Ahora que el mundo enfrenta el desafío del coronavirus, es importante recordar cómo la fe salvó a una de las ciudades más queridas del mundo Los amantes de Venecia hoy seguramente reconocen a primera vista, gracias a las guías turísticas, la iglesia de “Il Redentore”, una estructura de 250 pies con una imponente cúpula que se eleva sobre la isla de Giudecca.
Pero seguramente pocos sabrán que “Il Redentore” se construyó en 1592 para agradecer a Dios por su ayuda en la lucha contra un brote brutal de peste que mató a más del 30% de los habitantes de la ciudad.
Durante los años 1575-1577, un brote violento de peste bubónica asoló la entonces República de Venecia, matando a casi 50.000 personas. Casi uno de cada tres venecianos perdió la vida por la terrible enfermedad, incluido el pintor renacentista Tiziano.
Entonces, en 1576, durante el pico de la epidemia, el Senado decidió construir una hermosa iglesia para rezar para pedir a Dios ayuda en la lucha contra la enfermedad.
El dux Alvise I Mocenigo, gobernante de la República de Venecia, eligió a Andrea Palladio, uno de los arquitectos más influyentes del Renacimiento, para diseñar el proyecto.
Palladio optó por una iglesia de una sola nave con tres capillas laterales. La fachada fue modelada según la iglesia del Panteón en Roma, mientras que los 15 escalones que conducen a la entrada son una referencia al Templo de Jerusalén.
De esta manera, Palladio buscó construir una obra monumental que hablara de la fe que los cristianos de todos los tiempos han depositado en Dios.
Poco después de colocar la primera piedra, Palladio construyó una pequeña estructura de madera que funcionaría como una iglesia “temporal” mientras se construía la iglesia real.
Esta iglesia de madera funcionaba como una especie de capilla flotante, conectada al resto de la ciudad con puentes extraíbles y barcazas que permitían a los gobernantes y sacerdotes llegar al templo.
El 20 de julio de 1577, solo unos meses después de la decisión de la ciudad de construir una iglesia para pedir la ayuda de Dios, las autoridades declararon el fin oficial de la plaga. Una alegre procesión de botes partió de todos los rincones de la laguna para llegar a la “iglesia flotante” en agradecimiento.
Desde ese día, los venecianos se reúnen cada 20 de julio para celebrar la ayuda de Dios en la lucha contra la peste.
La ceremonia comienza la noche anterior, con pintorescos fuegos artificiales en toda la ciudad. Al día siguiente, los venecianos navegan en los canales con góndolas decoradas con adornos que muestran su gratitud por el final feliz de un duro capítulo de su historia colectiva.