Así se gestó el “milagro” de la caída del Muro
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Eran unos días anteriores a la histórica visita de Juan Pablo II a Checoeslovaquia , invitado por Václav Havel (21 de abril de 1990) . Una “revolución de terciopelo”, sin ninguna víctima, había derribado el comunismo en ese país. El Papa había invitado a las altas autoridades eclesiásticas checas a Roma a despachar con él antes de hacer el viaje
Luego celebró en su pequeña capilla del vaticano una Misa en checo para los arzobispos invitados . Era costumbre del políglota papa polaco celebrar la misa en el idioma de los países que visitaba. Yo me encontraba, por circunstancias singulares, en esa Misa para unas 15 personas. Los eclesiásticos checos, confundiéndome, con alguien importante de la colonia de ese país en Roma me invitaron a cantar con ellos en un idioma absolutamente desconocido para mí. Salí como pude del apuro.
El “milagro” de la caída del Muro
Si traigo a colación esta anécdota es porque días después Václav Havel en el castillo de Praga manifestó en su discurso de bienvenida a Juan Pablo II la alegría que sentía al recibir al hermano eslavo que luchó por reconquistar la civilización del espíritu frente al materialismo del régimen comunista.
Es decir, atribuía al papa “el milagro” de la caída del muro de Berlin y del sistema comunista . Efectivamente, el muro no cayó simplemente por un error del miembro del Politburó Günter Schabowki deslizado en una conferencia de prensa, retransmitida en directo por la televisión de Alemania Oriental. Al anunciar a las 18 horas del 9 de noviembre erróneamente que todas las restricciones de paso entre la RDA y Alemania habían sido retiradas, decenas de miles de ciudadanos se lanzaron sobre los puntos de acceso y ante la mirada asombrada de los “vopos” invadieron la zona occidental del muro. En la madrugada del 10 las piquetas abrieron brechas en el único muro construido en la historia destinado , no a impedir el acceso de los enemigos , sino la salida de los propios ciudadanos..
Las causas reales de la destrucción del Muro de Berlín
¿Cuáles fueron las causas reales de la destrucción de un muro (hoy se cumple el XXX aniversario) y , con él, el arrasamiento del sistema comunista que durante decenios había colapsado el Este europeo ?
Poco antes de ser elegido Papa Karol Wojtyla en una conversación privada con varios obispos alemanes profetizó el hundimiento del comunismo europeo. “Como ideología no tiene nada que decir. Como sistema económico ha fracasado. Se mantiene solamente por su perpetuación en el poder”. Y desde que fue elegido Papa en octubre de 1978 los focos iluminaron la zona opaca del Este europeo. De improviso, los pueblos eslavos abandonaron una cierta penumbra histórica – sólo iluminada fugazmente por la masacre húngara y la primavera de Praga -para golpear la conciencia de Occidente. El Papa residente en una ciudad gobernada por un alcalde comunista, comenzó a hablar del comunismo como “un paréntesis en la historia de Europa”. Pocos lo creyeron. Algunos, a lo más, recordaron el viejo sueño político de De Gaulle de una Europa “equilibrada entre el Atlántico y los Urales”. Pero la verdad es que los análisis políticos al uso cantaban todavía el “larga vida al socialismo real”.
Los parámetros de Juan Pablo II
Juan Pablo II cambió el parámetro político por el histórico y cultural. Es decir, la táctica oportunista por el recurso a la conciencia ética y moral. Como él mismo dijo “hay que ir a las raíces de la historia y de la cultura y, desde allí, mirar hacia adelante”. Contrario a cualquier esquizofrenia ética que divida la política de la moral o el momento presente de su historia, la base de su Ostpolitik era la identidad personal de los pueblos del Este, no el simple compromiso. Su intuición fundamental era que las fuerzas económicas y políticas no eran capaces, por sí solas, de reunificar Europa. Que los dos pulmones europeos – latino y eslavo – sacarían la fuerza para respirar al unísono del común patrimonio espiritual. La operación era más ambiciosa, por más arriesgada. A la postre, se ha demostrado más eficaz, por más auténtica.
Este modo de ver el problema explica la audacia de unas decisiones que, enlazándose en cadena, cubrieron el arco de tiempo que va de su primera visita a Polonia en 1979 a su entrevista con Gorbachov en 1989. Y explica también – Henri Tincq en ” Le Monde ” y, sobre todo , Bernard Lecomte de ” L´Express” lo analizaron con rigor- que fuera la fe en el hombre y en la vida, “ya se escriba con mayúscula o minúscula”, lo que hizo posible la coincidencia entre Juan Pablo II y personajes tan dispares como un electricista de Gdansk (Walesa), el padre soviético de la bomba H (Sajarov), un dramaturgo checo (Havel) o un escritor ruso exiliado (Soljenitsyn).
Al decir que “del Este al Oeste, del Norte al Sur, la historia en movimiento plantea la superación de un orden que se basa en la fuerza y el miedo”, estaba despertando fuerzas y resortes que, junto a otros factores, destruirían el castillo de naipes forjado por décadas de opresión. Así, cuando las gentes del Este recobraron la confianza en sí mismos y vencieron el miedo, comenzó la oposición sistemática y los muros se agrietaron hasta caer. Como dije por entonces, a una especie de autismo colectivo que los había replegado durante decenios sobre sus vidas privadas, sucedió de pronto una mágica mezcla de solidaridad e individualismo que arrojó el totalitarismo de millones de corazones.
En realidad la primera piqueta que abrió una gruesa brecha en el Muro de Berlin y el sistema comunista , fue la empuñada por el papa polaco
Rafael Navarro-Valls es catedrático, académico y analista del Vaticano