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Cómo dar lo mejor de ti en tiempos de epidemias

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Antoine Mekary | ALETEIA

Esteban Pittaro - publicado el 02/03/20

Herramientas para convertir el coronavirus, el dengue y otras enfermedades en oportunidad para amar y servir a los demás

¿Cómo interpretar los mensajes que recibimos sobre el coronavirus, u otras epidemias que localmente puedan tener mayor impacto como el dengue? ¿Ante qué preocuparnos y ante qué no? ¿Cómo actuar ante síntomas en nosotros o entre los que nos rodean?

Ante estos escenarios de incertidumbre, los cristianos tienen a mano herramientas no sólo para sobrellevar momentos como estos, sino incluso para convertirlos en oportunidades de amar y servir a los demás.

Las virtudes

La virtud, nos enseña el Catecismo, es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Nos permite no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de uno mismo.

Las virtudes humanas, nos enseña la Iglesia, pueden agruparse en torno a cuatro virtudes cardinales, que tener presente en estos tiempos, como en todos, será de mucha utilidad.

La prudencia

El hombre prudente decide y ordena su conducta según este juicio, se nos enseña. Cautela que no es temor ni timidez, la prudencia nos orienta a pensar en los medios necesarios para alcanzar un bien.

Aferrarnos a nuestras ideas y a la posibilidad de no contraer una enfermedad sin estar abiertos al día a día, puede ponernos en severo riesgo, a nosotros y a nuestros familiares.

Si presentamos síntomas de una enfermedad contagiosa, ¿es prudente seguir nuestra vida como si nada, yendo a espacios sociales, al trabajo, sin tomar recaudos?

Aun cuando nos creamos lejos de estas circunstancias de enfermedad, ¿es prudente ignorar las medidas sanitarias sugeridas desde las instituciones y las autoridades?


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La justicia

La justicia supone la firme y constante voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que es debido. Aun sintiéndonos bien y lejos de los grupos de riesgo, ¿es justo ignorar las medidas de seguridad y poner en riesgo la salud de los demás al hacerlo?

Es habitual en casos como estos, aun con una tasa de mortalidad que hoy se observa en torno al 3%, sensiblemente más bajas que otros casos de coronavirus, que haya poblaciones de mayor riesgo de mortalidad ante un contagio, por ejemplo, los inmunosuprimidos o quienes padecen algunas enfermedades crónicas.

Es bueno y justo extremar los cuidados particularmente con ellos. Y también mediar para que todos los que puedan estar preocupados, independientemente de su situación socioeconómica, cuenten con las herramientas para enfrentar sus situaciones.




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La templanza

La templanza procura el equilibrio de los bienes creados. Como virtud moral, nos asiste en numerosas ocasiones al evitar dejarnos llevar por reacciones apasionadas. La templanza a la hora de vehiculizar mensajes de dudoso origen en redes sociales, comprar barbijos o alcohol en gel –cuyo abuso incluso hasta podría estar desaconsejado-, o aconsejar y orientar al que está preocupado es una herramienta fundamental para enfrentar tiempos de epidemias.




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La fortaleza

La fortaleza invoca la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Nos ayuda a superar el temor. E incluso nos capacita, como dice el Catecismo, para renunciar y sacrificarnos por causas justas.

Ante la enfermedad de un ser querido o la propia es especialmente necesaria para abordar los tratamientos sin que gane la pesadumbre y el temor.

Especialmente la requerirán los trabajadores de la salud, que además de tratar los eventuales casos que tengan, tienen la responsabilidad de llevar calma y acompañar las dudas de todos los pacientes.


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La oración

No es una virtud cardinal en sí, pero está claro que nos ayuda a crecer en todas. Siempre es bueno orar, nos enseña la Iglesia, y en particular hacerlo estos días por los enfermos, sus familiares, por los que están preocupados por creer estarlo, y también por el personal de salud, que expone su propia salud para curar y acompañarlos. Ante el coronavirus y ante cualquier epidemia o enfermedad.

Sin perder la templanza pero con la prudencia, buscando que cada enfermo pueda recibir su tratamiento y pidiendo por la fortaleza de los que los curan y cuidan, es decir, viviendo nuestras virtudes cardinales, los cristianos podemos ser vehículos de caridad en tiempos de epidemias.


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