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Papa Francisco: Para ver a Dios no necesitas cambiar de gafas

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Ary Waldir Ramos Díaz - publicado el 01/04/20

El Pontífice predicó sobre las bienaventuranza en estos tiempos difíciles de la pandemia por coronavirus: "Dichosos los que tienen el corazón puro, porque ellos verán a Dios»

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En los tiempos difíciles de la pandemia de Covid-19, el papa Francisco invitó: “No tengamos miedo, abramos nuestros corazones al Espíritu Santo». Lo hizo durante la Audiencia General de este miércoles, 1 de abril de 2020, desde la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano y difundida vía streaming live.

Así, el Papa prosiguió acompañando espiritualmente a los fieles del mundo durante el confinamiento por la pandemia de coronavirus. Y usó un lenguaje cercano: «Para ver a Dios no necesitas cambiar tus gafas», dijo.

El Papa insistió que “en estos momentos de prueba y oscuridad”, es necesario alinear el corazón con el Espíritu Santo para socorrer, especialmente “a todos nuestros hermanos y hermanas que sufren, y a quienes los ayudan y acompañan con amor y generosidad”.

Dichosos los que tienen el corazón puro…

En su predicación de hoy, recordó  la “bienaventuranza que dice: “Dichosos los que tienen el corazón puro, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8)” y – afirmó – “conduce a la alegría plena”. “Esta bienaventuranza nos promete la visión de Dios y tiene como condición la pureza de corazón”.

“¿Qué quiere decir tener el corazón “puro”? Significa conservar en nuestro interior lo que es digno de una relación auténtica con el Señor, y llevar una vida integra, lineal y sencilla en su Presencia”, expresó.

El Papa rezó para que Dios “nos conceda pureza y sencillez de corazón para descubrir su Providencia en los sucesos de la vida cotidiana”.

Asimismo, recordó que la próxima Semana Santa será una oportunidad para acercarse al misterio de la Cruz de Jesús, cuando al interno de una vacía Basílica Vaticana, sin fieles debido a las restricciones por el coronavirus, Francisco celebrará los ritos que recuerdan la pasión y muerte del Hijo de Dios que venció las tinieblas para siempre.

Una relación personal con Dios

Al reflexionar sobre esta sexta bienaventuranza, Francisco explicó que se necesita “tener sed de una relación personal con Dios, no mecánica…, al contrario, una relación personal” y signo de una relación sincera: «He sabido de ti sólo de oídas, pero ahora mis ojos te ven» (Jb 42:5).

“Muchas veces pienso que este es el camino de la vida en las relaciones con Dios. Conocemos a Dios de oídas, pero con nuestra experiencia vamos adelante, adelante y, al final, lo conocemos directamente si somos fieles. Y esta es la madurez del espíritu”.

¿Cómo llegamos a reconocer a Dios?

¿Cómo llegamos a esta intimidad de conocer a Dios con los ojos?,preguntó el Papa. “Se puede pensar en los discípulos de Emaús, que tienen al Señor Jesús a su lado, «pero sus ojos no pudieron reconocerle» (Jb 42:5). (Lc 24:16)”.

“El Señor les abrirá los ojos al final de un viaje que culmina con partir el pan y comienza con un reproche: ‘¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas!’ (Lc 24:25). Este es el origen de su ceguera: sus tontos y lentos corazones. Y cuando el corazón es insensato y tardo se ven las cosas nubladas”, expresó.

“Aquí reside la sabiduría de esta dicha: para contemplar, es necesario entrar dentro de nosotros mismos y hacer espacio a Dios, porque, como dice San Agustín, «Dios es más interior que lo más íntimo mío» («interior intimo meo»: Confesiones, III,6,11).

Para ver a Dios no necesitas cambiar tus gafas

Para ver a Dios no necesitas cambiar tus gafas o tu punto de vista, o cambiar autores teológicos que te enseñen el camino: ¡necesitas liberar tu corazón de sus engaños! Este es el único camino.

