La Cuaresma está llegando a su fin.
No olvides a Aleteia en tu ofrenda cuaresmal
para que brille la esperanza cristiana.
¡Apoya a Aleteia!
Símbolo manifiesto de poder y de fuerza en el Antiguo Testamento, el león es sinónimo de realeza, animal dominante de las demás criaturas terrestres. Por ello, el león fue elegido con prontitud como una imagen privilegiada de la función real y del Mesías.
El león asociado al evangelista Marcos será también para los cristianos la figura de Cristo resucitado. Conservará a lo largo de toda su rica historia una ambivalencia que no le ha abandonado, como atestiguan las múltiples representaciones de san Jerónimo y de su tradicional felino. El calificativo de real puede ser a veces sinónimo también del mal cuando se equipara al diablo y a las fuerzas destructivas.
El rey de los animales
La primera imagen que viene a la mente cuando pensamos en el león es la de su fuerza, su arrojo y su dominación sobre todos los animales de su entorno. Eso explica por qué los cultos precristianos no tardaron en concederle un lugar destacado, como en el Egipto antiguo y la diosa Sejmet representada con cabeza de león o como en la visión que tenían los frigios de Cibeles, madre de los dioses llevada en un carro tirado por leones.
Los persas no se quedaron atrás, basta con pasear por las colecciones orientales del Museo del Louvre para constatar la omnipresencia de estos animales sagrados en el culto a Mitra y las fiestas “leónticas”.
Del león de Judá a Daniel en el foso de los leones
El Antiguo Testamento no podía ignorar un legado como este y ya en el Génesis aparece el fogoso animal como el emblema de la tribu de Judá, una de las doce tribus de Israel: “Judá es un cachorro de león, –¡Has vuelto de la matanza, hijo mío!–. Se recuesta, se tiende como un león, como una leona: ¿quién lo hará levantar?”.
El tema de Daniel en el foso de los leones es también muy conocido y ha sido objeto de numerosas representaciones de mano de los más grandes artistas. El relato de Daniel se sitúa en la época de la deportación de los hebreos a Babilonia, tiempo en que se prohibía a los exiliados rezar a su Dios bajo pena de ser arrojados a las fieras.
No obstante, Daniel desafió esta prohibición del rey Darío y de los consejeros celosos de la influencia de su fe sobre el monarca que, bajo presión, condenó a Daniel a los leones. El rey se atormentaba porque no deseaba la muerte del joven, pero a la mañana siguiente encontraron a Daniel milagrosamente vivo después de haber pasado la noche en oración con los leones hambrientos, que lo perdonaron gracias a la intervención divina.
El león, feroz brazo armado de la justicia inmanente de los hombres, puede ser también constreñido por el poder de la fe. Prefiguración del sacrificio de Cristo, son incontables los cuadros, capiteles romanos y demás representaciones que han captado este poderoso símbolo.