Tal vez el matrimonio no es algo que tengas en mente en este momento. Puede que sientas una inspiración más adelante, o tal vez nunca llegue. ¿Está mal no sentir que uno quiera casarse? En realidad no. Tal vez simplemente no sea el momento para eso.
El querer casarse no es como sentir hambre o frío. Es un sentir diferente que involucra cada parte de nuestro ser. Por eso antes de pensar en el matrimonio hay que conocer bien el propio corazón que es el receptor de ese llamado que puede llegar a nuestra vida.
Aunque amar a alguien y tener una relación buena parezca suficiente para dar el paso hacia el altar, casarse requiere más que estar enamorado y hay algunas señales que nos permiten saber si realmente podemos decir «Sí, quiero» y lanzarnos hacia la eternidad junto a otro.
Ser feliz
Mucha gente cree que el objetivo del matrimonio es ser feliz, pero no es así. Es cierto que uno encuentra felicidad con otro, pero el objetivo del matrimonio es amar y eso puede ser algo difícil, que muchas veces nos desafía y que tampoco está exento de dolor.
El matrimonio es una tarea preciosa, pero también exigente y no podemos llegar vacíos. Si uno no está bien con uno mismo, no está listo para casarse porque el matrimonio requiere dar lo mejor de sí. Si no puede hacer un sacrificio por otra persona, entonces no estará listo para hacerlo en el matrimonio.
Hay un crecimiento personal que es crucial e implica conocernos. Somos felices cuando somos fieles a lo que somos, en lo que hacemos y el modo en que vivimos. Nadie quiere casarse con una persona infeliz, que no sabe quién es, lo que quiere o ama.
Una persona que no es feliz, difícilmente podrá pensar en matrimonio. En cambio cuando uno está feliz, es natural sentir la necesidad de salir de uno mismo para compartir esa felicidad. Cuando se siente pleno y completo, siente que puede ser alguien especial para otro.
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