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El itinerario espiritual de The Beatles

THE BEATLES

Shutterstock | Michele Paccione

Martín Susnik - publicado el 16/01/20

Analizamos sus éxitos y sus fracasos, lo que nos deja abiertas algunas reflexiones también para nuestro tiempo

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Es habitual que las manifestaciones artísticas sean un reflejo de la época en la cual se desarrollan. Y si la labor artística es relevante –ya sea por su calidad, su creatividad o su éxito masivo (o las tres, como es en este caso)– los artistas no sólo serán producto de su tiempo, sino también gestores de determinadas costumbres y cosmovisiones.

Los Beatles, quizás la agrupación de rock más exitosa de la historia y, según muchos, “la banda más grande de todos los tiempos” tiene ambas características. Los británicos fueron fruto y a la vez promotores de la contracultura de los años sesenta, con sus inquietudes intelectuales, existenciales y sociales en tono de rechazo de las respuestas tradicionales anquilosadas y con la confianza de que su búsqueda renovada permitiría aproximarnos a ese mundo mejor, siempre prometido y nunca alcanzado.

El itinerario de la obra beatle, desde sus piezas más elementales y adolescentes hasta sus obras más lírica y musicalmente elaboradas, así como la vida personal de los fabulosos cuatro nos permite entender ese intento, sus éxitos y sus fracasos, y deja abierta algunas reflexiones también para nuestro tiempo.

En el día internacional de The Beatles (debido al aniversario de la inauguración de The Cavern, aunque algunos optan por otras fechas), pasaremos breve revista al itinerario espiritual de los muchachos de Liverpool.

No sólo porque han sido las mayores rock stars, sino porque fueron quizás las primeras estrellas de este tipo a quienes la juventud de entonces escuchaba y seguía no sólo en su música, sino también en sus opiniones, costumbres e ideas.

Quizás el que más se destaque en este sentido sea John Lennon, quien tuvo cada vez mayores intenciones de manifestar y difundir su visión política, religiosa y filosófica.

Hijo de padre irlandés, con quien perdió contacto a temprana edad, asistió a la iglesia de St. Peter en Woolton, centrada en cierto moralismo formalista. Allí lo llevaba su tía Mimi, quien estaba a su cargo (la madre había fallecido atropellada por un conductor ebrio), preocupada ella más por la corrección, la decencia y el estatus que suponía pertenecer a la clase media “religiosa”.

John asistió a las reuniones de jóvenes de la iglesia, aunque sus razones eran más sociales que auténticamente religiosas. Los sermones aburridos y la poca vitalidad espiritual le hicieron experimentar que “en la iglesia nada ocurría… nada nos tocaba”, según recordaba años después.

En su adolescencia se “convirtió” al rock and roll, con especial “adoración” por Elvis. Siguió una reacción de rebeldía, incluso agresiva, para con Cristo y la Iglesia, con actos blasfemos de diverso tipo.

Su actitud contestataria menguó con el paso del tiempo y su inquietud religiosa buscó nuevos rumbos, interesándose por la meditación hinduista (“La meditación trascendental no es opuesta a ninguna religión…” consolaba por carta a una fan cristiana preocupada), aunque mantuvo fascinación por el personaje de Jesús, pero no concebido como Dios hecho hombre.

En 1968 declaraba: “Todos somos Jesús y todos somos Dios. (…) Jesús no era Dios viniendo a la tierra, más que cualquier otra persona, sino un mejor ejemplo de una buena persona.”

Sus experiencias con LSD lo indujeron a una reinterpretación de la idea del “Reino dentro de ti”. En su búsqueda parece haberse inclinado hacia cierto sincretismo religioso (“todas las religiones son lo mismo en todo el universo”) de corte inmanentista.

Más allá del revuelo que generó su desafortunada declaración según la cual The Beatles eran más populares que Jesucristo, su raíz judeocristiana se mantuvo vigente: “No soy cristiano practicante, como me educaron, pero no tengo ideas que no sean cristianas”, reveló.

Fue acusado de ateísmo, especialmente por su exhortación a un mundo sin paraíso trascendente y sin religiones de la célebre Imagine, aunque otros más benevolentes ven en dicha canción una invitación al ecumenismo.

“La gente tiene la imagen de que soy anticristiano o antirreligioso, pero no es así en absoluto. (…) Soy una persona muy religiosa, desde luego que no soy ateo” aclaraba en 1980, año de su fallecimiento.

Ese mismo año manifestó que había crecido como cristiano, pero sólo ahora entendía algunas de las cosas que Cristo decía en las parábolas. Dos canciones escritas semanas antes de ser asesinado parecen revelar incluso un regreso al cristianismo más explícito, aunque Yoko Ono se encargó de esconder ese material durante treinta años.




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La relación de Paul McCartney con la religión es menos estrecha. De ascendencia irlandesa por ambos lados, bautizado y educado como católico, se crió sin embargo en un hogar en el que la religión no era tan importante.

Luego se definiría como agnóstico, sin mucha preocupación. En 1963 decía sobre la religión: “Puede que la necesite cuando sea mayor, para consolarme cuando muera, pero no ahora.” Algunos creen ver en Let it be una referencia mariana, aunque los testimonios no avalan la hipótesis.


PAUL MCCARTNEY

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Paul probó el LSD en 1966 y para él fue una “experiencia religiosa”, según sus palabras. “No sabía de qué hablaba la gente cuando decía que Dios está dentro de ti, que es amor y la verdad.

