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El Diablo, un consejero bancario del infierno

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Rido | Shutterstock

Edifa - publicado el 05/01/20

La avaricia, uno de los 7 pecados capitales: Mira cómo el demonio detalla a sus seguidores las inversiones que deben hacer para ganar un máximo de almas

Pasaron sus prácticas en el banco nuestros corredores de bolsa… ¿Qué bien dan el cambio, no? Su primera inversión aporta beneficios de inmediato: se trata, al igual que otros pecados, de ocultar las fronteras y ampliar los límites … ¡Haz confuso lo de la plata!

La avaricia, hoy, se reduce a una vaga falta de generosidad. Bueno, bueno, no es gran cosa … La mayoría de los católicos tienen sobre este punto una conciencia extensible. ¿Y quién iría imaginarse que ser molestado por el dinero forma parte de lo que el Otro llama un pecado capital?

“¡Invierte a largo plazo! “

¡Tortura a tus víctimas sobre su futuro! Que nadie, sobre todo, les informe que a ellas nunca les ha faltado nada, y que el Otro siempre se ha preocupado de ellas.

Si un católico de su entorno les habla de confianza en la Providencia, que ellas piensen con sensatez: “Ser cristiano no es ser optimista, ni pesimista, sino realista“.

O inspírales: “Sabes, yo soy humano, no pretendo ser un santo”. ¡Es más, la gente creerá que es humildad!

Arréglatelas para que sus banqueros o asesores financieros no sean personas demasiado fiables. Sus víctimas perderán así un tiempo precioso y una energía considerable para recuperar sus informaciones, para verificar, para preocuparse, para morderse las uñas. Esto les impedirá marchar … hacia el Otro.

Pertúrbales tan pronto como piensen en comparar el tiempo dedicado a su trabajo con el que dedican a sus familias o a la oración.

“¡Que hablen de dinero constantemente!”

No te olvides de los niños, ahí dentro. Hablemos de dinero en la mesa, de ahorros, de preocupaciones para “construir el futuro”.

Pronto conocerán las leyes del mercado mejor que las del Catecismo, y las obligaciones mejor que los Mandamientos. La Bolsa de valores será su vida.

¡Sé astuto! No es molesto que tus víctimas donen ocasionalmente. Por el contrario, esto los desculpabiliza. Pero asegúrate de  que lo hagan saber y que donen solo a familiares que lo agradecen o a amigos plenos de gratitud.

Haz tus víctimas “bouliplatas”

Así las mantendrás en una ilusión total sobre su supuesta generosidad. Añade una pizca de envidia. Nada como esto para aumentar la obsesión de lo que les falta. La comparación es la raíz de la envidia.

Si tus presas frecuentan personas acomodadas, atractivas, con felicidad declarada, terminarán pensando: “Es una locura lo que la vida sería más agradable si tuviéramos más medios”. ¡Y así convertidos en “bouliplatas”! Acumulando dinero que no usarán … porque “nunca se sabe“. Me encanta esta pequeña frase que bloquea los corazones y las cuentas.

Empújalos a abrir una cuenta bancaria de “infierno”

Viejas y canosas, tus presas continuarán preocupándose por sus inversiones. Por supuesto, este dinero está destinado a los niños -como si no fueran capaces de hacerse cargo de sí mismos- pero tus víctimas estarán secretamente unidas a ellas.

Y si trabajas bien, llegarás a escuchar este exquisito chantaje: “Con todo lo que heredarás, fruto de mi arduo trabajo, tengo derecho a que vengas un poco más a menudo a la casa…”.

A esta palabra de herencia, te adivino levantando tus orejas puntiagudas: tienes razón. Es un delicioso momento ver a estas buenas familias cristianas desgarrarse por algunas cucharas de plata.




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Si alguna vez olvidas que la plata lleva el mundo, es realmente difícil, incluso para un novicio del vicio, ¡un necio de Belcebú! -, recuerda que es gracias a la codicia que mi amigo el Iscariote logró mi mejor logro. Treinta piezas de plata, el imbécil… Mucho antes de pasarse la soga al cuello, ya había estrangulado su corazón. Esto es lo que yo llamo “abrir una cuenta de infierno”.

Por el padre Pascal Ide y Luc Adrian (Inspirado en Cartas del diablo a su sobrino de C. S. Lewis)

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