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Parroquia Universitaria de Caracas: Iglesia “en salida” y sin fecha de regreso

PARROQUIA UNIVERSITARIA

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Macky Arenas - Aleteia Venezuela - publicado el 23/11/19

Un ejemplo de organización y acción solidaria que acoge a cientos desamparados. La comenzó un mártir…y le sobrevive

Contigua al Alma Mater caraqueña se encuentra la Parroquia “La Epifanía del Señor”, en pleno corazón de la ciudad. Sirve a la comunidad de la Universidad Central de Venezuela, pero en lo que se refiere a dar de comer al hambriento va mucho más allá de sus límites.  Sin importar de donde venga, el que se acerca recibe un plato de comida preparada con amor y servida con dignidad.

De todas partes de Caracas llegan feligreses y se enrolan en el trabajo. No necesariamente pertenecen a la parroquia pero la han adoptado como suya porque admiran el esfuerzo que se realiza. Un domingo al mes se sirven no menos de 540 almuerzos. Quiere decir que, en medio de la hambruna que sufren los sectores más necesitados, ese almuerzo estará cargado de nutrientes y saciará los estómagos de tantos venezolanos humildes que la crisis golpea sin la menor piedad.

Son tiempos de estrechez para todos pero en esta parroquia, toda la semana se trabaja procurando donaciones de alimentos y ropa. Cada domingo el sacerdote recuerda compartir. Y la respuesta llena la despensa para el día del almuerzo solidario. Una familia trae un paquete de arroz; otra uno de granos; otra se presenta con un litro de aceite. La recompensa es la cara de felicidad de cada comensal, una vez cumplida la jornada dominguera.

No sólo hay espacio para los adultos. Hay padres que llegan con sus niños. Ellos también son bien recibidos en un área aparte por colaboradoras de la parroquia que los cuidan y distraen mientras los papás están comiendo; les hacen juegos, los ponen dibujar, los alimentan y regalan dulces. “Ellos pasan un buen rato –cuenta una de las señoras que portan la camiseta distintiva de parroquianas- les enseñamos, a través de distintas actividades, a considerar al otro y modales que les vayan formando un carácter respetuoso y abierto a la convivencia. De alguna manera hay que combatir la agresividad y el trato hostil que se ha inoculado en este país durante tantos años de enfrentamientos y desencuentros”.

Allí no se desatiende ni se excluye a nadie. Con estupor, vimos como agentes de uno de los cuerpos policiales más represivos, también se acercan a los almuerzos. “Y comen aquí?”-preguntamos. “Claro!, a nadie negamos un plato de comida. También son seres humanos y en esta situación, todos pasan hambre igual”, respondió uno de los jóvenes que distribuían los tickets por medio de los cuales organizan la entrada ordenada de los comensales al lugar donde se sirven los almuerzos.

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De mesones de estudio a comedor solidario

Los mesones donde llegan los estudiantes a repasar lecciones durante la semana, se convierten el fin de semana en comedor solidario para los necesitados. Las paredes son pizarrones y los puestos son sesenta, así que entra ese número de personas, almuerzan y ceden el paso a otros 60, hasta que todos han comido. “Es increíble –comenta una de las organizadoras, se van pasando la voz y cada vez nos llega más gente. Este pueblo está pasando mucha hambre. Mira ese –me señala a un humilde personaje que espera por entrar- vive bajo los puentes del río Guaire. Y como él hay varios”.

Han conseguido armar un gran ropero que se nutre de una buena cantidad de donaciones en vestido y calzado de todas las tallas lo cual también distribuyen entre quienes lo necesitan. “La ropa la arreglamos si hace falta y la ponemos en condiciones de ser entregada –explica una de las encargadas- Siempre están llegando cosas, gracias a Dios y eso nos permite socorrer a mucha gente”.

El sacerdote bendice, megáfono en mano

Son tantas las persona que acuden que el padre Javier Fuenmayor, un zuliano ordenado en 2011. Es jesuita y llegó a la parroquia hace dos años. El joven sacerdote sonríe todo el tiempo, es amable y entusiasta. Comenzó en la pastoral vocacional y juvenil de la Compañía de Jesús tiempo en el que recorrió todo el país. Luego, durante tres años trabajó en el Instituto Técnico Jesús Obrero en Catia (al oeste de Caracas) y en septiembre de 2017 lo enviaron a la parroquia universitaria.  “Estamos en una crisis muy fuerte, pero me siento bien aquí. Mi deber es acompañar a la comunidad universitaria en este proceso tan fuerte que ha supuesto gran sacrificio para todos”.

