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Actividades extraescolares: encontrar el equilibrio

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Shutterstock-antoniodiaz

Edifa - publicado el 21/08/19

¿Apuntar a un niño a actividades demasiado pronto es bueno? ¿Y si quiere dejarlo qué hacemos?

Ya llega la vuelta al cole y, con ella, su paquete de novedades: clases, horarios y… actividades extraescolares. Y el dilema de estas últimas: ¿cuáles continuar o comenzar, cuáles mejor abandonar? ¿Cómo evitar que nuestros hijos cambien sin ton ni son y al mismo tiempo escuchar sus deseos? La psicóloga clínica Béatrice Copper-Royer ofrece a la web francesa Edifa algunos puntos de referencia.

– ¿A qué edad es mejor comenzar una actividad extraescolar?

Nunca es conveniente empezar una actividad demasiado pronto. Es tentador inscribir al niño siendo muy joven bajo el pretexto de que así irá aventajado. En realidad, rara vez pasa algo así. Su nivel hace peligrar que se desmotive rápidamente y el tener una mala experiencia prolongada puede tener un efecto nefasto sobre la construcción de su autoestima.

– ¿Una actividad extraescolar debe ser solamente un placer?

Cuando son pequeños, sí. Antes de los 7 años, la primera necesidad de los niños es divertirse, solamente después podemos motivar su esfuerzo. Así pues, para los pequeños hay que dar preferencia a actividades muy lúdicas, como educación musical temprana, juegos de pelota sin objetivo de competición, alfarería… Comenzar con clases de tenis a los 4 años no es algo adaptado a su nivel. Es mejor esperar a que el niño tenga 6 años, de lo contrario, la concentración y el esfuerzo exigidos serán demasiado elevados en relación a sus capacidades.

Cuando crezca, aparecerá la noción de competencia. Quien muestre una disposición a su actividad se desarrollará naturalmente más que quien no tenga esa disposición. Esto es un indicio para saber si conviene continuar la actividad, a pesar de que haya momentos de desaliento en que el niño quiera abandonarlo todo.

– ¡El espíritu de competición llega rápido! ¿Qué opina usted de esto?

La competición no conviene a todos los niños. Sin embargo, permite desarrollar ciertas cualidades: sentido del esfuerzo, capacidad de ser evaluado, aceptación del fracaso. Todo eso forja el temperamento. Algunos niños tienen gusto por la competición —se ve muy rápido que quieren destacarse para ganar a cualquier precio— y hay otros que no. Cuidado con no empujar a un niño a un ámbito en el que vaya a fracasar. Si hay demasiadas dificultades, mejor no forzarlo.

También hay un medio de “dosificar” la competición metiendo a los niños en un grupo más adaptado a sus capacidades, con un rango de edades diferente. Un niño de 7 años quizás se sienta mejor en un grupo para niños de 5 a 8 años que en otro de 7 a 10. El objetivo es que sienta suficiente confianza.

– ¿Qué actitud conviene adoptar cuando el niño o niña quiere dejar una actividad a lo largo del curso?

Hay que decirle claramente que debe llegar hasta el final. Al mismo tiempo, hay que intentar identificar aquello que esté motivando al niño a querer dejarlo: desánimo pasajero, situación de fracaso o quizás un problema verdadero, relacional o de otro tipo. La cuestión es demostrar discernimiento: conocer bien al hijo o hija, saber ser perceptivo, observándole al volver de una actividad para ver si eso va con él o no. A veces son los padres quien deben también tomar la iniciativa para evaluar la situación con el niño y proponer un cambio si procede.

Algunos niños son propensos a querer dejar una actividad y en seguida comenzar con otra. En realidad, estos niños —varones mayormente— fantasean con las actividades. Quieren hacer esgrima porque sueñan ser como D’Artagnan. Como es obvio, hay desajuste entre la fantasía y la realidad, así que terminan por desilusionarse…Todavía no son muy maduros y, al mismo tiempo, tienen una imaginación muy rica, así que hay que resistir su petición, esperar a que se precise y la reformulen más veces para así poner a prueba cuántas ganas tienen de verdad. Otra idea es llevar al niño a que asista a una clase. Lo esencial es que no se precipite, sino que identifique aquello que le motiva. A veces, un deseo puede venir por contagio de un compañero y no por una motivación realmente propia.

