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El Papa Francisco demuestra a diario que ser un hombre de fe es compatible con el sentido práctico. Aplica los talentos en actos sencillos cargados de contenido y esa pedagogía facilita que el mensaje tenga un mayor alcance.
En el caso del Sínodo de la Amazonia, dio una lección práctica que puede aplicarse al trabajo: concretamente a las reuniones de trabajo.
Francisco ordenó que después de la intervención de unos pocos padres sinodales se procediera a un silencio. La finalidad, en su caso, era escuchar la voz del Espíritu Santo para poder discernir. Porque para discernir hay que emplear -como base- la inteligencia.
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El silencio efectivo
¿Se imaginan el Sínodo de la Amazonia a modo de congreso internacional? Lo habitual sería pensar en intervenciones encadenadas, sin pausas hasta el coffee break, para «aprovechar el tiempo». Eran ponentes que habían viajado miles de kilómetros (la mayoría de ellos proceden de América) y que han de tratar muchos temas importantes. Pero no, este Papa, en medio de una civilización occidental que premia la velocidad, propuso premiar también el silencio. El silencio efectivo.
¿Qué tal si en nuestras reuniones de trabajo aplicamos esta dinámica? Establecer un momento de silencio para que lo que ha dicho el speaker repose en nuestra cabeza. Eso antes de que le respondamos con nuestra opinión y no a la inversa. No se trata de parar media hora pero sí de romper con las sesiones maratonianas y dar tiempo a procesar la información y valorarla interiormente.
¿Qué se logra con ello? Los que no somos padres sinodales podemos conseguir:
- Un mayor aprecio a lo que han dicho otras personas.
- Mayor sentido de empatía entre los miembros del grupo.
- Un mayor grado de responsabilidad al intervenir.
- Una actitud de mayor escucha.
- Un aprovechamiento superior del tiempo puesto que, como todo el mundo sabe, cuanto más ruido hay en una reunión, más tiempo se pierde y menos efectiva es. Con este pequeño momento de silencio, se gana en efectividad del momento de la palabra y de la toma de decisiones.
- Una mayor gratificación para quien habla, ya que ve que su aportación es tenida en cuenta.
- Una toma de decisiones más contrastada y, por lo tanto, más prudente.
Si ustedes son admiradores de Sherlock Holmes, apreciarán lo que dice al doctor Watson en una de las novelas:
«Tiene usted un gran don para el silencio, Watson. Lo hace muy valioso como compañero».
Por supuesto, el momento de silencio en las reuniones de trabajo no está reñido con el movimiento corporal para levantarse, estirar las piernas -la circulación oxigena el cerebro-, respirar aire fresco y tomar un café.
(Sobre la calidad del café de las pausas mejor hablamos otro día).
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