El P Javier toma el megáfono, bendice a la comida y a los comensales, da unas breves instrucciones, recuerda el orden y eso es el pistoletazo de salida: toda una iglesia se pone en marcha hasta que el último se ha levantado de la mesa.

Las comidas que organizan forman parte de la Pastoral Social de la parroquia que se ha emprendido en vista de la crisis humanitaria. El Papa y la Conferencia Episcopal estimulan y animan para esta clase de actividades que se han ido diversificando en los últimos dos años. “Al principio –nos especifica el padre Javier- era una sopa lo que se servía; pero hemos ido observando y siguiendo la pista a las personas que vienen y detallado sus necesidades, lo cual nos ha llevado a variar los menús y generar actividades formativas y recreativas para los niños pues comenzó a venir la familia completa! Por ello, nos vimos en la necesidad de atender la especificidad de cada parte del grupo familiar. Igualmente, los requerimientos de ropa eran constantes por lo que movimos a la comunidad y fuimos consiguiendo donaciones que nuestros parroquianos, con una gran vocación de servicio, reciben y preparan para poderlas ofrecer a las personas. La logística indispensable para cumplir estas actividades es otro aspecto que se ha ido perfeccionando”.

En la actualidad, grupos de estudiantes de la Facultad de Medicina de la Universidad (UCV), integraron una fundación y realizan diagnósticos y levantamiento de datos sobre peso, talla, las patologías más presentes entre las personas que visitan la parroquia. Con esa información, se proponen diseñar asistencia mejor direccionada hacia las necesidades específicas de la gente.

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50 voluntarios trabajando en línea

Manejar tanta gente no es sencillo, pero ya los voluntarios han institucionalizado un método que funciona, es rápido y eficiente. “Somos unos 50 trabajando como voluntarios para esta actividad en la parroquia –nos dice Gisela Díaz, socióloga especializada en Trabajo Social, quien acude junto a su esposo-. Nosotros nos encargamos del lavado de los platos. Otros cocinan, otros sirven, otros distribuyen los tickets numerados, otros van pasando a la gente, otros vigilan que todo transcurra en orden. Es un trabajo en línea y logramos atender a todo el mundo, que todo alcance y que todos se vayan satisfechos”.

Llegan para la misa de 12 del mediodía y se quedan para una larga jornada que termina casi al atardecer. “Aquí todos trabajamos y lo hacemos con satisfacción, apoyándonos unos a otros”, recalca Rosa Polanco, con su franela blanca que lleva el nombre de la parroquia adosado al dibujo que representa a la iglesia.  “La comida se prepara dependiendo del menú que vamos diseñando –agrega Gisela-, se trabaja desde el sábado y toda la mañana del domingo preparando los alimentos, todo a base de donaciones. A veces, instituciones, a veces comercios, a veces otros movimientos eclesiales y siempre particulares porque todo parroquiano aporta lo que puede. Cada quien trae algo. Es muy bonito lo que ocurre aquí pues todos tenemos necesidades pero se impone la generosidad legendaria del pueblo venezolano”.

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El eco de la Jornada Mundial por los Pobres

Ese domingo  movilizó de manera especial a la parroquia. Esta vez, se incorporó la Orden de Malta en Venezuela quienes donaron los alimentos y acompañaron la jornada completa. De una manera discreta pero muy activa, se presentaron voluntarios de la Orden a trabajar hombro a hombro ese domingo. La experiencia fue extraordinaria y se proponen repetir el acompañamiento un domingo al mes.

Camisetas distintivas de la parroquia, tanto como las características batas rojas con la cruz blanca de la Orden de Malta se desplazaban como hormiguitas por las instalaciones y patios, atendiendo, circulando sin cesar, sirviendo aquí, saludando allá, repartiendo comida y también sonrisas. Quién sabe cuántos gestos de cariño reciben estas personas al mes, pero en la parroquia se los prodigan con gusto.

La familia Albán sigue la obra de Fernando

Si bien las tremendas carencias de estos años han incrementado el número de asistentes y exigido mantener y ampliar la actividad tanto como la participación de voluntarios, es preciso recordar cómo empezó todo. No siempre hubo tanta ayuda y un ser humano muy especial, católico y muy generoso, fue precursor.

