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El chico que le hablaba de fútbol a Dios

Faustino PérezManglano Magro

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Domitille Farret d'Astiès - publicado el 03/03/20

Faustino Pérez Manglano murió de cáncer cuando tenía 16 años, pero antes escribió un maravilloso diario: "Tal vez me hable Dios"

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A Faustino Pérez Manglano le encantaba el fútbol, el cine, la televisión, la Coca-cola, ir de camping, leer,… y Dios. En el año 1963, este español murió por la enfermedad de Hodgkin, un cáncer del sistema linfático. Tenía 16 años.

Joven, alegre, con sensibilidad para la belleza, Faustino era aparentemente un joven como los demás. Sin embargo, brilla por algo especial.

Era el mayor de cuatro hermanos, recibió una educación cristiana e hizo su primer retiro espiritual cuando tenía 13 años, tal y como se hacía habitualmente en su colegio marianista Nuestra Señora del Pilar. Esta experiencia le marcó profundamente:

«El mayor esfuerzo de mi vida, lo hice en el retiro, cuando traté de cambiar mi vida por completo“.

En aquel momento prometió rezar un rosario diario -lo que haría por pequeñas partes-, concretamente cuando iba solo al colegio cada día.

Este detalle muestra hasta qué punto este chico escogió darle un espacio a Dios en su vida cotidiana, de manera discreta pero fiel.


CARLO ACUTIS

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«Todo sonrisa»

A los 14 años, después de leer una novela, decidió escribir un diario íntimo, Tal vez me hable Dios, que se ha convertido en el testimonio de una intensa vida espiritual, mezclada con preocupaciones muy concretas como el fútbol.

“He rezado el rosario. He comulgado durante el recreo. He tenido un examen de Ciencias Naturales, y he contestado bien. He hablado durante 10 minutos con Cristo, sobre las misiones y sobre el empate entre el Zaragoza -Valencia”.

Rápidamente se unió a una fraternidad de jóvenes y sintió una llamada a consagrarse totalmente a Dios, soñando convertirse en misionero en América Latina. Deseaba ser un apóstol a través del ejemplo y llevar así a los demás a Cristo:

Me doy cuenta de que debo llegar a ser santo. No se puede ser cristiano mediocre. Que los que me ven, puedan ver a Cristo en mí «, escribió.

La enfermedad que lo abrumó durante dos años le dio otra dirección a su vida.

A las 8, le pedí a mamá que me diera masajes para dormir sin demasiado dolor. A las 10, me desperté, y nos fuimos a la Cruz Roja. Me hicieron dos radiografías. Cuando volvimos a casa al mediodía, sentía ganas de llorar. Estaba muy mal, con la moral baja”.

Pero el cáncer no impidió que Faustino continuara sonriendo, a pesar de su sufrimiento físico, y que se continuara interesando en las películas que se proyectaban en el cine o en un compañero que sufría.

«Era todo sonrisa», recuerda su director espiritual, el padre José María Salaverri. Tenía una fuerza interior asombrosa:

“Anteayer sábado, fue un día muy feliz para mí, porque recibí el sacramento de los enfermos y renové mis promesas por un mes como miembro de la Fraternidad. Hoy es la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes. Que nuestra maravillosa madre del Cielo nos ayude a todos a ser mejores. Ayúdame, madre, a ofrecer estas pequeñas molestias para el bien del mundo».

Una de las cosas que más impresiona de Faustino es el lado más cotidiano de su vida: era un adolescente como otros, no recibió a priori ni visiones ni estigmas. Pero escogió vivir la santidad en su día a día, con simplicidad y entregándose a los demás.

El 2 de octubre de 1960 descubrió su vocación en un retiro, después de hablar con el sacerdote. Así lo describió:

“Hablamos de muchas cosas, pero hubo una cosa que me llamó la atención: ¿Qué vocación es la mía? ¿Médico, químico? ¿Tal vez la opción de ser sacerdote? Esa última posibilidad es lo que más me ha impresionado. ¿Me ha elegido Dios? Él me lo dirá. Las horas que me quedan hoy de retiro, voy a guardar completo silencio. Tal vez me hable Dios…”. “En la cena vi con toda claridad: el Señor me quiere religioso marianista“.

Hoy muchos jóvenes le rezan por su vocación, según una web marianista dedicada a Faustino, y se inspiran en la felicidad que él encontró en Dios:

«Soy muy feliz. No sé lo que me pasa. Se siente algo por dentro de uno. Un amor tan enorme hacia Él, que me ha llevado siempre tan de la mano, que no me ha dejado caer, ni una sola vez, en pecado mortal. No sé lo que son los problemas. Gracias, Cristo, por darme este bienestar interior tan maravilloso. Te estoy muy agradecido».

El día 3 de marzo de 1963, le visitó el padre Salaverri. Faustino parecía sufrir mucho, pero pudieron hablar. En la mesilla de noche había un papel en el que se podía leer la alineación del partido de esa tarde. En un momento el chico le preguntó:

“Padre, ¿sabe usted si el partido de esta noche lo van a televisar? ¡Pero qué tonto soy: si no voy a poder seguirlo! ¡Estoy muy cansado!”.

Al cabo de unas horas, ya por la noche, llamó a su madre. Al enderezar el cuerpo dolorido, cayó de repente, sin un gesto, en silencio, con suavidad, y permaneció inconsciente en los brazos de su madre, de los que pasó a los brazos de Dios.

El año 2011 el papa Benedicto XVI aprobó las virtudes heroicas de Faustino Pérez-Manglano, por lo que la Iglesia católica le considera “Venerable”.


MARIO HIRIART

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