Es una madurez decisiva: cuando nos damos cuenta de que nuestro peor enemigo se esconde a menudo en nuestro corazón. La batalla más noble es contra los engaños internos que generan nuestros pecados.

Porque los pecados cambian la visión interior, cambian la evaluación de las cosas, te hacen ver cosas que no son verdaderas o por lo menos que no son así de verdaderas.

Por lo tanto, es importante entender lo que es la «pureza de corazón». Para ello debemos recordar que para la Biblia el corazón no consiste sólo en sentimientos, sino que es el lugar más íntimo del ser humano, el espacio interior donde la persona es ella misma.

El propio Evangelio de Mateo dice: «Así que, si la luz que hay en ti es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?». (6,23). Esta «luz» es la mirada del corazón, es la perspectiva, donde está tu síntesis, allí está tu corazón, el punto de lectura de la realidad (cf. Evangelii gaudium, 143)”, afirmó el Obispo de Roma.

¿Qué quiere decir tener el corazón “puro”?

Pero ¿qué quiere decir tener el corazón “puro”? El puro de corazón vive en la presencia del Señor, conservando en el corazón lo que es digno de la relación con Él; sólo así posee una vida íntima «unificada», lineal, no tortuosa sino simple.

El corazón purificado es, por lo tanto, el resultado de un proceso que implica liberación y renuncia. El puro de corazón no nace así, ha experimentado una simplificación interior, aprendiendo a negar el mal dentro de sí mismo, algo que en la Biblia se llama circuncisión del corazón (cf. Dt 10:16; 30:6; Ez 44:9; Jer 4:4).

Esta purificación interior implica el reconocimiento de esa parte del corazón que está bajo la influencia del mal. Pero yo me siento así, veo así, y esto es feo: reconocer la parte fea, la parte nublada por el mal».

Aprender el arte de dejarse guiar por el Espíritu Santo

“Esto es – insistió – aprender el arte de dejarse siempre enseñar y guiar por el Espíritu Santo. El camino del corazón enfermo, del corazón pecador, del corazón miope de tantas cosas, llega a la plenitud de la luz del corazón gracias a la obra del Espíritu Santo.

¡Es él quien nos guía por este camino! Y así, a través de este camino del corazón, llegamos a «ver a Dios”. Entretanto, señaló que “ver a Dios significa comprender los designios de la Providencia en lo que nos sucede, reconocer su presencia en los sacramentos, reconocer su presencia en los hermanos, especialmente en los hermanos pobres y en los hermanos que sufren, y reconocerlo allí donde se manifiesta (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2519)”.

“Esta bienaventuranza es un poco el fruto de las anteriores: si hemos escuchado la sed del bien que nos habita y somos conscientes de que vivimos de la misericordia, comienza un viaje de liberación que dura toda la vida y nos lleva al Cielo.

Se trata de “un trabajo serio y, sobre todo, de una obra que Dios hace en nosotros a través de las pruebas y las purificaciones de la vida, y que nos lleva, si lo aceptamos, a experimentar una gran alegría y una paz profunda y verdadera”.

No tengamos miedo, abramos las puertas de nuestro corazón al Espíritu Santo para que nos purifique y nos lleve adelante en este camino que conduce a la alegría plena”, concluyó.La audiencia general terminó con la bendición apostólica y la oración del Padre Nuestro.

Palabras de consuelo

Francisco también tuvo palabras de consuelo para centenares de chicos italianos de la diócesis de Milán que querían celebrar su profesión de fe y que habían reservado para venir a Roma, hoy, pero que por el confinamiento por el Covid-19 se quedaron en casa. Ellos enviaron dibujos y manifestaciones de afecto.

Queridos jóvenes, gracias por los mensajes, les agradezco por vivir la fe con entusiasmo y no perder la esperanza en Jesús, el amigo fiel que siempre llena nuestras vidas de felicidad, también en los momentos más difíciles”.

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