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“Mi Carlitos pasa muchas horas solo”

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Ignasi de Bofarull - publicado el 29/01/20

Los niños necesitan mucha atención y afecto

Adriana se levanta muy pronto para llevar a su hijo de meses a una guardería que le pilla lejos de casa pero que tiene un precio muy asequible. Algunas amigas que se dedican al servicio doméstico como ella llevan a sus hijos allí. Pero cada vez que llega a las 8 de la mañana y lo deja en la cuna se le encoge el corazón. Luego llega a la casa donde sirve y allí hay un niño con una canguro muy atenta que le dedica todo el tiempo, juega con él, y le sonríe con frecuencia. Adriana se pregunta cómo podría ella hacer lo mismo. La guardería es barata, pero hay demasiados niños por una sola maestra. Qué bueno sería tener una babysitter que esté realmente pendiente de su niño, que lo coja en brazos cuando lo necesite o le lleve de paseo a medio día. Alguien que le cante y le sonría a los ojos. ¿Eso es solo para los niños ricos?

Su amiga Loles le ha dicho que hay una abuela en el barrio que por muy poco dinero cuida a niños. Es una maestra de pueblo jubilada que está fuerte y disfruta mucho de los niños.  Adriana se plantear ponerse de acuerdo con dos amigas que están en la misma situación para llevar a sus hijos a casa de esta señora que, además, está a diez minutos de casa. Carlitos estaría bien atendido y además jugaría con otros niños.

En los últimos años se han acentuado unos cambios que venían fraguándose en las últimas décadas. El más importante es la incorporación de la mujer al mundo laboral. Con los horarios que contamos, la conciliación de la vida familiar y laboral se ha ido complicando. La crisis que se inicia en el 2008 ha complicado además las cosas pues se ha acentuado la precariedad laboral y los horarios son imprevisibles. Así, los arreglos familiares para atender a los niños se complican aún más.

Estos niños, entre 4 y 10 años, van a parar a casa de los abuelos, transcurren entre actividades extraescolares, que son más fuente de estrés que de diversión, o, sencillamente se convierten en los niños de la llave. Llegan a casa y están solos.

Entonces encienden las pantallas como solución para ocupar el tiempo vacío. Desde siempre la televisión, recientemente, desde 2007, los smartphones, y desde 2010 las tabletas. Puede que les acompañe un canguro que suele ser joven y entonces las cosas tampoco cambian: todos andan pendientes de sus respectivas pantallas, a las que ya se las llama el “chupete electrónico” o la “niñera electrónica” para los más mayores.

Si nos fijamos en los niños menores de 3 años las cosas se complican. No es fácil llevarlo de aquí para allí y no son tan autónomos con un dispositivo digital. Suelen quedarse en guarderías especiales que los atienden incluso hasta las 8 de la tarde, hasta que los padres terminen su trabajo y puedan recogerlos. Son niños que pasan el día en la guardería con una ratio de atención de una maestra (en otras ocasiones solo una cuidadora sin capacitación) por cada 15 niños. Y eso siendo optimistas porque a veces son 20 niños.

Esta ratio no permite una atención estrecha para niños que están haciendo el apego, ni puede satisfacer las necesidades afectivas de cada niño, ni cubre una ponderada cantidad de palabras intercambiadas que favorezca en progreso lingüístico. Son niños que se pierden las sonrisa de la madre a veces a lo largo de muchas horas.

La legislación debe cambiar y estos niños deben tener una ratio de una maestra cada cinco niños. Entonces la atención sería más estrecha.Los niños a partir de cuatro años a veces ya son más autónomos y se relacionan con sus compañeros y con la maestra con más agilidad. En casa pierden a los amigos de clase y los niños andan jugando por ahí, con lo que pueden. A menudo con dispositivos portátiles. Otras veces sus padres les prestan atención y las familias más espabiladas, en esta sociedad de hijos únicos, reúnen en casa dos o tres primos. ¡Qué gran idea!

“Colocar a los niños”

Por otra parte, en otros hogares se da otra situación: padres que actúan sometiendo a sus hijos a un cierto descuido: “Niño no molestes, que estoy trabajando. Déjame en paz”. Padres que van “colocando” a sus hijos en el sentido menos positivo de la palabra. Les apuntan a actividades porque están “muy ocupados” y no pueden ser  interrumpidos. Se trata pues de niños queestán parcialmente solos.

Por eso también se da la situación en la que muchos abuelos acuden a casa si tienen los niños la suerte de tenerlos cerca y con predisposición de ayudar. Puede incluso pasar que los abuelos hagan demasiadas veces de “canguros” porque los hijos no renuncian a salir a cenar y/o al cine cada semana aunque sus pequeños tengan necesidad de sus padres. 


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Esto trae consecuencias en el desarrollo integral del niño pues al no ser atendido con la suficiente atención, no se responde a sus necesidades psíquicas e incluso físicas.

En este mundo frenético y acelerado, a todos nos ha dolido leer en los periódicos tristes consecuencias del descuido de padres que dejan a su hijo encerrado en el coche para ir a hacer un recado o que se cae a la piscina mientras se estaba pendiente del móvil u otra cosa. No es desde luego la norma, pero estas noticias nos alertan de cómo afecta en los padres cierto estilo de vida. 

Y no estamos hablando de padres que beben o se drogan. Estamos hablando de padres, a veces jóvenes, que viven como novios, pero tienen un hijo o dos. O padres muy ocupados pues son profesionales con muchas responsabilidades que no pueden estar pendientes de sus hijos pues, para ellos, el trabajo va primero.




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Las canguros a veces se convierten en madres en la práctica. Las escuelas hablan de este tipo de padres. Y las maestras andan consternadas porque suelen ser testigos de este individualismo creciente.

Un ejemplo claro son los padres con un negocio abierto al público (del mundo de la hostelería, por ejemplo) que empieza a las 9 y acaba a las 9. En estos y otros casos son padres que van a salto de mata. Y la verdad es que en estos casos es muy difícil organizarse. Las maestras y los psicólogos se encuentran con cuadros auténticamente singulares: niños que necesitan a toda costa llamar la atención o niños que muerden y desafían al profesor.

Los psicólogos, los psiquiatras infantiles, se encuentran progresivamente con un mayor número de niños que han sufrido una reiterada desatención que ha sido somatizada y que se refleja en asuntos tan peregrinos como biberones que duran hasta los cinco años o infantes de 4 años que casi no se tienen en pie pues hacen poco ejercicio físico. De nuevo un caso extremo, pero a la vez una buena metáfora de lo que nos podría pasar si no atendemos bien a los niños.

Hay que reaccionar y acercarse más a los niños e innovar en soluciones como las madres de día(que existen en muchas ciudades, y que en algunos lugares está regulado por la ley) que atienden extrechísimamente a los niños en las horas de trabajo de la madre biológica.Y la madre recoge por la tarde al niño con sosiego pues sabe que ha está muy bien atendido porque la maestra o puericultora solo tenía que atender a cinco niños pequeños de diferentes edades. Necesitamos ideas para atender mejor a los niños.


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