Comenzó Fernando Albán, el concejal caraqueño, asesinado por la policía política estando detenido, caso que aún espera por justicia. Fernando fue el pionero. El mejor tributo a su memoria es el voluntariado que realizan su madre y hermana trabajando en esta parroquia, plenamente incorporadas a esta obra social tan indispensable en estos días de hambre.

“Fernando y mi cuñada  – nos relata Mariela Albán, la hermana de Fernando- se dieron cuenta de que los niños estaban tratando de encontrar comida en los basureros. Ella llegó un día a la parroquia y pidió a una de las activas colaboradoras que la acompañara  y le mostró el espectáculo tremendo de los niños buscando comida en las calles. (Luego, sería parte del paisaje urbano; desgraciadamente, ver eso se haría cotidiano). Le propuso comenzar este programa para dar de comer a niños y adultos en situación de calle. Mi hermano, al principio, tomaba su camioneta y él mismo montaba a la gente y la iba trasladando hasta acá para darles de comer. Recogía a todos los indigentes, mujeres y hombres, y los traía. No tenían ni platos y usaban los envases vacíos de mantequilla para colocar la comida. Fernando dijo que eso no podía ser, que tenían que comer dignamente, así que se dieron a la tarea de recolectar entre los amigos cucharas, platos, tenedores. Y así empezó. Nosotras nos unimos al programa inmediatamente después del fallecimiento de mi hermano”.

“Mamá: no quiero la política para llenarme los bolsillos, sino para ayudar a la gente”

Ya el proyecto lleva siete años andando sin parar. Amparo, la mamá de Fernando, también nos habla: “Yo soy humilde, pero me gusta ayudar a quienes también lo son. Mi hijo lo hacía. Ese fue el ejemplo que yo le di a él. Estas personas –nos dice mientras mueve la inmensa paleta de una gigantesca olla de olorosas y sustanciosas lentejas- son muy necesitadas. Siempre le dije a Fernando que había que compartir lo que se tenía, así fuera poco, con quienes tenían menos que nosotros. Así lo crié porque así me criaron a mí”. Es una mujer recia la señora Albán. No se priva de reconocer con un dejo de melancolía: “Jamás quise que mi hijo fuera político, mucho lo alenté a que se retirara. ‘Sálgase de eso’, le rogaba. Y me decía, ‘no mamá, yo no quiero la política para llenarme los bolsillos sino para ayudar a la gente a vivir mejor’. Pero tengo el orgullo de que fue un político honrado. El final le llegó por eso. Sus compañeros le aconsejaban que no se presentara aquél día y él les dijo ‘el que no la debe, no la teme’ y fíjese, por honesto fue a entregar su cargo y sus cuentas”. Y también su vida.

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La mejor recompensa

Gerardo es el coordinador general de toda la actividad. También Isa, su esposa, está involucrada y maneja las redes sociales con tanta habilidad como las filas de comensales que pasan al almuerzo. Hace dos años el mismo Fernando los involucró y ahora le tocó a Gerardo sustituirlo en la responsabilidad. La pareja comenzó en el área de lavado y han logrado introducir algunos cambios positivos: “ya las personas no comen en sillas haciendo un círculo alrededor de toda la plaza de la iglesia –nos explica Gerardo- sino en las mesas debidamente preparadas, en cubículos de cuatro puestos y tandas de 60 personas”.

A través de las redes sociales consiguen mucho apoyo. “Hacemos campañas divulgando el menú que pondremos para el domingo siguiente y la gente responde aportando lo necesario. Si pueden traer un kilo de pasta o de lentejas, de carne o de pollo, lo traen; si no, medio kilo; si no, lo que puedan. Y así vamos reuniendo lo que hace falta. Hoy, la Orden de Malta nos facilitó todos los ingredientes, por lo que estamos muy agradecidos”.

Durante el mes de octubre pasado hicieron una comida extraordinaria por el año de la muerte de Fernando Albán. Así lo conmemoraron y honraron su recuerdo. El partido al que pertenecía Fernando, Primero Justicia, se encargó de donar los ingredientes. Sus compañeros lo hicieron en su honor.

La gente responde con agradecimiento. “Es increíble –dice Gerardo-,  cuando el menú lleva carne, la cara de satisfacción con la que sale la gente. Es nuestra mejor recompensa como colaboradores”.


FERNANDO ALBÁN

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