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En la pandemia, el Papa recuerda los 7 dolores de la Virgen

PIETA', MICHELANGELO, VATICANO

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Ary Waldir Ramos Díaz - publicado el 03/04/20

Francisco reza por aquellos que ayudan a resolver los problemas causados por el coronavirus Covid-19 

En la misa de Casa Santa Marta, trasmitida en vivo desde el Vaticano, el papa Francisco piensa en la pobreza y el hambre que crearán la pandemia de coronavirus. Hasta la fecha, hay más de un millón de casos de Covid-19 en todo el mundo.

Hay personas que a partir de ahora empiezan a pensar en el después: el más allá después de la pandemia. Todos los problemas que vendrán: problemas de pobreza, de trabajo, de hambre… Recemos por todas las personas que nos ayudan hoy, pero también piensa en el mañana, para ayudarnos a todos.”.




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Este viernes, 3 de abril de 2020, de la quinta semana de Cuaresma, durante la misa matutina para acompañar a los fieles del mundo durante la pandemia, el Papa recordó los 7 dolores o sufrimientos de la Virgen María:

Hoy nos hará bien pensar en los dolores de la Virgen y agradecerle porque aceptó ser madre”.

En su homilía, Francisco sostuvo que este viernes de pasión que precede al Domingo de Ramos, la Iglesia conmemora los dolores de María, Nuestra Señora de los Dolores.

“Nuestra Señora de los Dolores”

Una veneración que el Pueblo de Dios ha tenido durante siglos, por la que “se han escrito himnos en honor a Nuestra Señora de los Dolores: ella se paró al pie de la cruz y la contemplan allí, sufriendo”.

“La piedad cristiana ha recogido los dolores de la Virgen y habla de los ‘siete dolores’.

El primer dolor, sólo 40 días después del nacimiento de Jesús, la profecía de Simeón que habla de una espada que atravesará su corazón.

El segundo dolor, piensa en la huida a Egipto para salvar la vida de su hijo.

El tercer dolor, esos tres días de angustia cuando el niños se quedó en el templo. 

El cuarto dolor, cuando Nuestra Señora se encuentra con Jesús en el camino del Calvario.

El quinto dolor de la Virgen María es la muerte de Jesús, ver al Hijo allí, crucificado, desnudo, muriendo.

El sexto dolor, el descenso de Jesús de la cruz, muerto, y lo toma en sus manos como lo había tomado en sus manos más de 30 años antes en Belén.

El séptimo dolor es la sepultura de Jesús.

Y así, la piedad cristiana sigue este camino de Nuestra Señora que acompaña a Jesús.

THE PIETA
Ma. Paola Daud

Es bueno para mí, a última hora de la tarde, cuando rezo el Ángelus, rezar estos siete dolores como recuerdo de la Madre de la Iglesia, ya que la Madre de la Iglesia con tanto dolor nos dio a luz a todos.

La Virgen nunca pidió nada para sí misma, nunca. Sí, para los demás. Pensemos en Caná, cuando va a hablar con Jesús. Nunca ha dicho: “Soy la Madre, mírame: seré la Reina Madre”. Ella nunca dijo eso”.

La Virgen “no pidió algo importante para ella, en el colegio apostólico. Sólo que ella acepta ser madre. Acompañó a Jesús como discípula, porque el Evangelio muestra que siguió a Jesús: con sus amigos, con las mujeres piadosas, siguió a Jesús, escuchó a Jesús.

Una vez que alguien la reconoció: “Ah, aquí está la madre”, “tu madre está aquí”… ella estaba siguiendo a Jesús, hasta el Calvario.

Y allí, de pie… la gente seguramente dijo: “Pero, pobre mujer, cómo sufrirá”, y los malos seguramente dijeron: “Pero, ella también tiene la culpa, porque si lo hubiera educado bien esto no habría terminado así”. Allí estaba, con el Hijo, con la humillación del Hijo.

Honrar a la Virgen María es decir: “Esta es mi Madre”, porque ella es Madre. Y este es el título que recibió de Jesús, justo ahí, en el momento de la Cruz. Tus hijos, tú eres la madre. No la nombró primer ministro ni le dio títulos de “funcionalidad”. Sólo “Madre”.

Y luego, los Hechos de los Apóstoles la muestran en oración con los Apóstoles como una madre. La Virgen no quiso quitarle ningún título a Jesús; recibió el don de ser su Madre y el deber de acompañarnos como Madre, de ser nuestra Madre.

No se pidió a sí misma ser casi-redentora o co-redentora: no. El Redentor es uno solo y este título no se duplica. Sólo discípula y madre. Y así, como madre debemos pensar en ella, debemos buscarla, debemos rezarle.

Ella es la Madre. En la Iglesia Madre. En la maternidad de la Virgen vemos la maternidad de la Iglesia que recibe a todos, buenos y malos: a todos.

Hoy nos hará bien detenernos un poco y pensar en el dolor y las penas de Nuestra Señora. Ella es nuestra madre. Y cómo los trajo, cómo los trajo bien, con fuerza, con llanto: no era un llanto falso, era precisamente su corazón destruido por el dolor.

Nos hará bien detenernos un poco y decirle a Nuestra Señora: “Gracias por haber aceptado ser Madre cuando el Ángel te lo dijo, y gracias por haber aceptado ser Madre cuando Jesús te lo dijo”, concluyó la homilía.

Comunión espiritual

Francisco terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística, invitando a hacer la comunión espiritual. A continuación, la oración recitada por el Papa para ello:

“Creo Jesús mío que éstas realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma; pero, no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te hubiese recibido, me abrazo y me uno todo a Ti; Oh Señor, no permitas que me separe de Ti. Amén”

Antes de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antigua antífona mariana Ave Regina Caelorum (“Ave Reina del Cielo”):

“Salve, Reina de los cielos, y Señora de los ángeles; salve, raíz; salve, puerta que dio paso a nuestra luz. Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, oh hermosa doncella, ruega a Cristo por nosotros”.

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