La única imagen que tenía de Él era la de un anciano en el cielo con una larga barba. No estoy diciendo que vaya a dedicarme a la Iglesia o algo así. Para mí es algo mucho más personal que eso. Dios es una fuerza de la que todos somos parte. Pero significa que ahora creo que la respuesta a todo es el amor.”

Su canción All you need is love (que tiene su antecedente en la canción The Word de Lennon) es la clara manifestación de esta idea, que es un elemento esencial de la madurez del cuarteto de Liverpool y de Paul en particular.

“Todos sabemos lo que nos gustaría ver en el mundo hoy –decía en 1967– : paz. Que seamos capaces de entendernos los unos a los otros.” Sobre sí mismo decía McCartney en 1990: “no soy religioso, pero sí muy espiritual” y algunos afirman que sigue meditando a diario.

El mote de “beatle espiritual”, sin embargo, corresponde a George Harrison. Hijo de madre católica devota, fue bautizado de niño y educado en el catolicismo, aunque su experiencia también formalista lo terminó apartando.

En 1966 decía: “Creo más en las religiones de la India que en todo lo que he aprendido del cristianismo. (…) Su religión no es como lo que parece ser el cristianismo, ir a la iglesia el domingo por la mañana porque se supone que tienes que ir, en vez de porque quieres ir.”

En el hinduismo encontró algo que “es cada segundo y minuto de tu vida, cómo actúas, como te comportas y cómo piensas.” Peregrinó a la India e incluso aprendió a tocar el sitar con Ravi Shankar.

Es quien propició que en 1967 los fab four conocieran al Maharashi Makesh Yogi, divulgador de la meditación trascendental en occidente, y viajaran a Rishikesh un año más tarde, lo cual significó para ellos una etapa de gran creatividad que se tradujo luego en el denominado álbum blanco.

Dios fue siempre la gran preocupación de George, aunque su misticismo también está vinculado a las experiencias con LSD.

Siendo el más ascético de la banda, declaraba en pleno esplendor: “tenemos fama y fortuna, pero eso no es amor, no es paz.” Se convirtió en devoto de la secta Hare Krishna “con pelo largo y pantalones”.

En 1981 hablaba así de Dios: “Tu eres el único, eres mi amor verdadero, eres mi amigo y cuando la vida se acaba, eres la luz en la muerte. Eres mi amor, envías la lluvia y traes el sol, permaneces solo y dices la verdad, eres el aliento de la vida.”

Su obra como solista My Sweet Lord resume su visión. Respecto a esta canción comentó en el 2000 a El País: “Los coros cantando Aleluya y Hare Krishna son una especie de llamamiento a la cordura y a la vuelta a Dios, cualquiera que éste sea. Sin ese aspecto espiritual, la vida actual sería para mí una experiencia hueca.” Dicen que sus últimas palabras fueron “amaos los unos a los otros”.

En cuanto a Ringo Starr, su madre perteneció a la Orden de Orange, organización protestante, y fue educado en el anglicanismo. Pero en 1965 declaró: “Soy agnóstico porque honestamente no sé si hay algo allí arriba o aquí abajo.”

Sin embargo también tenía claro que, cuando uno tiene todo lo que se puede comprar con dinero, “las cosas dejan de tener valor después de un tiempo.” En el 2010, al cumplir setenta años, confesó su regreso a la religión. “Dios está en mi vida. No lo oculto” – dijo, reconociendo errores del pasado. “Todo se trata de encontrarte a ti mismo. (…) Creo que la búsqueda comenzó en los sesenta. Ahí perdí el rumbo por muchos años, pero encontré el camino de regreso, gracias a Dios.”

Más allá de las particularidades personales, el itinerario espiritual de los Beatles señala algunos rasgos comunes, que son también reconocibles en nuestro tiempo. Una formación cristiana en la niñez, acaso demasiado acartonada y formalista, y una posterior rebeldía juvenil de tipo contestatario y/o indiferentista.

Pero también muestra la persistencia de una búsqueda que encuentra en los conceptos de “paz” y “amor” las respuestas más significativas.

Quizás en algunos casos se extrañe el definitivo descubrimiento de que esa paz tan anhelada proviene de Dios Creador, que es el Amor mismo.

Cierto rechazo por la trascendencia condujeron a algunos callejones excesivamente inmanentistas y la impugnación por lo institucional en nombre de la “búsqueda personal” puede haber conducido a una merma de lo comunitario y verdaderamente liberador, paradójicamente.

No obstante, conocer este itinerario permite comprender un poco más las necesidades (y también inconsistencias) de la cultura postmoderna, de la cual los Beatles fueron fruto y sobre la cual también han tenido una gran influencia.

El hombre de nuestro tiempo también se rebela ante los formalismos y busca experiencias auténticas. También sabe en el fondo de su corazón que el éxito material y social no puede saciarlo. Sabe que a veces es como ese Nowhere man de Lennon, errando a la deriva, necesitado de una Luz que –desde arriba y, a la vez, desde adentro– ilumine el camino. Intuye que lo que anhela es paz y amor auténtico.

Habrá que estar abiertos para experimentar que no se trata de que la paz y el amor sean endiosados, sino que es Dios mismo el que se nos revela como Amor y dador de verdadera Paz.

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