Como ya han mostrado varios estudios sobre el cerebro durante la adolescencia, cuando se habla del espesor de la materia gris, menos es mejor: una capa más fina de células grises se asocia con mayores competencias sociales. Se trata probablemente de una especie de optimización, que hace que las redes neuronales sean más funcionales y sofisticadas. Esto se traduce en un comportamiento cognitivo, social y emocional más maduro. El estudio de Elseline Hoekzema y de sus colegas nos indica que este parece ser justamente el caso de las madres.
Así que nuestro sentimiento ya no está solo informado por la lógica y educado por la ciencia, sino que también está apoyado por datos empíricos: el cerebro de la mujer es PORTENTOSO.
Es un órgano capaz de sentir/pensar/percibir lo que otro siente/piensa/percibe con una precisión y velocidad que no tiene nada que envidiar a Valentino Rossi. Un órgano que es capaz de tomar decisiones complejas considerando los puntos de vista de todos los factores implicados (a diferencia de… ¡ah no! Habíamos dicho que no bromearíamos sobre ello!). Todo esto, el cerebro de la mujer lo hace en condiciones de severa deprivación de sueño.
El cerebro de una mamá es verdaderamente, bioquímicamente, capaz de mostrarle a la persona que hay detrás de cada necesidad, la razón detrás de las lágrimas (¡no caprichos!), el esfuerzo detrás del resultado. A veces nos parece que no somos capaces de llevar a cabo las tareas más sencillas. ¿Las cosas prácticas y racionales que nuestro marido sabe hacer tan bien y que nuestro jefe pretende que volvamos a hacer rápidamente nos cuestan un esfuerzo mayor que antes? ¡Es simplemente porque estamos haciendo cinco tareas sencillas y dos complejas a la vez!
Con un artículo en Nature Neuroscience para animarnos, hoy decimos a toda mamá (en espera): acoge los cambios de tu cerebro con orgullo y grandes expectativas. Son cambios hechos adrede para servirte a ti, a tu hijo, y ya que estamos, a nuestra sociedad, que de estas capacidades anda muy necesitada (y que en cambio las desperdicia haciéndonos perder el trabajo si dos meses después del parto no hemos vuelto a trabajar).
Déjennos robar la frase de Ina May a propósito del útero y adaptarla un poco a nuestra medida: “No hay órgano como el cerebro femenino. Si los hombres lo tuvieran, se sentirían orgullosos de él. Así tenemos que hacer nosotras”.
Aquí al artículo original (italiano) publicado por Il Parto Positivo