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Covid: Rezar por las autoridades que toman decisiones difíciles, pide el Papa

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Xose Bouzas / Hans Lucas / AFP

Ary Waldir Ramos Díaz - publicado el 12/03/20

Francisco insiste habla del abismo de la indiferencia entre ricos y pobres: hay mucha información pero poca llega al corazón, no olvidar a los niños que sufren hambre, a los pobres y a los refugiados

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Francisco rezó de manera especial por las “autoridades”, pues, argumentó, “tantas veces, ellos deben decidir sobre medidas que no gustan al pueblo, pero es por nuestro bien”. Fue en la cuarta misa en streaming en directo del Papa por los enfermos de coronavirus y sus familias desde la Casa Santa Marta, en el Vaticano, el 12 de marzo de 2020.

El Obispo de Roma pidió a Dios por los líderes responsables de tomar decisiones para que no se sientan solos e incomprendidos.Recemos por nuestros gobernantes que deben tomar las decisiones” y “para que se sientan acompañados por la oración del pueblo”.


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Precisamente, el primer ministro Giuseppe Conte anunciaba entonces la decisión del gobierno de cerrar toda Italia. “Desafío que pone a dura prueba el país…juntos lo lograremos, Italia es un modelo para otras naciones”, dijo.

“Seguimos rezando juntos, en este momento de pandemia. Rezamos por los enfermos, por los familiares, por los padres con los niños pequeños en casa”, dijo Francisco al inicio de la misa de ese día, cuando la noche anterior encomendaba a Italia y al mundo a la Virgen María, en el mismo día en que la OMS declaraba que el coronavirus se había convertido en una pandemia.

Un estilo de vida para todos

En la misa de ese día, comentando el Evangelio de hoy del rico y del pobre Lázaro (Lc 16, 19-31), el Papa exhortó a no permanecer indiferentes ante el drama de los que, sobre todo los niños, sufren hambre o huyen de las guerras y no encuentran ante ellos más que muros.

Durante la audiencia general del miércoles anterior, a puerta cerrada y trasmitida desde la Biblioteca del Palacio Apostólico, invitó a no olvidar a los sirios en la frontera entre Turquía y Grecia.

Al inicio de la homilía, comentó que el relato de Jesús es claro y puede parecer una historia para niños por su sencillez. Jesús quiere indicar con esto no sólo una historia, sino un estilo de vida para toda la humanidad.

El rico y el pobre Lázaro

El Papa comentó el Evangelio según San Lucas 16, 19-31 sobre un hombre rico que se vestía de púrpura y a su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro.

“Dos hombres, uno satisfecho, que sabía vestir bien, tal vez buscaba a los más grandes diseñadores de la época para vestirse; usaba ropa hecha de púrpura y lino fino. Y luego, se la pasaba muy bien, porque todos los días se entregaba a suntuosos banquetes. Era feliz así. No se preocupaba, tomaba algunas precauciones, tal vez algunas píldoras para el colesterol para los banquetes, pero la vida iba bien. Estaba tranquilo”. “Un pobre hombre se paró en su puerta: Se llamaba Lázaro. Sabía que el pobre hombre estaba allí: lo sabía. Pero le pareció natural: «Me va bien y así es la vida… pero así es la vida… que se las arregle». A lo sumo, tal vez -el Evangelio no lo dice- a veces enviaba algo, algunas migajas. Y así pasó la vida de estos dos. Ambos pasaron por la ley de todos nosotros: morir. El hombre rico murió y Lázaro murió. El Evangelio dice que Lázaro fue llevado al cielo, junto a Abraham… El rico sólo dice: «Fue enterrado». Punto, y así termina”.

Indiferencia

Francisco destacó dos cosas sorprendentes: “el hecho de que el rico supiera que había un pobre y que sabía su nombre, Lázaro. Pero no le importaba, parecía natural. El hombre rico probablemente incluso hizo sus negocios, que al final fueron en contra de los pobres. Lo sabía muy bien, estaba informado de esta realidad”.

“Y la segunda cosa -continúo- que me conmueve tanto es la palabra «gran abismo» que Abraham le dice al hombre rico. «Hay un gran abismo entre nosotros, no podemos comunicarnos, no podemos pasar de un lado a otro». Es el mismo abismo que en la vida hubo entre el rico y Lázaro: el abismo no comenzó allí, el abismo comenzó aquí”.

Informados, pero sin corazón

El Papa dijo que el drama de este hombre “era estar muy, muy bien informado, pero con el corazón cerrado”.

“Las informaciones de este hombre rico no llegan al corazón, no sabía conmoverse ante el drama de los demás. Tampoco podía llamar a uno de los chicos que servían en el comedor y decir «pero, tráele esto, aquello otro…» …el drama de la información que no llega al corazón. Incluso, esto nos pasa a nosotros. Todos sabemos, porque lo hemos oído en las noticias o lo hemos visto en los periódicos, cuántos niños sufren hambre en el mundo hoy en día; cuántos niños no tienen las medicinas necesarias; cuántos niños no pueden ir a la escuela. Continentes, con este drama: lo sabemos. Eh, pobrecitos… y sigamos. Esta información no llega al corazón, y muchos de nosotros, muchos grupos de hombres y mujeres viven en este desapego entre lo que piensan, lo que saben y lo que sienten: el corazón está desapegado de la mente. Son indiferentes. Así como el hombre rico era indiferente al dolor de Lázaro. Existe el abismo de la indiferencia”.

Muros 

“En Lampedusa, cuando fui por primera vez, me llegó esta palabra: la globalización de la indiferencia. Tal vez estamos preocupados hoy, aquí, en Roma, porque «parece que las tiendas están cerradas, tengo que ir a comprar eso, y parece que no puedo ir a pasear todos los días, y parece que…»: preocupados por mis cosas. Y olvidamos a los niños hambrientos, olvidamos a esos pobres en las fronteras de los países, en busca de libertad, a esos migrantes forzados que huyen del hambre y de la guerra y sólo encuentran un muro de hierro, un muro de cable espinado de metal, un muro que no les deja pasar”.

El Papa remarcó la indiferencia de negar el dolor de los pobres.

“Sabemos que existe esto, pero al corazón no llega…Nosotros vivimos en la indiferencia: la indiferencia es este drama de estar bien informados, pero no sentir la realidad de los demás. Esto es el abismo: el abismo de la indiferencia”.

Entonces hay algo más que me llama la atención. Aquí sabemos el nombre del pobre hombre. Lo sabemos. Lázaro. Hasta el rico lo sabía, porque cuando estaba en el infierno le pidió a Abraham que enviara a Lázaro: allí lo reconoció. «Pero, envíame esto». Pero no sabemos el nombre del rico”.

Adjetivos 

“El Evangelio no nos dice cuál era el nombre de este señor. No tenía nombre. Había perdido su nombre: sólo que tenía los adjetivos de su vida. Rico, poderoso… muchos adjetivos. Esto es lo que hace el egoísmo en nosotros: nos hace perder nuestra verdadera identidad, nuestro nombre, y sólo nos lleva a evaluar los adjetivos. La mundanidad nos ayuda en esto. Hemos caído en la cultura de los adjetivos donde tu valor es lo que tienes, lo que puedes… Pero no «¿cómo te llamas?»: has perdido tu nombre. La indiferencia lleva a esto. Perder el nombre. Sólo nosotros somos los ricos, somos esto, somos lo otro. Nosotros somos los adjetivos.

Pidamos hoy al Señor la gracia de no caer en la indiferencia, la gracia de que toda la información de los dolores humanos que tenemos, baje a nuestros corazones y nos mueva a hacer algo por los demás”, concluyó.




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