misma mujer durante más de cincuenta años

Alfred Hitchcock tenía tanta fe en el cine que a veces se le veía el truco. Pero no importaba, lo importante era cómo funcionaba el engranaje interno de sus películas. De hecho, buena parte del atractivo del cine de Hitchcock consiste en comprobar cómo el director inglés fuerza la máquina para exponer sus inquietudes y sus obsesiones.

Hitchcock comenzó en el cine mudo inglés en torno a 1922 y no fue hasta 1940, treinta y ocho años después, cuando dio el salto a Hollywood. La historia de cómo Hitchcock fue tentado por la Tierra de los Sueños dio pie a un libro realmente fabuloso, Hitchcock & Sleznick de Leonard J. Leff (Leartes, 1992).

En este trabajo se relataba como el productor de Lo que el viento se llevó, David O. Selznick, trajo a Hollywood al director más prometedor de Inglaterra. Fue una invitación y una posterior colaboración compleja. No se sabía quién tenía más ego y quien quería controlar más el resultado final de su película.

Sin embargo Hitchcock tenía las de ganar, era el que estaba detrás de la cámara y siempre que podía (porque no siempre podía) filmaba las escenas para que solo se pudieran montar de una manera. Eso ponía histérico a Selznick. Puede que por esta razón la relación Hitchcock/Selznick no durara demasiado.

Y aunque Alfred Hitchcock hizo hasta ese momento grandes películas sus gigantescas obras magnas no vendrían, probablemente hasta La ventana indiscreta. El film, narrado desde el punto de vista de un personaje con la pierna escayolada, nos cuenta como Jeff (James Steward) espía a sus vecinos con su cámara fotográfica, especialmente a uno de ellos, que está convencido de que ha asesinado a su esposa.

El cine de Hitchcock siempre se argumentó en torno al crimen, con especial atención al asesinato. Es por esta razón que muchos pensaran y sigan pensando que el llamado maestro del suspense era un tipo despreciable lleno de turbulentos fetichismos ocultos.

Sin embargo, lo cierto es que Alfred Hitchcock era un tipo bastante normal en lo cotidiano. Católico convencido estuvo casado con la misma mujer durante más de cincuenta años, Alma Reville, de la que se sabe, era en gran medida co-responsable del genio del director británico. Supervisaba sus guiones, hacía correcciones y sus sugerencias no se quedaban a un lado. 

Hitchcock en cambio prefería poner toda la carne en el asador en el set de rodaje construyendo todas sus películas en torno a una misma obsesión, la mirada. El que observa y lo que contempla, acción y reacción, todo su cine se mueve en torno a esta relación. La ventana indiscreta es probablemente una piedra angular de esta máxima y también de cómo funciona en sus películas los valores morales.

En realidad es muy sencillo. El mal siempre recibe su castigo. Puede que los personajes “normales” con lo que solía jugar Hitchcock tuviera sus pequeñas obsesiones y sus secretos personales pero siempre se mantenían ahí dentro, en el interior de cada uno.

Por esta razón las películas de Hitchcock son tan interesantes porque cuando confluían las obsesiones secretas de los personajes con la propia maquinaria externa de sus películas el resultado era un inesperado universo intrínsecamente personal. Repleto de miradas, miedos, secretos y valores la mirada jugaba un papel fundamental en la obra de Hitchcock y su legado, 40 años después de su muerte, sigue aún dando mucho de qué hablar e inspirando y orientando a jóvenes y viejos cineastas.

Paradójicamente a Alfred Hitchcock le costó mucho que le tomaran en serio en el sector. Para la mayoría no era más que un magnífico diseñador de fuegos de artificio pero sin ningún valor añadido. Tuvo que ser la joven crítica francesa de principios de los cincuenta a través de su célebre revista Cahiers du Cinema (fundada en 1951 por André Bazin) la que reivindicara la obra de Alfred Hitchcock como la de uno de los autores más importantes de la historia del cine. Luego sí, también le dieron un Oscar, a título honorífico, aunque supongo que para enmendar el error le otorgaron no una, sino dos estrellas en la avenida de la fama de Los Angeles, una por su contribución al cine y otra por su labor en la televisión.

Otro día hablaremos de “Alfred Hitchcock presenta”… 

Tags:
cine
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