Poco después de que el jefe guerrillero Iván Márquez anunciara su decisión y la de un grupo de excombatientes de las FARC de comenzar “una nueva etapa de la lucha armada”, el presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, monseñor Óscar Urbina Ortega, señaló que “La paz es posible si verdaderamente la queremos”.
En una declaración suscrita a nombre de todos los obispos, Urbina Ortega añadió que “las armas y la violencia solo engendran destrucción, dolor y muerte, y no hay nada que justifique recurrir a la guerra con fines ideológicos”.
El arzobispo de Villavicencio recordó la visita del papa Francisco a Colombia hace dos años y evocó uno de sus mensajes más recurrentes durante la gira por cuatro ciudades: “No se dejen arrebatar la esperanza”. Por esa razón, exhortó a “trabajar juntos por la paz con la búsqueda del bien común, el desarrollo integral y las transformaciones que conduzcan a la equidad social”.
Al aludir a los anuncios de la disidencia de las FARC, el prelado pidió “una reflexión serena y ponderada” y consideró necesario un análisis de los pasos que se han dado (en el proceso de paz), para poder “asumir y corregir lo que nos falta para alcanzar la reconciliación y la paz”.
De igual manera, el episcopado reiteró que su apoyo y acompañamiento a los alzados en armas que “se decidieron por la reincorporación a la vida civil y democrática y se mantienen firmes en ella”.
La Iglesia y el conflicto
En diferentes épocas la Iglesia católica colombiana ha respaldado los esfuerzos de diferentes gobiernos, organizaciones no gubernamentales, sociedad civil y grupos al margen de la ley para buscar una paz negociada que ponga al conflicto armado que por más de medio siglo ha desangrado al país y que, según estadísticas oficiales, ha dejado más de 218.000 muertos.
De esas víctimas —señala el Centro de Memoria Histórica— 40.787 fueron combatientes y 177.307 civiles. Además, los enfrentamientos entre guerrillas izquierdistas, fuerzas estatales y paramilitares ocasionaron el desplazamiento de miles de familias campesinas y de pueblos que se refugiaron en las grandes ciudades para salvar sus vidas.
Desde los años 70 el Vaticano ha impulsado el entendimiento entre los colombianos a través de los nuncios apostólicos, la Conferencia Episcopal y Caritas Colombia. En innumerables ocasiones y de diversas maneras, los pontífices han alentado la búsqueda de la paz.
Muchos aun recuerdan la histórica visita de san Juan Pablo II en 1986 cuando dirigió sus palabras a guerrilleros que recientemente habían roto las negociaciones de paz que se adelantaban con el gobierno de Belisario Betancur. En aquella ocasión, el pontífice dijo en Bogotá: “Hago un llamado vehemente a quienes continúan por el camino de la guerrilla para que orienten sus energías. Os exhorto a poner fin a la destrucción y a la muerte de tantos inocentes”.
Tres décadas después el papa Francisco estuvo en Bogotá, Villavicencio, Medellín y Barranquilla para alentar a los colombianos en la búsqueda de salidas políticas a la violencia. Poco antes de dejar el país, el santo padre dejó un último mensaje: “No nos quedemos en ‘dar el primer paso’, sino que sigamos caminando juntos cada día para ir al encuentro del otro, en busca de la armonía y de la fraternidad”.
Incertidumbre
El anuncio de Márquez preocupa al Gobierno, los organismos de seguridad, los dirigentes políticos y, especialmente a los ciudadanos del común que a través de las redes sociales y en llamadas a las radioemisoras dijeron que están temerosos de una nueva escalada de violencia.
Sin embargo, el presidente Iván Duque en alocución por radio y televisión pidió a los ciudadanos que “no caigan en la trampa de quienes pretenden escudarse detrás de falsos ropajes ideológicos para sostener sus andamiajes delictivos”.
El jefe del Estado aseguró que Colombia “no está ante el nacimiento de una nueva guerrilla, sino frente a las amenazas criminales de una banda de narcoterroristas que cuenta con el albergue y el apoyo de la dictadura de Nicolás Maduro”.
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