Los empleados públicos iniciaron desde este jueves 5 de septiembre, paros escalonado para exigir al gobierno de Maduro la “dolarización” de su salario. “El Bolívar está devaluado” y “estamos muriendo de hambre”, dijeron
En Venezuela, el manejo público del Dólar Americano como moneda de compra y venta es una realidad que llegó para quedarse, marcando el día a día en medio de una crisis política, social y económica impuesta por el gobierno de Nicolás Maduro. Una de las vías del ingreso de la divisa norteamericana al territorio venezolano es a través del envío “en efectivo” que hacen a sus familiares, los más de cuatro millones de personas que se vieron forzados a emigrar, buscando mejores formas de vida en países cercanos y lejanos.
No es extraño ver en un mercado de corotos usados o en las pocas grandes tiendas que han sobrevivido a la crisis, transacciones efectuadas con la “divisa gringa”, como es llamado el dólar por altos funcionarios y voceros del gobierno socialista. Todas las compras y ventas se realizan con los precios establecidos por los mercados paralelos del dólar cuyos valores tienen variaciones de dos y tres veces al día. El Verde va y viene como uno más de la casa.
Venezolanos ganan menos de 3 dólares
El dólar que el 5 de septiembre de 2018 costaba 90,23 bolívares, la hiperinflación lo ubicó para la misma fecha del año 2019, en 22.032,42 bolívares; pero tres días antes, el 2 de septiembre, había alcanzado su máximo histórico cotizándose en 26.012,82 bolívares. Todo ello eleva los precios de los servicios médicos, medicamentos y la comida. No así los sueldos de los trabajadores venezolanos que diariamente pierden su capacidad adquisitiva.
Por esta razón, representantes sindicales de 23 sectores de despachos oficiales, entre ellos educadores, enfermeros, tribunalicios, Consejo Nacional Electoral, Inces y alcaldías, atendieron la convocatoria de la Federación Venezolana de Enfermeros de tomar las calles de Caracas y de 18 entidades del interior, para protestar ante la crisis que los golpea.
A lo largo de veinte años, los empleados públicos ubicados en las nóminas de contratación colectiva, han disminuido su calidad de vida con un salario insuficiente para adquirir la canasta básica, que ya supera los 3.247.472 bolívares. En Venezuela el salario mínimo se sitúa en menos de 3 dólares al mes, debido a la hiperinflación que, de acuerdo con los economistas, se estima llegará a 10.000.000% para el cierre de este año.
Urge dolarizar el salario
Muchos venezolanos consideran que las altas esferas del régimen socialista son las más interesadas en que el dólar marque la pauta del mercado, aunque no se atrevan a reconocerlo. “¿Cómo se puede sobrevivir ante este desastre de país en que ha convertido el régimen revolucionario nuestra existencia?”, se preguntaba Ramón Agüero, vicepresidente de la Federación Nacional de Enfermeros, en conversación con Aleteia, en el marco de una protesta realizada el 4 de septiembre, Día Nacional del Empleado Público.
“Nadie puede vivir con los pírricos salarios que ganan los trabajadores venezolanos, cuando la comida, los bienes y servicios están dolarizados”, indicaba el líder sindical, destacando que su gremio aspira ganar entre 400 y 600 dólares al mes. Su argumento parece ser válido: “un pollo y un cartón de huevos ya cuestan más de cuatro dólares, mientras el salario de un trabajador de la salud ronda menos de dos dólares”, explicó.
Por los lados del sector educativo la tragedia es la misma. “¿De qué ha valido estudiar tantos años, y trabajar arduamente para terminar caminando y vistiendo con zapatos y vestidos rotos, viejos ante la crisis económica que nos está matando de hambre?”, se lamentaba la profesora Elizabeth Guerrero, ese miércoles 4 de septiembre en Caracas.
Guerrero lamentó profundamente la situación en que se encuentra Venezuela, “especialmente cuando no se valora el talento de su población que invierte tiempo y dinero para capacitarse por muchos años en la academia, y cuando sale a la calle devenga sueldos de miseria que no les alcanza para adquirir ni siquiera un producto de la cesta alimentaria, mucho menos para invertir en ropa, calzado, como se lo merece”, contó a Aleteia.
“Estamos muriendo de hambre”
Carmelo Sánchez, presidente del Sindicato de Trabajadores de Inces denunció la grave situación por la cual atraviesa la institución que se ocupa de formar y capacitar el trabajador venezolano. “De 147 centros existentes en el país, más de 100 han cerrado sus puertas; de los 79 comedores, sólo funcionan 4”, comentó al ser requerido por Aleteia.
De los lados del Sindicato de Trabajadores de la Universidad Central de Venezuela, su presidente Eduardo Sánchez, pidió salarios justos que les permita cubrir por completo los alimentos de la canasta básica, “porque nos estamos muriendo de hambre”. Mientras tanto, Jorge López, de la Alcaldía de Caracas, consideraba válida “indexación del salario con el costo de la canasta alimentaria, tal como lo establece el artículo 91 de la Constitución”, para permitir que la población “se alimente bien y tenga calidad de vida”.
Finalmente, la joven Deillily Rodríguez, quien se identificó como ex trabajadora del Metro de Caracas, relató que fue despedida injustificadamente sólo por el hecho de haber denunciado las caóticas condiciones en que laboran los trabajadores del subterráneo. Precisó que devengan un sueldo que llega a 2 dólares al mes; el HCM no cubre totalmente el seguro médico, no cuentan con servicio funerario y no respetan los contratos colectivos.
A pesar del carácter pacífico de la protesta, un gran piquete de la Guardia Nacional y la Policía Nacional Bolivariana trataron de impedir que los trabajadores pudieran concentrarse y manifestar. Sin embargo, la unión de los gremios permitió llegar a la Vicepresidencia Ejecutiva de la República. Las peticiones fueron muy claras: dolarizar el salario de los trabajadores para mejorar su poder adquisitivo; respetar las convenciones colectivas de los empleados públicos; tener el derecho a la protesta; y clamaron por la libertad de varios dirigentes sindicales, “secuestrados” por el gobierno de Nicolás Maduro.
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