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¿De qué están hechos los recuerdos de nuestros hijos?
¿Qué queremos que conserven y puedan recuperar más tarde en sus vidas?
Aquellas memorias y huellas profundas que los acompañarán para siempre como una canción, una historia, un viaje, una celebración, un olor o un sabor que los lleve de vuelta a aquel lugar feliz.
Las raíces más fuertes de nuestra infancia están hechas de olores y gustos que nacieron mucho antes de que fuésemos capaces de recordarlos. Aquellos eventos compartidos en familia que nos han hecho sentir alguna emoción y que nos hablan de nuestra identidad, de lo que hemos recogido, aprendido, valorado y dejado ir en la vida.
Los recuerdos son como tesoros escondidos. Como padres podemos ayudar a nuestros hijos a guardarlos en un lugar especial cuando estemos compartiendo buenos momentos con ellos y, al mismo tiempo, ir dibujando ese mapa que los lleve a recuperarlos cuando estemos lejos.
Lo cierto es que estos tendrán un impacto profundo y positivo en sus vidas:
- podrán fortalecerlos,
- llenarlos de emoción,
- poner una sonrisa en sus labios,
- liberarlos de obstáculos,
- recordarles quiénes son,
- señalarles lo que de verdad importa a pesar del paso del tiempo
- e incluso darles un impulso para volver a soñar.
El investigador Meik Wiking sostiene que nuestra felicidad depende en gran parte de nuestra relación con nuestro pasado, lo que recordamos y lo bueno que podemos hablar de él. Por eso, siguiendo sus recomendaciones en “El arte de crear recuerdos”,estos son algunos hábitos prácticos que podemos incorporar para ayudarles a recordar que fueron felices.
Hacer nuevos planes en familia
Varios estudios demuestran que lo que se suele recordar con mayor facilidad son los días nuevos en los que hicimos algo diferente. Las experiencias extraordinarias y los momentos vividos por primera vez tienen un gran poder porque ponen en juego un procesamiento cognitivo más elaborado provocando que los recuerdos estén mejor codificados.
Llevar a tus hijos a un lugar que no conocen u organizar un viaje juntos en familia, son planes que no requieren tener que irse muy lejos. Se puede conducir para visitar un parque o hacer un picnic en un lugar natural o simplemente ir a comer a un pueblo que no conozcan.
Estos eventos que cortan con la rutina y se viven en familia, alimentarán recuerdos inolvidables.
Poner foco en los detalles
Todos sabemos que los recuerdos pueden tener un sabor, un aroma o un sonido que nos transporta a un sitio en particular como el patio de casa, la cocina, o aquél lugar que visitamos un verano. En algo pequeño se puede encontrar la grandeza de un acto de amor. Un detalle que nos recuerda que un día fuimos amados.
Enséñales a tus hijos a capturar los momentos felices prestando atención a los detalles que los rodean. Tómate ese instante para invitarlos a sentir: el aroma del café en la mañana mientras conversamos, las hojas del pino del patio de casa o las florecillas de jazmín mientras jugamos a la pelota afuera.
Cuantas más señales les demos, mayor probabilidad tendrán de conservarlos; cuantos más sentidos usen, más vívido será ese recuerdo.