Homilía hoy en Casa Santa Marta
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La primera lectura del día, tomada del libro del profeta Jonás, describe la relación conflictiva entre Dios y el propio Jonás. El Papa recuerda el pasaje en que se lee la primera llamada del Señor, que quiere enviar al profeta a Nínive para llamar a esa ciudad a la conversión. Pero Jonás había desobedecido al mandato y se había ido a otra parte, lejos del Señor, porque esa tarea era muy difícil para él.
Después se embarcó hacia Tarsis, y durante la tormenta provocada por el Señor fue arrojado al mar, como culpable de aquella desgracia; pero fue tragado por una ballena y, después de tres días y tres noches, arrojado otra vez a la playa. “Y Jesús, observa Francisco, toma esta figura de Jonás en el vientre del pez durante tres días como imagen de su propia resurrección”.
Ante la conversión, Dios se deja ver
En la lectura de hoy, la segunda llamada: Dios habla de nuevo a Jonás y esta vez Jonás obedece, va a Nínive y esa gente cree en su palabra y quiere convertirse tanto que Dios ‘se arrepiente respecto al mal que había amenazado hacerles, y no lo hace’.
“El cabezota de Jonás, porque esta es la historia de un cabezota, el cabezota Jonás hizo bien su trabajo – comenta Francisco – y después se va”. Mañana veremos cómo termina la historia, cómo Jonás se enfada contra el Señor porque tiene demasiada misericordia y porque hace lo contrario de lo que había amenazado con hacer por boca del mismo profeta.
Jonás riñe al Señor: “Señor, ¿no era esto lo que yo decía cuando estaba en mi país? Por este motivo me escapé a Tarsis, porque sé que eres un Dios misericordioso y piadoso, lento a la ira, de gran amor y que te arrepientes del mal que amenazas. Ahora, Señor – prosigue el Papa – , quítame la vida: yo no quiero trabajar más contigo, mejor es para mí morir que vivir”. Es mejor morir que continuar este trabajo de profeta contigo, que al final haces lo contrario de lo que me has mandado hacer.
La ira de Jonás por la misericordia del Señor
Y Jonás se fue de la ciudad, se construye una choza y espera a ver qué va a hacer el Señor. Jonás esperaba que Dios destruyera la ciudad. El Señor hace que crezca junto a él una planta de ricino para hacerle sombra. Pero pronto hace que ese ricino se seque y muera. Jonás se enfada de nuevo con Dios por el ricino. Tú tienes piedad de una planta, le dice el Señor, por la que no te habías cansado, ¿y yo no debería tener piedad de una gran ciudad como Nínive?
Jonás, cabezota con sus convicciones de la fe y el Señor, cabezota en su misericordia: no nos deja nunca, llama a la puerta del corazón hasta el final. Jonás, cabezota porque concebía la fe con condiciones; Jonás es el modelo de esos cristianos “a condición de que”, cristianos con condiciones. “Yo soy cristiano pero a condición de que las cosas se hagan así” – “No, no, estos cambios no son cristianos” – “Esto es herejía” – “Esto no va bien” … Cristianos que ponen condiciones a Dios, que condicionan la fe y la acción de Dios.
Los cristianos “a condición de” tienen miedo a crecer
Francisco subraya que este “a condición de” que encierra a muchos cristianos “en sus propias ideas acaban en la ideología: es el mal camino de la fe a la ideología”. “Y hoy son muchos, así”, prosigue, y estos cristianos tienen miedo: “a crecer, a los retos de la vida, a los retos del Señor, a los retos de la Historias” aferrados a “sus convicciones, a sus primeras convicciones, a sus propias ideologías”.
Son los cristianos que, afirma de nuevo, “prefieren la ideología a la fe” y se alejan de la comunidad, “tienen miedo a ponerse en las manos de Dios y prefieren juzgar todo, pero desde la pequeñez de su corazón”.
Las dos figuras de la Iglesia, hoy: la Iglesia de los ideólogos que se refugian en sus propias ideologías, y la Iglesia que hace ver al Señor, que se acerca a todas las realidades, que no siente asco: las cosas no le dan asco al Señor, nuestros pecados no le dan asco, El se acerca como se acercaba a acariciar a los leprosos, a los enfermos. Porque Él ha venido a curar, ha venido a salvar, no a condenar.