"La Madre Teresa estaba parada allí, el cardenal estaba allí, el alcalde Koch aquí, y yo estaba por aquí. Fue entonces cuando agarró la puerta del sótano y luego se volvió hacia mí y dijo: "Esta puerta necesita una cerradura mejor, para que nadie se caiga por las escaleras". Lo único que siempre estuvo en su mente fue el bienestar de todos los demás".
Este es el recuerdo de Len, que estuvo con la Madre Teresa desde el primer día, cuando abrió las puertas de lo que sería el primer hospicio de enfermos de SIDA en Estados Unidos en la víspera de Navidad de 1985.
El Hospicio Gift of Love se estableció en la rectoría de la iglesia de Santa Verónica en Greenwich Village en el suroeste de Manhattan, que fue la zona cero en los primeros días de la crisis del SIDA.
Al principio, la presencia de las Hermanas se encontró con una dura resistencia por parte de la comunidad local.
Pero como se las vio llevando el amor incondicional de Cristo a aquellos que morían de lo que era una enfermedad desconocida que no era más que una sentencia de muerte, la comunidad se unió a su alrededor.
El único deseo de la Madre Teresa era "que nadie muera sin amor ni cuidado. Esperamos que puedan vivir y morir en paz obteniendo amor y cuidado tierno".
Una visita importante
A medida que la epidemia de SIDA disminuyó a través de los avances médicos, la comunidad de ese hogar pasó a a cuidar y proporcionar residencia a los pobres y ancianos.
Y el 22 de noviembre de este 2019, las Hermanas y los residentes recibieron la visita de la estatua de Nuestra Señora de Fátima que había estado recorriendo el área de Nueva York durante las últimas cuatro anteriores.
La estatua, creada en el Santuario de Fátima de Portugal, recuerda la aparición milagrosa de la Santísima Madre a tres niños, Lucía dos Santos y sus primos Jacinta y Francisco Marto, en 1917 en Fátima, Portugal.
El padre James Miara, pastor de la parroquia del Santuario de los Santos Inocentes en West 34th Street, llegó a la casa justo antes de las 7:00 a.m. para celebrar la misa y dar bendición a las Hermanas, voluntarios y residentes.
En su homilía recordó el mensaje de Nuestra Señora de Fátima y destacó la importancia del sacrificio, especialmente en nombre de los pecadores y las almas de los difuntos.
La pequeña capilla en la que todos estaban apretujados había sido el lugar de innumerables funerales durante los días más oscuros de la crisis del SIDA.
Era ese el lugar donde los residentes que habían sido abandonados por la sociedad y sus seres queridos habían encontrado conversión, amor genuino y un lugar de descanso en los brazos de las hermanas.
Un "sí" que hace feliz
Las Misioneras de la Caridad reflejan gran parte del mensaje de Fátima: su constante cuidado por las necesidades físicas de aquellos que sufren pobreza, enfermedad y rechazo; su testimonio de fe a través del puro poder del amor incondicional; y su visión fundamental de que buscan servir a Cristo en todas y cada una de las personas que encuentran.
Su "¡sí!" a Cristo hace eco al de la joven Virgen María, el único "Sí" que produce un verdadero significado y satisfacción.
Cuando el Padre Miara se retiró transportando la estatua a su próxima parada en el Santuario de los Santos Inocentes, las Hermanas alegres agitaron pañuelos blancos, como si se despidieran de un querido amigo; un sitio para contemplar en las concurridas calles de la ciudad de Nueva York.
Aunque una estatua pueda ser solo una estatua, en este caso es algo más. Es un símbolo de la Madre amorosa y compasiva que nos cuida a todos, guiándonos pacientemente a lo que más importa en la vida, su Hijo.
Nuestra Señora de Fátima, ruega por nosotros.