Existen tres verbos, pensar, sentir y hacer, que pueden estar influyéndote más de lo que crees. Nuestros pensamientos condicionan nuestra manera de sentir y nuestros sentimientos influyen en nuestras acciones.
Numerosos estudios demuestran que lo primero que experimentamos ante un estímulo es una emoción básica (alegría, tristeza, miedo…), y es desde la razón donde esa emoción se transforma en un sentimiento (compasión, celos, dolor…).
Cómo interpretes la realidad influirá directamente en tus sentimientos y estos condicionarán tu manera de actuar. Dicho de otra forma, desde la razón y la lógica puedes elegir qué actitud tener y cómo responder ante determinadas situaciones. Cuanto más consciente seas de tus pensamientos, mayor capacidad de gestión tendrás de tus emociones.
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La mente funciona con silogismos, razonamientos compuestos por dos premisas y una conclusión que se deduce de las dos premisas anteriores. Si una de las premisas es errónea, la conclusión será errónea. Por ejemplo:
Premisa 1: “Todos los hombres son infieles”.
Premisa 2: “Mi pareja es un hombre”.
Conclusión: “Mi pareja será infiel”.
Como ves, de las dos premisas solo hay una correcta: “mi pareja es un hombre”, porque la otra, “todos los hombres son infieles”, es una generalización en la que se ha incluido a todos los hombres en un comportamiento en el que tan solo encajan algunos de ellos.
La conclusión “mi pareja será infiel” está generando un sentimiento de ansiedad y alarma en la persona que lo piensa, aunque una de sus premisas está magnificada y no se corresponde con la realidad. Por esta lógica del razonamiento decimos que nuestro pensamiento tiene mucho poder sobre la manera en que nos predisponemos y actuamos.
Lo bueno es que tienes la capacidad de elegir lo que quieres pensar, puedes controlar y redirigir esos pensamientos y elegir lo que puedes hacer con ellos: recrearte, conformarte o aprender.