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¿Vivir de mínimos? Mejor soñar en grande, ¡volar!

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Anna Kolosyuk/Unsplash | CC0

Carlos Padilla Esteban - publicado el 16/02/20

Cumplo, pero miento en el fondo, porque no estoy amando...

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Buscar la felicidad es lo que desea mi alma. Hoy escucho:

«Dichoso el que camina en la voluntad del Señor. Dichoso el que, con vida intachable, camina en la voluntad del Señor; dichoso el que, guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón».

Buscar a Jesús y seguir sus preceptos, su voluntad me hace feliz. Jesús dice desde el monte:

«No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno sólo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos. Os lo aseguro: Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos».

Quiere que sea mejor que los fariseos que cargan fardos pesados en las personas y luego ellos no dan un paso para llevar la carga.

Más arriba

Mejor que los fariseos, que eran los que conocían el contenido de la ley y vivían para enseñar sus preceptos, hasta los más pequeños.

Mejor que los que estaban cerca de Dios, los más amados, los escogidos. Y veo que Jesús me pide que sea mejor que ellos.

Porque ellos, teniéndolo todo a su alcance para ser fieles, eran débiles y no vivían como decían. No eran coherentes. Lo que me pide Jesús es que ame la vida que elijo. Que ame los preceptos de ese Dios al que amo. Que ame esa vida que se convierte en mi camino.

Parece sencillo y no lo es. Porque el ideal está alto y yo quiero llegar tan lejos y ser feliz. A veces tropiezo y me siento culpable por no estar a la altura y no ser santo. No quiero dejar de soñar como leía el otro día:

«Sueña en grande, actúa en pequeño. Deja tu corazón volar. Haz un plan de acción. No pasa nada por hacer castillos en el aire. Sueña, usa la imaginación. Uno atrae lo que te va sucediendo en la vida. Ilusiónate con un proyecto grande».

Sueño en grande mientras subo peldaños de la vida cotidiana. Un plan de viaje. Una ruta marcada. Un ideal alto que saca lo mejor de mí.

Porque cuando me conformo con llegar al mínimo ni a eso llego. Pero cuando intento subir a la más alta cordillera, llego más lejos.

Yo atraigo lo que sueño. Si sueño con muy poco, poco será lo bueno que me suceda. No me pongo límites. El amor mueve mis pasos. Me pongo manos a la obra.

Seré feliz si sigo sus preceptos. El camino que Dios me señala es una ruta de felicidad. Un camino que me eleva y sana. Un desafío en este mundo que se conforma con cumplir con la norma.

Ni el más pequeños de los preceptos dejará de tener valor. Así es Dios. Él me muestra la cumbre más alta y se preocupa de cada uno de mis pasos. Todo le importa. Lo grande y lo pequeño.


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Quiere que mi alma sea grande, ni tacaña, ni mezquina. Y compara los mandamientos: «Habéis oído el mandamiento… Pues yo os digo…».

Me gusta esa forma de mirar los mandamientos. No habla del mínimo. No sólo no matar, basta con hablar mal, juzgar, condenar.

No lo más grande, sino lo pequeño. Cualquier herida. Jesús no rechaza ningún mandamiento. Va al fondo. Quiere que mi vida no se quede en los mínimos. ¡Cuántas veces lo veo! En otros y en mí.

Me conformo con lo exigido, me olvido del máximo. Intento salvar mi imagen. Cumplo, pero miento en el fondo, porque no estoy amando.

Y me duele fallar porque mi orgullo se siente herido. No pienso en el ideal y me conformo con la norma.




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Quiero ser mejor que los fariseos. Aspirar a lo más grande. Quiero tener un alma grande, no pequeña. Un alma que sueña con las alturas y no se conforma con arrastrarse por los caminos.

Necesito cortar lo que me impide crecer, para llegar más lejos, más alto. Dejar lo que es una tentación. Sor Verónica decía:

«San Agustín decía: Concédeme castidad, pero no de inmediato. ¿Por qué siempre digo mañana? Sácame de la prisión, pero mañana. Aquello a lo que estamos apegados nos oprime más de lo que creemos».

Quiero liberarme de mi pecado, pero no ahora, mejor mañana. Ahora es demasiado pronto. Me sigo arrastrando en lugar de volar.

Y lo que quiere Dios es que vuele. Quiere que salga de mi prisión para aspirar a cosas más grandes. Que no viva siempre luchando con mi pecado, sino haciendo cosas grandes por los demás. Siendo más generoso, más libre, más humilde, más pobre. Todo para Dios, por amor a Dios. Los mínimos no son para los cristianos.




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