Un lector nos comparte su preocupación por su hija adolescente
Tenemos una hija de 13 años que va a su bola.
A veces llega tarde al cole y en ocasiones simplemente no va. Se va por ahí de novilloscon las amigas y algún amigo. Son un grupo consolidado. Los ve por la tarde, toda la tarde y entonces el estudio se va al garete.
Las notas no son nada buenas. En el colegio no saben qué hacer para revertir la situación.
En casa hemos perdido la única hija que tenemos metafóricamente hablando. Es como si no le importáramos. Tiene la cabeza en otra parte. Si está en casa se cierra en su cuarto y le da al móvil como si no hubiera un mañana.
Es arisca y de pocas palabras. Si coincidimos en la cena o en las comidas del sábado y el domingo no suelta prenda. Y si le proponemos temas de conversación nos envía a freír espárragos.
Estamos descorazonados pues no conocemos a sus amigas y amigos. Son más chicas que chicos y además no van a su colegio. Conocidos nuestros los han visto (e incluso observado a tenor de nuestra insistencia): andan compadreando con los móviles y riendo sin parar y a veces corriendo y empujándose, gritando y alborotando como si fueran niños. Bien, niños es lo que son.
Son gente del barrio y se reúnen en un parque de tres calles más allá de nuestra vivienda. Allí pasan las horas riendo y fumando, ella nos jura y nos perjura que no fuma. Beber sabemos que no beben. Y fumar algunos sí fuman y mucho. Bien, quizá carecemos de tanto detalle. Y seamos claros, no sabemos qué fuman. ¿Qué pasará en los próximos años?
Poco tardará en empezar. No sabemos qué hacer, a dónde ir, a quién recurrir.
La hermana de mi mujer nos ha dicho que vayamos a vivir a su pueblo. Su hija, nuestra sobrina, de 14 años, es más tranquila y aplicada. Pero ¡qué pueblo tan incomunicado!
Nuestra ciudad es muy grande, 200.000 habitantes y aquí está casi toda la familia, y los amigos. Pero visto desde su punto de vista también hay de todo y se junta con gente de todos los estilos.
El sábado y el domingo llega a las 23:00 h. La última verbena de San Juan llegó a las 03:00 de la madrugada. Hubo escena, gritos muy agrios y desplantes muy tensos, y casi se me escapa darle un bofetón. Gracias a Dios me contuve pero se rompieron más lazos entre nosotros de lo que imaginaba.
Su espíritu taciturno se acentuó de un modo evidente desde entonces. Vive en casa pero no le importamos.Estamos paralizados.
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