“No tengo palmas ni palmones, pero sí mi corazón sediento de ti y de tu poder…”
¿La enfermedad o cualquier otra circunstancia no te permite ir a la iglesia con tus palmas a celebrar la misa? Que eso no frene tu alabanza a Jesús en su entrada a Jerusalén. También en soledad o con tu familia puedes exaltar a Jesús con esta oración para un Domingo de Ramos distinto:
En este Domingo de Ramos tan singular,
Señor Jesús, desde el silencio en mi casa,
te aclamo hoy como aquel día te aclamó el pueblo de Jerusalén,
cuando entrabas en la ciudad montado en un burrito.
Levanto mis manos a ti, con humildad,
no tengo palmas ni palmones,
pero sí mi corazón sediento de ti y de tu poder,
y algunos esfuerzos, sacrificios y esperanzas,
en estos días de dificultad, míos y de otras personas,
que te ofrezco con confianza.
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
¡Hosanna en el cielo!
¡Viva Jesús, rey de reyes!
Bendícenos, protégenos del mal,
sé Tú por siempre nuestro rey.
Amén.
Domingo de Ramos
El domingo anterior a la Pascua es una fiesta muy tradicional y familiar, que se ha expresado también en el arte:
El “día de la palma”, los católicos recuerdan el día en que Jesús de Nazaret entró solemnemente en la ciudad de Jerusalén, donde moriría.
Iba sentado en un pollino prestado y aclamado como salvador, con ramos y palmas: “Bendito el que viene en el nombre del Señor”.
En cierto modo, la celebración el día de Ramos es como una entrada también a su pasión y muerte, cuyo relato se proclama en la misa ese domingo. Pero sobre todo es una fiesta de alegría en la que los católicos acogen y aclaman a quien les ha devuelto la vida eterna: