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Ruth, la misionera colombiana en África que reza contra el coronavirus

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Lucía Chamat - Aleteia Colombia - publicado el 26/03/20

La amenaza del coronavirus es una de las situaciones más difíciles que le ha tocado vivir a Sister Ruth, salesiana de Don Bosco que desde el 2006 es misionera en África.

“Oramos para que el virus no llegue por aquí. Esta pandemia es una realidad altamente amenazante, especialmente en estos países africanos”.

Así se refería hace un tiempo a la pandemia mundial por el coronavirus la hermana Ruth Mora, quien vive actualmente en Etiopía y dirige la comunidad Hijas de María Auxiliadora o Salesianas de Don Bosco en la provincia integrada por ese país, Sudán y Sudán del Sur (en dos de ellos en los últimos días ya se habían reportado casos positivos).

Esta monja colombiana anticipaba a Aleteiaque de llegar el coronavirus a esos tres países sería una situación terrible porque hay pocos hospitales, escaso personal de salud y precarias condiciones de vida:

“La infraestructura sanitaria es pobrísima y la gente vive hacinada. En estos momentos las escuelas están cerradas por prevención, lo que significa hambruna porque muchos de nuestros niños en Sudán del Sur, por ejemplo, tienen una sola comida al día, la que les da la escuela”.

La situación es aún más crítica si se tiene en cuenta que el paludismo acaba con miles de vidas cada año, los desinfectantes y elementos de aseo personal son artículos de lujo en esa región africana. Ante esa situación, la oración es la fuerza de las hermanas salesianas de Don Bosco que desde hace 35 años brindan ayuda a una población con muchas necesidades.

Además de orar constantemente se preparan lo mejor que pueden y por eso están elaborando tapabocas con la comunidad de la misión más lejana de Sudán del Sur, donde en los últimos días se han presentado enfrentamientos armados entre clanes, lo que dificulta aún más su labor humanitaria.

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Misionera colombiana

La religiosa Ruth Mora nació en Norte de Santander, región limítrofe de Colombia con Venezuela, y desde muy joven inició su camino vocacional. Su primera experiencia después de profesar votos fue en una casa de acogida para niñas en condiciones de alto riesgo, después fue a Roma a estudiar Ciencias de la Educación y volvió a su país, donde trabajó en un centro de pastoral social y una escuela estatal para formación de maestras.

Su siguiente misión fue en la Pastoral Juvenil de su comunidad en Roma, donde estuvo por seis años y recorrió varios de los 95 países en los cuales tiene sede su congregación. De allí pasó a trabajar en la comunidad de Santa María la Nueva del Darién en Urabá, una zona costera del oriente de Colombia, muy convulsionada por la presencia de guerrillas, narcotraficantes, paramilitares y contrabandistas.  “Fue un año precioso en el que recorrí las zonas rurales, escuchando y buscando caminos con la gente que volvía a su tierra después de años de violencia”, así recuerda la hermana Ruth este trabajo, en el que también ayudó a mujeres víctimas de la violencia.

Después de varias experiencias interculturales supo que estaba lista para salir de misión y así lo manifestó a sus superioras, quienes en 2004 la enviaron a África. Desde que se ofreció para una misión sin fronteras su familia la apoyó porque sabía que era feliz dando ese paso, aunque se fuera lejos: “Siempre digo que mi familia es misionera conmigo. Gracias a Dios pude asistir a mi papá en la fase terminal de su enfermedad y mi mamá está bien cuidada por mi hermana, lo que me da serenidad para seguir trabajando por aquí, eso sí, de la mano de María Santísima”, asegura.

Intercambio de niñas por vacas

Su primer destino fue Kenia, donde las Salesianas de Don Bosco trabajaban desde hacía muchos años y elle se hizo cargo del internado que acogía en ese momento a 220 niñas: “Aquí son muy comunes los internados, son espacios donde conviven niñas de distintos grupos étnicos y se educa en la interculturalidad, hay servicios públicos, biblioteca, comida y les damos formación humana y cristiana”.

Dos años después asumió la responsabilidad de la Casa Provincial que coordinaba la presencia hermanas salesianas en Kenia, Ruanda, Tanzania, Sudán y Etiopía, la cual fue restructurada y desde 2010 está al frente de las diez comunidades que tienen en Sudán, Etiopía y Sudán del Sur.

En este último país, uno de los más subdesarrollados del mundo, le tocó vivir todo el proceso de independencia de Sudán. “Sudán del Sur se constituyó formalmente en 2011 pero aún está todo por hacer, hay numerosos problemas ligados a conflictos interétnicos y ha vivido dos guerras civiles internas, sin embargo, la gente está abierta al aprendizaje y al encuentro con los otros”.

Para las hermanas el tema más complicado es la educación de las niñas porque hay algunos grupos étnicos donde son dadas en matrimonios precoces, no les permiten estudiar, la poligamia es muy fuerte y el intercambio de niñas por vacas es pan de todos los días.

“Nos duele cuando vemos que niñas brillantes de 14 o 15 años las dan en matrimonio a hombres de 55 o 60. Ellas sufren por eso, pero la fuerza del clan es tanta que, aun cuando luchan, al final dicen ‘bueno, este es mi camino’. No sé cuántas generaciones tendrán que pasar para que este modo de vivir se transforme y se reconozcan derechos a las niñas”.

Ante esta situación, el gran desafío de las hermanas Salesianas de Don Bosco es impulsar la educación de las niñas a un nivel superior y para ello han abierto la primera escuela superior en la región más lejana de Sudán del Sur.

Uno de los temas más difíciles es cuidar su salud, porque a diario luchan contra la malaria y el paludismo, así como contra las amenazas de una realidad política inestable. Actualmente en la misión que dirige “Sister Ruth” trabajan religiosas de 17 nacionalidades y muchos voluntarios de distintas partes del mundo, que refuerzan el trabajo de ellas y reconocen el liderazgo de esta monja colombiana que entrega su vida a los más necesitados, como lo confirma Melissa Aponte, joven administradora colombiana que dejó su trabajo y su familia por ayudar con esta obra durante más de un año.

“Hay un grandísimo espacio para la esperanza, porque uno ve el sufrimiento, pero ve también muchísimas potencialidades en las culturas”, recalcó la monja en su entrevista con Aleteia.


GLORIA CECILIA

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