El caballo ha sido de todo, desde presa de cazadores a compañero de conquistas, instrumento agrario y de transporte, destaca la fertilidad simbólica que ha alimentado en el mundo pagano y en la Biblia
Aunque en la actualidad el caballo es sinónimo de ocio y de animal de compañía, no siempre ha sido así. El caballo ha sido de todo, desde presa de cazadores a compañero de conquistas, instrumento agrario y de transporte, destaca la fertilidad simbólica que ha alimentado en el mundo pagano y en la Biblia. Mientras que el Antiguo Testamento no deja una impresión positiva del caballo, sinónimo de potencia guerrera y de dominación, luego será, en cambio, el instrumento de Dios, sobre todo en las visiones apocalípticas de san Juan.
Las primeras representaciones del caballo en grabados o pinturas en las paredes de las caberas de la prehistoria seguirán siendo siempre unas imágenes inolvidables. Aunque este animal era una presa para los antiguos cazadores, parece que, también muy pronto, entró entre los animales simbólicos más importantes de las primeras religiones de la humanidad. Así, la diosa celta Epona, al transformarse en caballo, adquiriría un lugar central en el panteón del pueblo galo, que le profesaba una admiración sin límite.
De igual modo, los griegos darán vida al mito de los centauros —seres mitológicos con cuerpo de caballo y torso de hombre—, sin olvidar, por supuesto, al fabuloso caballo alado Pegaso… Sin embargo, el Antiguo Testamento se desmarcará y descartará este importante espacio alegórico haciendo del caballo un instrumento de poder, sinónimo de guerra y de destrucción.
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