Aborto espiritual, útero de alquiler espiritual, maternidad espiritual,... La tercera prédica de Adviento de Raniero Cantalamessa al Papa y la Curia Romana sobre María, madre de Dios
La maternidad de la Virgen María tiene unas profundas dimensiones que afectan a cada cristiano y fueron hoy explicadas por el predicador del Papa, el padre Raniero Cantalamessa, en su tercera prédica de Adviento a la curia Romana. Esta fue su reflexión íntegra:
Los “pasos” que estamos siguiendo sobre las huellas de María corresponden, bastante fielmente, al desarrollo histórico de su vida, como resulta de los Evangelios.
La meditación sobre María “llena de fe” nos hallevado al misterio de la Anunciación.
Y ahora la de María “Madre de Dios” a la Navidad. De hecho, fue en la Navidad, en el momento en el cual dio a luz a su hijo primogénito (Lc 2, 7), no antes, que María pasa a ser verdadera y plenamente Madre de Dios.
Al hablar de María, la Escritura destaca constantemente dos elementos, o momentos fundamentales, que corresponden a aquellos que también la experiencia humana común considera esenciales para que haya una maternidad verdadera y plena.
Ellos son: concebir y dar a luz.Mira –dice el ángel a María- concebirás y darás a luz un hijo (Lc 1, 31).
Estos dos elementos están presentes también en la narración de Mateo: La criatura que ha “concebido” es obra del Espíritu Santo y ella “dará a luz” un hijo (cfr. Mt 1, 20s).
La profecía de Isaías, en la cual todo esto había sido preanunciado, lo expresaba del mismo modo: La joven está embarazada y dará a luz un hijo (Is 7, 14). Esta es la razón por la que decía que únicamente en la Navidad, cuando da a luz a Jesús, María se convierte, en sentido pleno, en Madre de Dios.
De los dos momentos, el título que se usa en la Iglesia latina “Madre de Dios” (Dei Genitrix) resalta el primer momento, el relativo a la concepción; el título Theotókos, que se usa en la Iglesia griega, resalta más el segundo momento, el dar a luz (tikto, de hecho, significa en griego dar a luz).
El primer momento, excepto el caso de la Virgen, es común tanto al padre como a la madre, mientras que el segundo, el dar a luz, es exclusivo de la madre.
Madre de Dios: un título que expresa uno de los misterios y, para la razón, una de las paradojas más altas del cristianismo.
Madre de Dios es el título dogmático más antiguo e importante de la Virgen, que fue definido por la Iglesia en el Concilio de Éfeso en el 431, como verdad de fe que todos los cristianos deben creer.
Es el fundamento de toda la grandeza de María. Es el principio mismo de la mariología; por esto es que María no es, en el cristianismo, sólo objeto de devoción, sino también de teología; es decir, entra en el discurso mismo sobre Dios, porque Dios está directamente implicado en la maternidad divina de María.
Una mirada histórica en la formación del dogma
En el Nuevo Testamento no encontramos explícitamente el título “Madre de Dios” dado a María. Sin embargo, encontramos afirmaciones que ya contienen, como in nuce, tal verdad que se mostrarán después con una reflexión cuidadosa de la Iglesia, bajo la guía del Espíritu Santo.
Como habíamos visto, de María se dice que concibió y generó un hijo, que es el Hijo del Altísimo, santo e Hijo de Dios (cfr. Lc 1, 31-32.35).
Por lo tanto, de los Evangelios resulta que María es la madre de un hijo, del que se sabe que es el Hijo de Dios. De modo corriente, a María se la llama en el Evangelio: la madre de Jesús, la madre del Señor (cfr. Lc 1, 43), o simplemente “la madre” y “su madre” (cfr. Jn 2, 1-3).
Será necesario que la Iglesia, en el desarrollo de su fe, aclare quién es Jesús, antes de saber de quién es madre María.
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Es cierto que María no empieza a ser Madre de Dios en el concilio de Éfeso en 431, como Jesús no empieza a ser Dios en el concilio de Nicea en 325, que lo define como tal. Ya lo era antes.
Este es, en efecto, el momento en el cual la Iglesia, en el desarrollo y explicitación de su fe, bajo la influencia de la herejía, toma plena conciencia de esta verdad y toma posición para resguardarla.
Sucede como con el descubrimiento de una nueva estrella: no nace en el momento en el que su luz llega a la tierra y el observador la ve, sino que existía ya de antes, quizás desde miles de años luz antes. La definición conciliar es el momento en el cual la lámpara es puesta sobre el candelabro que es el credo de la Iglesia.
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