Alessandra («Sandra») no estaba contenta con vivir una vida ordinaria. Desde el momento de su primera infancia, deseaba una vida de santidad, un deseo fomentado por sus padres Giuseppe y Agnese Sabattini.
Desde que tenía 10 años, Sandra llevaba un diario, en el que escribía:
«Una vida vivida sin Dios es solo una forma de pasar el tiempo, ya sea aburrido o divertido, tiempo para completar mientras se espera la muerte«.
Dos años después, en 1974, conoció al Siervo de Dios Oreste Benzi, fundador de la Comunidad del Papa Juan XXIII en Italia.
Ese verano pasó tiempo como voluntaria en la casa de Madonna delle Vette en Canazei, ayudando a jóvenes con discapacidades. Dejó una marca profunda en su alma y luego le dijo a su madre:
«Trabajamos hasta que nos caímos, pero estas son personas que nunca dejaré«.
Cuando era adolescente, con frecuencia usaba la paga que le daban sus padres para dársela a los pobres, sin dejar casi nada para ella. El corazón de Sabattini estaba centrado en los más vulnerables de la sociedad y quería ayudarlos de cualquier manera posible.
Se graduó de la escuela secundaria en 1980 y luego asistió a la Universidad de Bolonia para estudiar medicina. Su sueño era ser médico misionera en África, atendiendo las necesidades de aquellos que no tenían a nadie que los cuidara.
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