– ¿Cómo educar a los hijos a permanecer fieles a su elección inicial respetando al mismo tiempo sus gustos?

¡No siempre es fácil conservar esas dos dimensiones! Eso exige mucha destreza y discernimiento, pero las actividades extraescolares permiten desarrollar el sentido del esfuerzo, una cualidad poco valorada hoy día. Se olvida muy rápido que aprender es, a menudo, dar dos pasos adelante y uno hacia atrás. No es sencillo, pero el niño experimentará un gran placer, una auténtica satisfacción personal, cuando supere las dificultades.

– Para mantener el entusiasmo a lo largo de todo el año, el apoyo parental es importante. ¿Cómo darlo de forma justa?

Se trata de interesarse por lo que hace el niño y al mismo tiempo de dejarle realizarse en su actividad, evitando, por ejemplo, bombardearle a preguntas cada vez que vuelve del piano. Los padres más “tóxicos” son los que viven a través del hijo aquello que habrían querido hacer y no pudieron. Como una madre a la que le habría encantado ser una bailarina estelar y que empuja a su hija a dar clases de danza. Sin embargo, a partir del momento en que los padres abordan la cuestión de las actividades con suficiente distancia, no hay de qué preocuparse.

Es importante manifestar interés por lo que hace el hijo o la hija, conversando con el profesor cuando se presenta la ocasión o acudiendo a los espectáculos. Este año, una niña de 16 años me dijo que ningún miembro de su familia había asistido a su espectáculo de baile. A pesar de su edad, lo ha pasado muy mal. Estar presente en esos momentos permite hablar más fácilmente sobre la actividad en caso de que “los motores pierdan fuerza”.

– Usted escribe que “algunas elecciones tienen que tomarlas los padres”. ¿Se puede imponer una actividad a un hijo, por ejemplo, unirse a un grupo scouts?

Sí, en cierta medida. Podemos pedirle que la pruebe durante un año, porque pensemos que es buena para él y porque es probable que le guste. Sin embargo, incluso en una familia muy motivada por el proyecto educativo de los scouts, siguiendo el ejemplo, algunos niños encajan y otros no. En este caso, si un niño, después de haberlo intentado de verdad, lo detesta sinceramente, mejor dejarlo y evitarle terminar definitivamente asqueado.

Otras familias serán más aficionadas a la equitación o al tenis. Si no hay posibilidad de hablar de ello, de expresar sus deseos, el niño —y más aún el adolescente— aprovechará la situación para oponerse a la voluntad de los padres.

– Hay una tendencia a “sobreocupar” a los niños. ¿Cuántas actividades aconseja usted?

Me quedo bastante perpleja cuando veo un niño de 5 años que hace judo, alfarería, piano… ¡Es demasiado! Se puede empezar una actividad de descubrimiento hacia los 4 años, por ejemplo en música o en teatro. Después, podemos añadir un deporte, hacia los 6 años. En primaria, un deporte y una actividad artística por niño son suficientes.

En la adolescencia, estoy muy a favor de mantener al menos una actividad deportiva, porque los jóvenes están en una edad con tendencia a permanecer delante del ordenador. En este periodo, los amigos están en el primer plano del universo afectivo, así que los padres deben mantenerse firmes y negociar con su adolescente: “Vale, puedes pasar el sábado por la tarde con los amigos, ¡pero el miércoles te tocan dos horas de deporte!”. O también, ¿por qué no animar al adolescente a jugar un partido de tenis con sus colegas?

– ¿Qué piensa usted sobre las actividades multideporte para los niños?

Me encanta ese concepto, porque las actividades se presentan de un modo lúdico, sin objetivo de competición. Por eso, está bien adaptado a este rango de edad, sin peligro de que pierdan compromiso o constancia con la actividad. Es más bien un medio para ellos para experimentar cosas nuevas, pero también para que los padres vean si un deseo se va a manifestar o no.

– Por último, ¿las actividades extraescolares son imprescindibles?

En absoluto, aunque el deporte es una buena fuente de equilibrio para los niños, sobre todo aquí en Francia, donde está mal integrado en el programa escolar. Pero podemos animarles a ir a ver una exposición sin tener que inscribirles en un taller de pintura o patear un balón en el parque los domingos sin tener que formar parte de un club de fútbol… Es importante también preservar una cierta “gratuidad” en las ocupaciones de los niños.

Anna Latron

Tags:
deporteeducacióninfancia
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