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Papa Francisco: Obedecer a Dios te hace libre

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C_Atta|Shutterstock

Vatican News - publicado el 20/01/20

Es más importante tener un corazón dócil y obedecer a Dios que hacer sacrificios, ayunos, penitencias, dice en su homilía en Casa Santa Marta

Ser dóciles a la Palabra de Dios, que es “siempre novedad”. Esta es la exhortación del Papa en la Misa del 20 de enero de 2020 en la Casa Santa Marta del Vaticano.

Reflexionando sobre la primera lectura, el Papa se detiene en el rechazo “por parte de Dios” de Saúl como rey, “profecía” confiada a Samuel.

El “pecado de Saúl”, explica el Pontífice, fue la “falta de docilidad” a la Palabra de Dios, pensando que su propia “interpretación” de la misma “era la correcta”.

Esta es, aclara el Papa, la “sustancia del pecado contra la docilidad”: el Señor le había dicho que no tomara nada del pueblo al que había vencido, pero no sucedió así.

Cuando Samuel va a reñirle de parte del Señor, él dice, explica: “Mira, había bueyes, había muchos animales gordos, buenos, y con estos hice un sacrificio al Señor”. No se quedó nada para él, los demás sí.

Al contrario, con esta actitud de interpretar la Palabra de Dios como a él le parecía bien permitió que los demás se quedaran con algo del botín.

Los pasos de la corrupción: se empieza con una pequeña desobediencia, una falta de docilidad, y se sigue adelante, adelante, adelante.

La falta de docilidad

Tras “exterminar” a los amalecitas, recuerda Francisco, el pueblo tomó del botín “ganado pequeño y grande, primicias de lo que está dedicado al exterminio, para sacrificar al Señor”.

Samuel le recuerda que el Señor prefiere “la obediencia a la voz” de Dios antes que los holocaustos y sacrificios, aclarando la “jerarquía de los valores”: es más importante tener un “corazón dócil” y “obedecerle” antes que – subraya el Pontífice – “hacer sacrificios, ayunos, penitencias”.

El “pecado de la falta de docilidad”, prosigue Francisco, está precisamente en “ese preferir” lo “que yo pienso y no lo que me manda el Señor y que quizás no entiendo”.

Cuando uno se rebela a la “voluntad del Señor”, no se es dócil, “es como – explica – si fuese un pecado de adivinación”.

Como si, aun diciendo creer en Dios, se fuese “a la adivina a que le lea las manos ‘por seguridad’”.

El no obedecer al Señor, la falta de docilidad – subraya el Papa – es como una “adivinación”.

No caer en la obstinación

Cuando te obstinas ante la voluntad del Señor eres un idólatra, porque prefieres lo que tu piensas, ese ídolo, a la voluntad del Señor. Y a Saul esta desobediencia le costó el reino: “Ya que has rechazado la Palabra del Señor, el Señor te ha rechazado como rey.

Esto debe hacernos pensar un poco sobre nuestra docilidad. Muchas veces preferimos nuestras interpretaciones del Evangelio o de la Palabra del Señor al Evangelio y a la Palabra del Señor. Por ejemplo, cuando caemos en las casuísticas, en las casuísticas morales…

Esta no es la voluntad del Señor. La voluntad del Señor es clara, la hace ver con los mandamientos en la Biblia y te la hace ver con el Espíritu Santo dentro de tu corazón.

Pero cuando yo soy obstinado y transformo la Palabra del Señor en ideología soy un idólatra, no soy dócil. La docilidad, la obediencia.

Misericordia y no sacrificios

Francisco recuerda que criticaban a los discípulos “porque no ayunaban”. Y el Señor explica que nadie debe coser un pedazo de tela nueva en un vestido viejo, porque se correría el riesgo de empeorar el roto.

Y que nadie debe llenar con vino nuevo los odres viejos, porque se romperían los odres, perdiendo todo: por tanto, “vino nuevo en odres nuevos“.

La novedad de la Palabra del Señor – porque la Palabra del Señor siempre es novedad, nos lleva adelante siempre – vence siempre, es mejor que nada.

Vence la idolatría, vence la soberbia y vence esta actitud de ser demasiado seguro de sí mismos, no por la Palabra del Señor, sino por las ideologías que yo he construido alrededor de la Palabra del Señor.

Hay una frase de Jesús muy buena que explica todo esto y que viene de Dios, tomada del Antiguo Testamento: “Misericordia quiero y no sacrificios“.

La confianza en Dios

Ser un “buen cristiano” significa ser “dócil” a la Palabra del Señor, escuchar lo que el Señor dice “sobre la justicia”, “sobre la caridad”, “sobre el perdón”, “sobre la misericordia” y no ser “incoherentes en la vida”, usando “una ideología para poder ir delante”.

Es verdad, añade, que la Palabra del Señor “a veces nos mete ‘en problemas’”, pero “también el diablo hace lo mismo”, “engañosamente”. Ser cristiano es por tanto “ser libres”, a través de la “confianza en Dios”.

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