Pongamos la mirada por un instante en el 8 de mayo de 1988. Ese día, ante una multitud presente en Florida -uno de los 19 departamentos del país y pequeña localidad de poco más de 30.000 habitantes ubicada a 98 kilómetros de la capital Montevideo- el papa Juan Pablo II consagró Uruguay a su patrona, la Virgen de los Treinta y Tres.
“Ante tu imagen sagrada, oh Virgen de los Treinta y Tres, todo el pueblo del Uruguay, que te reconoce como Madre y Patrona, se confía unánime a mis labios para ensalzarte: “¡Feliz porque has creído!”, y con inefable gratitud te aclama Maestra de su fe”, comenzaba aquella oración de consagración (ver oración completa aquí) pronunciada por el Papa durante su segunda visita a Uruguay.
Según diversos testigos, san Juan Pablo II antes de conocer la imagen de la patrona de Uruguay esperaba encontrarse con una réplica de gran tamaño y elocuente, Sin embargo, quedó sorprendido al comprobar que en realidad la Virgen de los Treinta y Tres es una talla de madera de origen misionero de apenas algo más de 30 centímetros de largo y que acompaña a los habitantes de esa región de América Latina desde antes de existir como país.
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