El ritmo de vida que llevamos a veces hace difícil el cuidado de plantas de interior. No siempre disponemos de tiempo para regar las macetas y es frustrante comprar plantas como el potus o el anthurium y ver que se nos marchitan a las pocas semanas, casi siempre por falta de agua.
Una planta de interior hace hogar, crea una atmósfera más amable, pone «humanidad» a un entorno que muchas veces es frío, hace que una oficina tenga personalidad.
Pero, ¿qué hacer entonces si se nos mueren incluso las plantas que nos regalan? Nada da más tristeza en una casa o un despacho que ver una maceta con una planta muerta.
Una opción son los cactus, una planta resistente preparada para dejar de recibir agua y nutrientes durante largo tiempo.
Pero si ni siquiera disponemos de tiempo para regar un cactus y seguimos interesados en «vestir» una habitación, una casa o una oficina con plantas, nuestro sueño tiene un nombre: tillandsia.
La tillandsia tiene una peculiaridad y es que, por increíble que parezca, vive del aire. Así, como suena. En el aire encuentra la humedad necesaria para vivir, o sea, el agua y los nutrientes que le son imprescindibles.
Las tillandsias reciben el nombre común de «clavel del aire». Algunas veces las vemos sujetas a un árbol, pero también las encontraremos enlazadas a una tubería, a los hierros de un balcón o sobre una piedra. Nunca son parásitos, no viven del árbol o de los minerales de la piedra. Curiosamente, sus raíces se enlazan a esos materiales como modo de sujeción pero no cumplen una función alimentaria.
La tillandsia es muy agradecida. Solo con una humedad que a veces puede ser extremadamente baja ya tiene suficiente para vivir. A cambio, esta especie dispone de más 600 variedades y muchas de ellas ofrecen una flor original y vistosa, en colores rojos, fucsias, morados o naranjas. Así, en el periodo de floración aportan un color cálido a la estancia donde se las coloque.
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