Francisco en la homilía de hoy lamenta que la actitud de desdén e indignación denote “pobreza de espíritu” y que sea la actitud de los “orgullosos que viven sólo con la ilusión de ser más de lo que son”
En el séptimo día de oración desde la Casa Santa Marta en el Vaticano, este lunes 16 de marzo de 2020, el papa Francisco siguió pidiendo a Dios por las familias en cuarentena por el coronavirus en Italia y en el mundo. Así como lo hizo en el Ángelus del domingo, rezó para que con creatividad crezcan las relaciones familiares.
“Seguimos rezando por los enfermos, pienso a las familias encerradas, los niños no van a la escuela, a lo mejor los padres no pueden salir, algunos están en cuarentena. Que el Señor les ayude a descubrir nuevas formas de convivencia, nuevas expresiones de amor”.
El Papa aseguró que “es una ocasión nueva para encontrar los verdaderos afectos, la creatividad en las familias; rezamos por la familia, para que las relaciones de familia, en estos momentos, florezcan siempre en el bien”.
A penas ayer en la tarde, el papa Francisco salió del Vaticano y caminó por una Roma desierta en peregrinación a Santa María la Mayor y a la iglesia de San Marcello al Corso para visitar a un crucifijo milagroso que salvó la Ciudad Eterna de una plaga en el siglo XVI.
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En efecto, el mundo necesita oración: los enfermos aumentan día a día y, hasta la fecha sólo en Italia son 20.603 personas contagiadas por el coronavirus, 2.853 más en comparación con los datos del sábado, y los curados son 2.335, 369 más que en el último boletín.
Los fallecidos aumentan también: 1809.Por tanto, el número de contagios totales desde la detección del brote en Italia a finales de febrero es 24.747, contando los pacientes, los fallecidos y los curados.
Sencillez de Dios
Francisco predicó hoy sobre la indignación de aquellos que no entienden la simplicidad de Dios. Personas que caen en el desdén, una actitud de los “orgullosos”,y que denota “pobreza de espíritu”: “los orgullosos que viven sólo con la ilusión de ser más de lo que son”.
Así, recordó «el escándalo fariseo«: me escandalizo por cosas que “son la simplicidad de Dios. “Y siempre la indignación te lleva a la violencia; tanto la violencia física como la violencia de la palabra, que mata como la violencia física”, afirmó.
Enojo e indignación
En la homilía, el Papa meditó hoy sobre el Segundo Libro de los Reyes (5,1-1 5a) cuando Naamán, un hombre prestigioso, fue limpiado por Dios de una grave enfermedad en la piel, y el Evangelio según san Lucas (4-24-30) en el que Jesús avisa que ningún profeta es querido en su propiatierra; “una actitud humana y no de buen espíritu: el enojo, la indignación”.
Luego se refirió a la gente de Nazaret a la que le gustaba cómo hablaba Jesús, pero no lo aceptaban y decían: “Pero este ¿en qué universidad se graduó? Este es hijo de María y José, este era un carpintero, ¿qué nos quiere decir?El pueblo se enojó, se indignó. Este desdén los llevó a la violencia”.
“Y ese Jesús que admiraban al inicio de su predicación es empujado fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina, con intención despeñarlo”, recordó Francisco.
“También Naamán, un hombre bueno, pero cuando el profeta (Eliseo) le manda bañarse siete veces en el Jordán, queda muy irritado. ¿Pero, cómo así?
El enojo de Naamán
Entonces, Francisco cita las palabras de Naamán:
“Yo me había imaginado que saldría él(Eliseo) personalmente, se pondría de pie e invocaría el nombre del Señor, su Dios; luego pasaría su mano sobre la parte afectada y curaría al enfermo de la piel. ¿Acaso los ríos de Damasco, el Abaná y el Parpar, no valen más que todas las aguas de Israel? ¿No podía yo bañarme en ellos y quedar limpio?». Y dando media vuelta, se fue muy enojado…con desdén”.
“Pero, ¿qué hay en el fondo de esta gente buena que la lleva a esta actitud de desdén?”, preguntó el Papa. “Y en Nazaret peor: la violencia».
«Tanto la gente de la sinagoga de Nazaret como la de Naamán pensaban que Dios sólo se manifestaba en lo extraordinario, en las cosas fuera de lo ordinario; que Dios no podía actuar en las cosas ordinarias de la vida, en la simplicidad. Despreciaban lo simple. Despreciaban, despreciaban las cosas simples», añadió Francisco.
Dios en la sencillez de lo cotidiano
«Y nuestro Dios nos hace entender que siempre actúa con sencillez: en la sencillez, en la casa de Nazaret, en la sencillez del trabajo cotidiano, en la sencillez de la oración… Las cosas sencillas».
«En cambio, el espíritu mundano nos lleva hacia la vanidad, hacia las apariencias y ambos terminan en la violencia: Naamán fue muy educado, pero le cierra la puerta en la cara al profeta y se va. La violencia, un acto de violencia».
«La gente en la sinagoga comenzó a calentarse, a calentarse, y tomaron la decisión de matar a Jesús, pero inconscientemente, y lo arrojaron al suelo. La indignación es una fea tentación que lleva a la violencia».
La ira de quien no respeta la cuarentena
Me mostraron, hace unos días, en un teléfono celular, un videoclip de la puerta de un edificio que estaba en cuarentena. Había una persona, un joven, que quería irse. Y el guardia le dijo que no podía. Y le dio un puñetazo, con desdén, con desprecio: «¿Quién eres tú, ‘negro’, para impedirme que me vaya?».
El desdén es la actitud de los orgullosos, pero los pobres orgullosos, los orgullosos con una fea pobreza de espíritu, los orgullosos que viven sólo con la ilusión de ser más de lo que son.
Es una clase espiritual, gente que está indignada: de hecho, muchas veces estas personas necesitan estar indignadas, estar indignadas para sentirse como personas.
La indignación te lleva a la violencia
Esto también nos puede pasar a nosotros: «el escándalo fariseo«, lo llaman los teólogos. Me escandalizo sobre cosas que son la simplicidad de Dios, la simplicidad de los pobres, la simplicidad de los cristianos como, para decir: «Pero esto no es Dios. No, no. Nuestro Dios es más culto, es más sabio, es más importante. Dios no puede actuar con esta simplicidad«.
«Y siempre la indignación te lleva a la violencia; tanto la violencia física como la violencia de la palabra, que mata como la violencia física».
«Pensemos en estos dos pasos: la indignación del pueblo en la sinagoga de Nazaret y la indignación de Naamán, porque no entendieron la simplicidad de nuestro Dios», concluyó.