“Simplemente a veces hay cosas que no se pueden explicar, especialmente las malas”
Si has visto alguno de los partidos del U.S Open, seguro el nombre Arthur Ashe te suena, y es que es el nombre del principal estadio, que justamente fue bautizado así en honor al célebre tenista del mismo nombre.
Ashe, nacido en 1943, es el primer jugador afroamericano (hombre) que ha ganado los campeonatos del Abierto de Estados Unidos (1968), el Abierto de Australia (1970) y Wimbledon (1975) en singles.
Además, lo hizo en una época donde el racismo estaba en auge a nivel mundial y el tenis era considerado un “deporte blanco”. Pero él no temía involucrarse ni usar su exposición pública para hacer denuncias, como lo hizo, por ejemplo, con el apartheid sudafricano.
¿Tuvo consecuencias? Sí, en 1969 intentó ir al torneo profesional de Sudáfrica y el gobierno le negó la visa, así que luchó para que el país fuera excluido de la Copa Davis hasta que cambiara sus prácticas discriminatorias (y así fue).
Luego de una operación de corazón, anunció su retiro del tenis profesional en 1980. Tres años después, tuvo que volverse a operar. Sin embargo, igual continuó su lucha contra el racismo (tanto por el apartheid como la situación de los inmigrantes haitianos en Estados Unidos) y, aunque fue arrestado un par de veces, nunca se identificó con los radicales.
En 1992 anunció junto a su esposa e hija de 5 años que estaba infectado con el virus del VIH/SIDA (él lo supo en 1988 cuando fue operado de cerebro por una leve parálisis que resultó ser consecuencia de ello).
Aseguró que lo hizo con temor, ya que era cuando la enfermedad era vista únicamente como algo de los homosexuales y no sabía cómo la gente reaccionaría y cómo la opinión pública podría afectar a su familia. Él presuntamente obtuvo el virus en una transfusión de sangre de su última operación en 1983, cuando todavía no se le hacía la prueba del VIH a las muestras.
Falleció en 1993, pero ese año se dedicó también a levantar conciencia y brindar información sobre esta enfermedad, a recaudar fondos para su cura y creó su propia fundación, la Arthur Ashe Institute for Urban Health.
Hay una anécdota muy famosa de él que pasó a la historia porque resume muy bien su carácter y actitud ante la vida. Después de anunciar públicamente que tenía VIH/SIDA, recibió una carta de un fan que decía: “¿Por qué Dios tiene que seleccionarte a ti para tan fea enfermedad?”
A lo que Ashe respondió: “En el mundo, 50.000.000 de chicos comienzan a jugar al tenis, 5.000.000 aprenden a jugarlo, 500.000 aprenden tenis profesional, 50.000 entran al circuito, 5.000 alcanzan jugar un Grand Slam, 50 llegan a Wimbledon, 4 a las semifinales, 2 a la final. Cuando estaba levantando la copa nunca le pregunté a Dios: ¿Por qué a mí? Entonces, ¿cómo puedo preguntarle por las cosas malas cuando no lo hice por las buenas? Simplemente a veces hay cosas que no se pueden explicar, especialmente las malas”. Una respuesta que recuerda al personaje bíblico de Job.
Por eso no es de extrañar que el estadio con más capacidad en el mundo se llame como él. Arthur Ashe, además de ser una gran tenista (ganó 33 títulos individuales y fue #2 del mundo), fue una gran persona.
Aplicó los valores del deporte a su vida diaria y en la adversidad fue siempre cuando sacó más fortaleza: “No quiero ser recordado por mis logros tenísticos, eso no es ninguna contribución para la sociedad. Eso fue puramente egoísta; eso fue para mí”.